José Melchor Hernández Castilla
Según Francisco Navarro Mederos, en su libro “Los
Aborígenes (2005)”, comenta que “los aborígenes hablaban forma de la lengua
pluri-dialectal amagizh o bereber, que tuvo un amplia distribución por el norte
de África, y en la actualidad aún perduran varios dialectos en diversas
regiones”.
La filóloga Renata Springer, en
su libro “La escritura líbico-bereber en Canarias (2001)”, afirma: “Las
inscripciones canarias constituyen una modalidad de la escritura líbico-bereber,
lejana y aislada de todas las demás… La similitud de las inscripciones canarias
con las del norte de África de procedencia líbico-bereber es indudable… Y hasta
tanto no puedan interpretarse las inscripciones canarias queda absolutamente
pendiente la relación de esas escrituras con la lengua que hablaban los
aborígenes canarios”. Por tanto, la escritura aborigen se circunscribe a los
grabados rupestres, sin que los mismos tengan un significado inequívoco.
El filólogo Maximiano Trapero, en su libro, Estudios sobre el Guanche (2007),
afirma: ¨lo único que nos ha quedado de la lengua guanche son elementos
pertenecientes al léxico… Por tanto, los nombres guanches —los que pasaron—
pasaron de los hablantes aborígenes a los hablantes españoles por transmisión
oral, nunca por escrito… Un estudio
lingüístico total de la lengua guanche (decimos de la lengua, no de una parte
de su léxico) es una tarea condenada al fracaso, un imposible filológico, pues
se trata de una lengua que desapareció y de la que no quedaron los suficientes
elementos mínimos (de tipo fonético y gramatical, sobre todo) para poder saber
cómo era. Pero esa imposibilidad de reconstrucción de una lengua total no
impide hacer «acercamientos» (en muchos aspectos ya efectuados), y menos quiere
decir que no deban hacerse, más en un dominio, el de la toponimia, del que
tantos materiales disponemos, siendo éste, seguramente, el único dominio del
guanche en que pueda hacerse”. Es así, como la toponimia es la única área en el
que pervive la lengua aborigen canaria o guanche.
Andrés Bernáldez, cronista real, en sus “Memorias del Reinado de los
Reyes Católicos” escribe: “Estas siete islas tienen siete lenguages, cada una
el suyo, que no se entendían ni parecían unos a otros; los cuales agora los de
la nación de ellos retienen entre ellos. Antes de ser ganadas de cristianos, en
todas andavan desnudos como nacieron, ellos e ellas, salvo en la Gran Canaria,
que traían unas bragas de palmas como por gala, ellos e ellas; enpero no
cubrían bien los lugares inhonestos, porque no eran cerradas por abaxo, salvo
una cuerda ceñida por las caderas, e de allí colgavan unas flecaduras de palmas
repicadas”
Siguiendo al filólogo Marcial Morera Pérez (2014), los últimos dialectos
de la lengua bereber de las islas (habla prehispánica de Gran Canaria, de La
Gomera y de Tenerife) debieron desaparecer hacia finales del siglo XVI, debido
a su falta de uso cotidiano. El profesor universitario Rumén Sosa Martín
(2019), en la misma línea, comenta de la lengua aborigen: “Las referencias a
población canaria monolingüe guanche nos llevan hasta las primeras décadas del
siglo XVI y las últimas referencias de la posible existencia de esta lengua de
manera viva las encontramos en las últimas décadas de ese siglo”.
La mención a los aborígenes canarios o naturales de sus respectivas
islas (gomeros, canarios y guanches) en los Acuerdos del Cabildo de Tenerife
son constantes desde 1497. A partir de la fecha de la muerte del Adelantado,
Alonso Fernández de Lugo (1456-1525), su mención como grupos diferenciados
escasea: en 1520 se nombra a canarios, en 1523 a gomeros, y en 1526 a guanches.
Más adelante, sólo se nombra una vez a los gomeros en 1540, y a los guanches en
1546. Cuestión que implica una paulina integración de los diferentes aborígenes
canarios (gomeros, canarios y guanches), no sólo culturalmente sino a nivel de sanguíneo,
con los castellanos y portugueses mayormente.
Queremos reseñar en este artículo algunos ejemplos del siglo XVI sobre
la pervivencia de la lengua aborigen canaria (lengua guanche: gomera, canaria y
guanche). Pertenecen a la obra “Ensayo para un Diccionario de Conquistadores de
Canarias (2003), de José Antonio Cebrián Latasa.
Malgarida Fernández (aborigen de
La Gomera), viuda de Fernando Aguaberque también llamado el
Viejo o el Tuerto (aborigen de La Gomera), otorga testamente el 30 de abril de
1528, ante BJ-8Jv5. Dice que tuvo que usar un intérprte por “que no sabía e claro e hablar la lengua
castellana que lomaba por yntérpretes a Fernando de Armas e a Mateos Hernández,
naturales de La Gomera e vecinos, que prometieron”.
María de Moya (aborigen de Gran
Canaria), viuda y segunda esposa de Fernando o Hernando o
Fernando León (aborigen de Gran Canaria y vecino del Realejo de Abajo), en su
testamento ante JG, el 10 de agosto de 1534, otorga por esta enferma. Dado que
ella no domina el castellano hace que se persone Constanza Hernández (aborigen
de Gran Canaria), mujer de Pedro Madalena (aborigen de Gran Canaria), y su
comadre y “platicando en la lengua de
Gran Canaria e castellana quiere” que se interprete bien su voluntad.
Según nos indica la filóloga Dolores Corbella Díaz (1995), “el proceso
de acomodación se verificó mayoritariamente en un solo sentido ya que fueron
los indígenas los que abandonaron progresivamente su lengua, adoptando y
adaptando los valores culturales y lingüísticos de los españoles”. Así, nos
señala, la vivencia Fray Martín Ignacio en un viaje a las islas canarias en
1584, “están pobladas por españoles, entre los cuales hay el día de hoy algunos guanches, que están muy españolados”
(Véase Biblioteca Academia de la Historia, Colección J. Bautista Muñoz, A/70,
tomo 28).
La misma Dolores Corbella Díaz y el filólogo Cristóbal Corrales Zumbado,
en el artículo “Primeros Testimonios e Impresiones sobre el Habla Canarias
(2004)”, nos indican uno de los últimos relatos del habla aborigen canaria o
guanche del siglo XVI: “el 6 de mayo de
1582, el canónigo renacentista Bartolomé Cairasco de Figueroa había hecho
representar ante Don Fernando de Rueda, obispo de Canarias, su Comedia del
Recebimiento en la que introducía un personaje, Doramas, que en la escena
primera dialoga con «Sabiduría» en la
lengua de Gran Canaria, mientras que en la escena tercera advierte, ya en
castellano, que «a nadie espante que la lengua ruda/ de un bárbaro canario a
tal se atreva/ y, de estilo y retórica desnuda,/ presumo entrar en tan difícil
prueba:/ que Aquel que desató mi lengua muda/ y me sacó de la profunda cueva,/
me dio poder de mejorar lenguaje,/ aunque me lo quitó de mudar traje» (1582:
119-120)”.
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