Javier Lima Estévez. Historiador
Con el transcurso de los años y las incursiones que
realizamos respecto al pasado realejero, advertimos y somos conscientes, cada
vez más, de la enorme huella, trabajo y esfuerzo que tantos hombres y mujeres,
naturales de un mismo núcleo que durante tanto tiempo permaneció partido en
dos, han dejado en el transcurso de la historia. Esta semana despedíamos a uno
de sus destacados hijos. El sacerdote don Gonzalo Morales Hernández (1938-2020)
nos decía adiós. Atrás queda su labor encomiable en diferentes parroquias
canarias y, especialmente, en el territorio venezolano por el que tanto trabajó
y por el que, seguro, seguirá siendo recordado.
Apunta don Rafael Yanes Pérez, en su trabajo Autobiografía del Fundador y Director del
Colegio San Agustín, algunos detalles que nos permiten tener una
aproximación al perfil biográfico del recordado sacerdote. En su lectura
advertimos que, desde su infancia, nuestro biografiado, con gran esfuerzo y
tesón en el estudio, acumuló altas calificaciones y, además, con el fin de materializar
esa máxima latina de mens sana in corpore
sano, promovió entre sus compañeros la creación de un equipo de fútbol que
llegó a figurar en la 3º categoría, entrenando en el campo situado en el
Barranco Godínez.
El camino futuro del joven no se anunciaba claro tras el
final de su etapa en el Colegio San Agustín. Las dudas e incertidumbres sobre
tan importante decisión, que afectan a cualquier joven, no iban a ser en su
persona una excepción. Sin embargo, la vocación sacerdotal sería su camino. En la
culminación de ese acto, le acompañaron como padrinos don Rafael y su esposa,
doña Margarita (incluimos en el presente artículo una imagen que forma parte de
la obra de don Rafael y que recoge tal momento).
La labor sacerdotal de don Gonzalo se proyectaría en núcleos
como la capital palmera, Puntallana, Puntagorda y Tijarafe, según se advierte
en la reseña biográfica publicada por Nivariense
Digital. También prolongó su labor en territorios americanos, siendo
ejemplo de ello Santo Domingo (donde se licenció en Educación) y, por supuesto,
Venezuela. En el territorio tan vinculado a la presencia canaria trabajó en un
Liceo público de la propia capital. También ejerció como sacerdote en la ciudad
de Guarenas. Emotivo acto se celebró en la plaza de la Iglesia de la Cruz Santa
coincidiendo con los veinticinco años de su ordenación sacerdotal. Allí,
durante su transcurso y teniendo don Rafael una carta de felicitación, el
protagonista le solicitó que procediera a su lectura ante el público presente.
Huella importante del perfil intelectual de don Gonzalo se
advierte en la publicación de su representativo libro sobre la emigración
canaria, en 1996, bajo el título Fugados
en velero (La historia de La Elvira).
Para don Rafael, la trayectoria del sacerdote y maestro realejero
se llegaría a resumir en tres sencillas frases: “amor a su familia, amor a su
pueblo natal y amor sin límites al prójimo”. Un perfil, un ser, que destacó
ante su “compromiso por lo social, su dedicación al trabajo, a la enseñanza, su
entrega hacia los más humildes y los más necesitados”. Descanse en paz.
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