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miércoles, 8 de abril de 2020

UNA CRÓNICA DEL VALLE DE LA OROTAVA EN LOS INICIOS DEL SIGLO XX (Y II)


Javier Lima Estévez. Historiador

En su paso por el Valle y, ante la necesidad de hacer tiempo hasta la hora del almuerzo, Luis Roger acude a la venta conocida como “La Habana”. La regentaba un cubano y en ella se distribuían bebidas de gran calidad. Allí disfrutó de una animada charla. El dueño  le preguntaría al periodista si había observado muchos Afligidos en Los Realejos. El forastero, con sorpresa y cierta duda, manifestaría no conocer tal significado. Con una sonrisa en su semblante, el cubano le explicó que el nombre de Cha Afligida y Cho Afligido era una constante en el lugar, siendo el nombre de pila más usado en esta tierra.

Sobre el Realejo Alto advierte la presencia de la histórica iglesia parroquial y el encuentro con el sacerdote para observar numerosos elementos de un notable valor histórico y religioso. Por otra parte, no podía dejar de reseñar la localidad como escenario de nacimiento de José de Viera y Clavijo (1731-1813).

El espíritu trabajador del pueblo se llegaría a manifestar en la laboriosidad de sus habitantes, tal y como observa en la producción de fuegos artificiales, la extracción de piedra pómez y, por supuesto, en la industria de los calados a la que se consagran todas las mujeres del pueblo.

La última parada en Los Realejos se sitúa en torno al elevador de Aguas de Gordejuela, relatando un espectáculo donde la ciencia se hermana con la poesía y donde la vida parece que siente el soplo de la tragedia. Desde allí continuó hasta el Puerto de la Cruz. Un pueblo que caracteriza por unos habitantes de espíritu liberal y rumboso. En torno a las calles describe la presencia de espacios anchos y despejados así como plazas y fuentes que ofrecían un marco de armonía sin comparación. La vida comercial y hotelera discurría con dinamismo y la belleza del incólume entorno de la playa de Martiánez también llega a ser objeto de su atención. En la ciudad portuense encontraría el último lugar motivo de su viaje y el punto y final a una crónica de la que se despide con gran melancolía por dejar atrás la presencia de un espacio tan único como es el Valle de La Orotava.  

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