Rosario Valcárcel, poeta y narradora.
Hemos empezado el 2023 con
despedidas, con adioses a escritores como Elena Huelva, Martin Amis, Alexis
Ravelo, Antonio Gala, Manuel Díaz Martínez, Antonio Abdo. Milán Kundera. Luis,
Muñoz. Y apenas hace un mes, despedimos,
a un gran coleccionista de arte, comprometido y presente en la vida
cultural de Las Islas Canarias: Diego Casimiro.
Un hombre que se dedicó a vivir la aventura del coleccionismo, obras de
arte, piezas notables de pintores de la talla de Miró a un Julio Viera Fleitas,
residente en Palma de Mallorca, San Juán Tarré, Joan Jandró o un Miquel Barceló,
de artistas plásticos y fotógrafos que viven por las islas como Manolo Ruiz,
Ángel Gustavo Cabrera, Isabel Echevarría, Emilio Almoguera, Elena Robaina, Emilio Machado entre muchos,
muchos más.
Durante más de un lustro Diego se sumergió en un
proyecto de arte, representando a artistas plásticos, fotógrafos,
poetas, narradores. Organizó actos en
museos, galerías y salas dentro y fuera de Gran Canaria. Invitaba a músicos, a
cantantes líricos como la soprano Alma Anduix, artistas de ballet,
profesionales del mundo de la cultura e incluso de la política. Y tuve la
suerte de acompañarlo siempre y realizar las críticas de arte en un viaje de
ensueño. No me da tiempo a detallar lo vivido en las presentaciones de
Los Llanos de Aridane, La Palma, con obras entrañables de Abdoulaye Diop,
Zoraida Rodríguez, Gloria Esther Rodríguez, Arsenio Morales, Luz Sosa, Eva Lilith… Y hablando de viajes, también asistimos al Sexto Encuentro de la Isla en
Verso en Cuba. Y Diego visitó Galerías, Salas de Exposiciones y Centro
Culturales. Realizó entrevistas con técnicos, opiniones y posibilidades de
futuras colaboraciones entre Canarias y Cuba.
Y cómo olvidar las colectivas de arte como Mujeres en la Novela de Galdós, Grito de mujer, Estrellas del Cine de
Oro Mexicano - Colección a Andrés Padrón,
Homenaje a Néstor o Poemas al mar. Individuales como de Senegal a Gran
Canaria o el Homenaje a Domingo Rivero. Y como olvidar la espléndida
colaboración que realizaba con la ONG Nuevo Futuro, o los meses que dedicaba a las
exposiciones, a la selección de las obras, a conocer perfectamente lo que iba a exhibir, a la búsqueda constante de lo
extraordinario, a entusiasmar a los visitantes llevándolos de la mano en una
visita guiada de búsqueda, experiencias y descubrimientos. La trayectoria vital, la dedicación a la
cultura, todo lo que realizó. Lo vivido.
Recordaré a Diego como un ser cercano, generoso,
comprometido con el mundo, vestido con trajes de chaqueta, sombrero de paja y
como seña de identidad: su corbata de pajarita. Conversador, hablaba de
religión, de la resurrección, de la existencia del alma, donde fraguaba su
necesidad de espiritualidad. Relacionaba hechos distantes y diferentes, relatos
de viajes, lo cotidiano con lo esotérico. Y sobre todo le gustaba hablar de su visión
de la política, ingenioso, obstinado y sarcástico, con un humor audaz, presentaba
el conflicto de aquí y de allá con diálogos penetrantes que alcanzaba lo sublime
o lo polémico.
Ocupó también un puesto importante en el grupo del ajedrez. Fue
vicepresidente de la federación y organizó doce trofeos internacionales y otros
más de gran relevancia en Canarias. En estos últimos años, con poca salud se
jugó el tiempo y organizó, junto con su hermana Blasi, numerosos torneos
internacionales de ajedrez a modo on line
y presenciales.
Ahora, cuando apenas ha pasado un mes de su marcha, revivimos aquellos
momentos que nos indican la categoría humana de Diego, la mirada atenta, la
generosidad y la amistad incondicional con los amigos, los días que celebramos
cenas, aniversarios, encuentros, confidencias, la existencia. Nunca olvidaré
los instantes en que evocaba el origen de su apellido, en que recordaba a su
abuelo, a sus padres, su infancia o su aprendizaje en la vida. El pudor y el
orgullo que sentía al hablar de sus hijos. Todo un caballero frente a las
mujeres: Nunca olvidaba ponerle el abrigo a sus amigas, regalarles flores, abrirle
la puerta del coche o darle su asiento.
Pero todo puede cambiar en cualquier momento, casi de repente y para
siempre. De hecho, uno de los días que lo visitamos en el hospital, sentí que
latía una esperanza amarga, que se terminaba su vida, que asomaba el vacío
terminal. Y de pronto me confiesa:
- Esto se acaba. Ven, dame un abrazo de despedida.
-Yo no quería abrazarte, - ¿Recuerdas?
No estaba preparada para ese adiós, porque cómo se prepara uno para la
despedida de un amigo tan querido. Finalmente nos abrazamos con ese abrazo
apretado que tanto me gusta y, me sentí arrasada por el inevitable encuentro
con la muerte, con el destino, pero hoy sé que, desde el cielo, seguirás
enseñándome a mover las fichas de esta difícil partida que es la vida.
Rosario Valcárcel, poeta y narradora.