Agustín Armas
Hernández
ESTE ESCRITO FUE
PUBLICADO POR EL PERIÓDICO “EL DÍA” HACE AHORA ALGUNOS AÑOS. ES OBVIO QUE,
PASADO EL TIEMPO, NO SE HA CORREGIDO NADA. SEGUIMOS CON LA MISMA MENTALIDAD
Los antiguos
veneraban a la madre naturaleza, mientras que nosotros la destruimos. Sin el
menor género de duda, los tres municipios del Valle de La Orotava, debieran
estar, tienen que estar, coherentemente coaligados no solamente por su
cercanía, sino más bien por la objetividad de los bienes comunes a ambos
municipios. Es obvio que hasta ahora los tres pueblos más importantes del Valle
de La Orotava (Realejos, Puerto Cruz y La Orotava) han hecho la guerra por su
cuenta «urbanística y ecológicamente hablando». La otrora belleza que dio fama
al Valle —en su mayor parte— ha desaparecido. No hace falta decir que la
mayoría de los habitantes de las Islas Canarias, dependemos directa e
indirectamente del turismo. Es esta la razón más importante para que la
anarquía urbanística y anti ecológica termine lo antes posible. No es obra
objetiva e inteligentemente, se destruyen las mejores zonas agrícolas del Valle
—«sin el más mínimo escrúpulo»— para construir en dichos terrenos residencias
hoteleras o chalets. Podemos decir sin temor de error que dentro de estos
próximos veinticinco años no quedará ni una sola parcela verde en el Valle de
La Orotava.
¿Qué hay que hacer
para frenar estos destrozos que en un futuro —próximo— perjudicarían no
solamente a nosotros sino, más que a nadie a nuestros hijos? ¿Por qué no se
construye en lugares rústicos improductivos molleros, matorrales, en vez de
zonas agrícolas productivas? Nuestros vecinos de La Orotava están en ebullición
dialéctica. ¿Motivos?, dos principales: la zona agrícola costera «el rincón
Bollullo» y lograr para sus ciudadanos del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz,
igualdad de condiciones, que los mismos portuenses en la entrada al complejo
Martiánez.
Es notorio y bien
sabido, que la mayoría de personas han perdido el pudor y la vergüenza,
destrozan el Valle de La Orotava y tan contentos. Se ven espectáculos de
nudistas en las playas y piscinas. Hombres y mujeres enseñando sus partes
íntimas y... ¡todos tan contentos! Teniendo en cuenta esta diabólica y sencilla
regla de tres, ¿cómo es que los orotavenses —ahora que todavía están a tiempo—
piensen siquiera en terminar con la zona agrícola Bollullo, convirtiéndola en
hoteles, pistas de tenis y similares?
También los ciudadanos
del Realejo reclaman algo: reclaman ellos, de su alcalde y ediles municipales,
la pronta ejecución y puesta en marcha del acondicionamiento de la playa del
Socorro. Llevado por la curiosidad —pues hacía tiempo que no iba por dicha
playa— cogí los atuendos playeros y con mi familia me dirigí al citado lugar.
¡Sorpresa y pena sentí! Sí, sorpresa, pues no más llegar al aparcamiento, se
podía leer con grandes letras: «prohibido jugar a la pelota en la playa». ¡Pues
vaya prohibición!, ya que no era uno el que practicaba el futbolístico deporte,
sino muchísimos y con infinidad de balones.
Como digo, sentí
también pena viendo un gran chorro de agua cayendo «limpio y directo» hacia el
Océano, mientras unas decenas de metros más arriba todo era abandono y desidia
por falta de agua.
El progreso de un
pueblo se puede notar en el esmero con que cuidan del bien común. Nuestros
intereses no terminan en el umbral de nuestra morada. Deben extenderse a la
ciudad entera, a la región, a la patria, y al mundo universo. Sin egoísmo,
pues, construyamos un mundo mejor.
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