Salvador García Llanos
¿Acabará la pandemia con los diarios impresos, con el
papel, con la prensa? ¿Será uno de los grandes cambios que se vaticinan una vez
superada aquélla? ¿Cuántas teorías y conjeturas circularán sobre el tacto de
los periódicos? ¿Serán vehículos de contagio, hasta que aparezca el antídoto?
En una comparecencia radiofónica de hace un par de días
lanzamos ahí las preguntas. La primera, a tenor de la reacción del conductor
del programa, es la que parece haber producido mayor impacto. Estudios de
medición recientes, elaborados en pleno confinamiento, revelan el considerable
aumento en la demanda de información de los ciudadanos que siguen desde sus
casas la evolución de la crisis: normal, más horas para escuchar radio, ver
televisión, navegar en Internet y acceder o consultar la prensa digital y
seguir o participar en las redes sociales que, en opinión cada vez más
extendida, son el gran enemigo de los medios serios y de los buenos periodistas
profesionales que desempeñan responsablemente su cometido, incluido la
verificación de fuentes, hechos y datos. La gran diferencia, como ya se habrá
advertido, estriba en que cuando se emite o publica una información en un medio
de comunicación hay detrás unos responsables, obligados a cumplir códigos
deontológicas o normas propias de estilo, hecho que no ocurre con las
informaciones (mejor, pseudoinformaciones) que aparecen y circulan en las
redes. Eso no obsta para que algunos de esos medios, libres naturalmente de
fijar su línea editorial y de defender los intereses que crean convenientes, no
solo distorsionen las relaciones sociales sino que ofrezcan una versión
sesgada, muy poco pluralista, más preocupada en otros objetivos como pueden ser
el descrédito de medidas adoptadas por autoridades y responsables
institucionales. Esos mismos llegan a cuestionar abiertamente a quienes se
expresan en su condición de científicos.
De esos estudios citados, se desprenden algunos datos llamativos
que confirman un cambio de usos o hábitos en el consumo de la información. La
Oficina de Justificación de la Difusión (OJD), una de las tres divisiones de
Información y Control de Publicaciones (Introl), por ejemplo, destaca que en el
mes de marzo se incrementó sensiblemente en la práctica totalidad de los medios
el número de usuarios, páginas vistas y visitas. Solo treinta y ocho, de
cuatrocientas cabeceras digitales de nuestro país, registraron caídas. El
bloque de los digitales regionales o locales tiene un incremento del 88 % en
sus web, con más de dos millones de páginas vistas. Destaca, por cierto, en
este sentido, el aumento experimentado por El Espanol, hasta los doscientos
ochenta millones de páginas vistas.
La otra firma que lleva a cabo estudios de este tipo es
Comscore que, a diferencia de Introl, no realiza una medición total basada en
los registros de ‘Google Analytics” que verifica, uno a uno, los ordenadores
que se conectan a un medio y las páginas que se leen en cada sesión, sino que
hace una selección o muestreo que algunos especialistas consideran de difícil
comprensión. Sería muy conveniente, en ese sentido, unificar la metodología de
medición para ganar transparencia y contrastar cifras. Pero según Comscore, que
trabaja tras un convenio entre la la Asociación para la Investigación de Medios
de Comunicación (AIMC) y el foro especializado IAB Spain, el aumento de los
medios en España fue durante el pasado marzo del 59 %. Por tipología de medios,
el mayor crecimiento porcentual, hasta un 158 %, se produjo en los medios
locales, mientras que en los medios generalistas alcanzó el 87 %. Pero la
conclusión más significativa de esta firma (y volvemos a las preguntas del
principio) es que la fuerte recesión en la publicidad pone en cuestión un
modelo de prensa impresa que, precisamente, intentaba mejorar sus números en el
presente año a base de suscripciones digitales.
Habrá que volver a revisar el modelo de negocio y los
soportes de difusión.
Día 33 de la alarma
Cuando nos levantamos, hay hasta seis efectivos del
servicio municipal de parques y jardines que hablan y trabajan en el
acondicionamiento de los parterres del paseo perimetral interior de la plaza
del Charco. A media mañana, ya luce esa tarea. Es curioso, la plaza, pasara lo que
pasara, siempre fue objeto de mimo por parte de los gobernantes y responsables.
Ahora, sigue siendo el centro del pueblo, aunque no circule gente, aunque no la
atraviesen. Bueno sí, solo quienes sacan a pasear sus perros. Nunca se vio a
tantos.
Hay ligeros repuntes en las cifras de los registros
habituales. Los especialistas consultados hablan de cierta normalidad en ese
hecho, de ahí su cautela, expresada a lo largo de días pasados, a medida que se
conocían indicadores de cierta mejoría. Son números que impactan, claro. Los
números de un efecto devastador. Por ejemplo, el de los trabajadores sanitarios
contagiados de COVID-19 en Canarias, que ya son cuatrocientos ochenta y ocho y
representan el 24,5 % del total.
Y las consecuencias: el panorama, desde donde quiera que se
mira, es preocupante. Los más negros nubarrones dominan sobre cualquier sector
productivo. El campo resiste, dicen, pero los testimonios de los agricultores
son inquietantes. Algunos venden o trasladan a domicilio parte de sus cosechas,
se asocian, buscan furgones. Piden la apertura de mercadillos, hacen modestos
anuncios en redes sociales. O donaciones. Es probable que tiren o arrojen
productos perecederos. En cualquier caso, el abastecimiento, como se ha
repetido por responsables de distinto nivel, está garantizado.
El escenario previsto en el sector turístico es que el año
acabe con una sensible disminución de turistas: de dieciséis a tres millones de
visitantes. El desplome del Producto Interior Bruto (PIB), hasta un 28 %, es
otra referencia de la magnitud de las consecuencias. Normal que en las
presentes circunstancias predomine la preocupación. Y no cuestión, por cierto,
de apremiar la reapertura ni experimentar con ella. La seguridad personal y la
salud, primero que todo. El Puerto, por cierto, prepara un plan financiero para
dar cobertura y garantizar la viabilidad de las medidas para paliar la crisis
económica. Habrá que ser muy realistas y consecuentes para saber hasta cuándo y
dónde resiste el gasto municipal.
Jesús Manuel Hernández anuncia que reaparecerá ‘desde la
corona’. Al ‘profe’, ya jubilado, se le echa de menos. Pero se respetan los
retiros porque ahora, seguro que volverá con más fuerza, con sus comentarios y
análisis que alardean de sensatez y campechanía. Con verdades contundentes y
con humor que hacen más llevaderos los infortunios (por supuesto, el azote de
la desinformación) que padecemos por estos pagos. A modo de avance, nos
anticipa la siguiente estrofa:
“La pandemia, sin vacuna,
nos indica Salvador,
y pienso que, a lo mejor,
él está pensando de una
bien cercana y más porcuna,
que azuza la inteligencia
con su carga de violencia
verbal y de incitación
a la tirria en plan hampón
para solaz de su audiencia”.
Adelante, ‘profe’, que hay mucho por describir todavía. Y
si es en lenguaje poético, mejor. La cantidad de gente que se ha aprendido el
“Resistiré”. La cantidad que se asoma con una sonrisa a los balcones a
aplaudir. La cantidad que sigue aguardando buenas noticias.
La esperanza nos mantiene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario