Lorenzo de Ara
De Torra cualquier cosa. Y siempre mala. La hijoputez
diaria de una persona mal hecha desde dentro.
Leo en uno de los editoriales de El Mundo, “Si el Gobierno
sigue permitiendo este maltrato al Ejército y la Guardia Civil y que no
funcionen estos hospitales de campaña que pueden salvar tantas vidas, será
cómplice de una indignidad que le inhabilita para seguir al frente de esta
crisis.”
A Sánchez le resbala que se junten redactores para escribir
editoriales acusándole de ser cómplice. ¡Uf, cómplice! Ya lo estoy viendo.
Temblando, asustado, arrugado en un asiento, apenas con un hilo de voz pidiendo
a Iván Redondo que intente arreglar “por las bravas” el atropello, ¡qué
atropello!, la ignominia de los medios de comunicación del fascismo español.
No hay pupa, redactores.
El hombre que caga y mea en la Moncloa está por encima de
editoriales, palabras, gestos, ruegos, genuflexiones, por encima también de la
oposición democrática a la que pastorea como quiere, consiguiendo de ella el sí
de los perros.
De Torra ni una palabra. Aquí no. Al proyecto de hombre al
frente de los destinos de Cataluña que lo alimenten otros, aunque vivan
convencidos de que el odio en él instalado está perdiendo fuerza y ya muere,
con los pulmones sin aire, con un virus de mercadillo chino que apesta a perro
rabioso.
Y si quieren ustedes saber lo que es odio del malo, odio de
la peor clase, fabricado en lo más profundo y hediondo de un alma negra, lean
hoy a Jorge M. Reverte en El País. Es una prolongación de Sánchez, el presi. Para
el redactor de la columna infecta, el virus no es tan dañino como esa derecha
que da el sí, y además aplaude desde los balcones.
Y es que Reverte considera que el aplauso a los de las
batas blancas es propiedad de la izquierda, y la sanidad pública, y la
educación pública, y el bien común, y la justicia social, ¡y la vida!
¿Por qué el coronavirus no se lleva sólo a los votantes del
PP, Vox y Cs? A lo mejor se hace la pregunta Jorge M. Reverte. Y esa misma
pregunta se hacen también los animales del rojerío nacido en cualquier matadero
sin licencia, esos que jalean su deseo de muerte en Facebook, acompañados por
el gacetillero que más sabe de odio, pero con la máscara de mosquita muerta.
ABC, para el que sabe leer, aporta un granito de arena para
que la lucidez no se apague. “España es el país del mundo con la mayor tasa
relativa de fallecidos por número de habitantes, y no hay ni una sola nación en
todo el planeta que tenga a más de 20.000 miembros de su cuerpo sanitario
contagiados por el virus. Todo en Sánchez es autocomplacencia, y trata de
construir el guion de una gestión óptima que no es tal, porque España ni
siquiera conoce aún el número real de muertes, y eso es muy grave.”
Los Pactos de la Moncloa que el presi quiere poner en
marcha ya están muertos. Y no han nacido. Muertos porque el presi representa la
muerte política. Y un muerto político sólo crea muerte, gusanos, pestilencia.
Me niego a aceptar que 47 millones de españoles estén, como
Sánchez, muertos políticamente; que son gusanos contagiando enfermedades,
suplicando desde el abismo del odio una esclavitud sin ojos.
O muere la política de Pedro Sánchez, o la vida tal y como
la conocemos se irá a la mierda.Se irá a la mierda la humildad, la
transparencia y la cercanía, palabras que en boca del socialista ya nacen
muertas. ¡Siempre la muerte!
Escribe Carlos Herrera que “…de ese enorme embustero de
Pedro Sánchez nadie en su sano juicio se puede fiar.”
¿Por qué Pablo Casado dio el sí?
Adriana Lastra tiene la respuesta.
La estatalización de la vida ya es un hecho.
Hasta la muerte se ha estatalizado en este cementerio con
balcones que aplauden, engordando al gran farsante que niega el luto oficial,
dejando nacer la risita de la hiena en el Congreso.
¡Y la hiena siempre ríe mientras devora!
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