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domingo, 12 de abril de 2020

HUNDIMIENTO DEL TITANIC



Evaristo Fuentes Melián

(Comentario sobre un reportaje de televisión emitido el 5 abril 2020). Ahora que estamos en plena campaña anti virus, es la oportunidad para recordar algunas catástrofes históricas de mayores dimensiones.
    
Una de ellas fue el hundimiento del  Titanic, que  quedó depositado a cuatro mil metros de profundidad en el Atlántico Norte.  La fábrica del Titanic estuvo condicionada por una lucha entre las grandes empresas navieras para competir, a ver quién los hacía más grandes y más lujosos.
    
El Titanic zarpo de Southampton (Inglaterra), hizo escala en Cherburgo (Francia) y en Queens Down (Irlanda), para recoger algunos pasajeros. En total, mil trescientos pasajeros  y novecientos tripulantes. El fatal accidente se produjo a 580 kilómetros de distancia al sureste de San Juan de Terranova.

El trasatlántico Titanic se hundió la noche del 14 al 15 de abril del año 1912.  Sin embargo, no se descubrió visualmente su lugar en el fondo del mar, hasta pasados setenta (70) años. La primera expedición que lo descubrió fue en los años ochenta. Ha habido un total de veinte expediciones, todas han traído su recuerdo a modo de pequeños objetos materiales, reliquias que acompañaron al Titanic en su hundimiento.

La última expedición, año 2019, que es la protagonista de este reportaje que nos ocupa, fue la más y mejor preparada con tecnología punta, muy superior a las anteriores.

Primeras preguntas:

¿Por qué el capitán del buque iba tan deprisa, a toda máquina,  por una zona del Atlántico Norte, en que se podía tropezar (¡nunca mejor dicho!) con algún iceberg?

¿Fue la catástrofe debida a un fallo de diseño o a un fallo de construcción?

¿Eran débiles los remaches de la estructura del barco? ¿Por qué se soltaron al ‘enfrentarse’ con el iceberg? ¿Fueron de fabricación débil o de colocación indebida no bien rematada? Estas preguntas quedan contestadas con que las pruebas posteriores en laboratorios mecánicos dieron resultados aceptables.

Anécdotas.- Si nos vamos al terreno de lo tristemente anecdótico, tenemos el caso Benjamín Guggenheim, un señor ricachón de empresas mineras, que embarcó con parte de la familia y sirvientes, y cuyo tataranieto formó parte ahora invitado a la expedición de 2019. Cuando Benjamín se percató del trágico final, entró en su camarote, dejó el salvavidas y se vistió con sus mejores galas, dispuesto a morir en el hundimiento. Por el contrario, otro  señor poderoso dio a conocer a voz en grito, su alta categoría social, para hacerse con un sitio en la primera lancha que fue descolgada (a pesar de que lo reglamentado es “las mujeres y los niños, primero”). Una señora bien vestida de lujo, de la alta burguesía, fue de las primeras a quien ayudaron a montar en una lancha. Entre estas anécdotas, se puede contar también la de un señor muy adinerado, con empresas e influencias en varios continentes, que cuando embarcó puso un nombre de identidad falso. Iba dando la vuelta al mundo en varios tramos, acompañado de una amiga, sin que su esposa y familia lo supieran. El capitán del barco, se hundió con el Titanic, como era su deber… Ahora en estas expediciones, la bañera de su camarote apareció completamente impoluta. El novedoso servicio de transmisiones telegráficas (Marconi) de aquellos tiempos, apareció ahora totalmente deteriorado e inservible. 

Se comprueba que el buque se partió y se observan miles de piezas y pequeños restos desperdigados, a lo largo de unos 800 metros de distancia, entre la proa y la popa. 

A pesar de las miles de fotografías con tecnología punta, sacadas de una amplia zona de varios kilómetros cuadrados en el fondo del mar, aún quedan cientos de piezas que no se han podido recomponer ni identificar en su totalidad por  ingenieros especializados. Aparecen intactos platos, utensilios de cocina y pertenencias personales de los pasajeros, y hasta una puerta giratoria de los salones del barco.

El Titanic, el pecio del Titanic, correrá el peligro a lo largo del tiempo, de verse cubierto paulatinamente de tierras movedizas, que constituyen el fondo del mar en esa zona atlántica.

La noche del hundimiento fue una noche de calma chicha, con un cielo lleno de estrellas pero sin luna. Los dos vigilantes de guardia miraban hacia adelante y se percataron de que, de repente, las estrellas empezaron a ocultarse, pero al poco rato se sorprendieron asustados, puesto que  el ocultamiento de las estrellas no era por una nube, sino, ¡horror!, por una montaña de hielo, un enorme iceberg. Dieron la alarma con la campana, y los timoneles intentaron a duras penas desviar el rumbo lejos del iceberg. Pero ya era tarde y no hubo tiempo para impedir que el iceberg rozara, rajara al buque por un costado a lo largo de varios  metros. Empezó inmediatamente a entrar agua en cantidad. El ingeniero constructor que también iba a bordo calculó que tardaría  un par de horas en hundirse irremediablemente.

Las distintas clases de pasajeros nunca se mezclaban, eran compartimentos y pisos o plantas distintas, cerradas e incomunicadas entre tercera, segunda y primera clases. Sin embargo, en los comedores de segunda clase se comía exquisitamente, como pudieron comprobar las familias de medios escasos y su condumio en la vida corriente.

Lamentablemente debemos hacer hincapié en la falta de lanchas salvavidas suficientes para todos los pasajeros y tripulación al completo en caso de accidente catastrófico; solo había lanchas aproximadamente para la mitad. Y así quedó escrita,  esta triste historia.

Esta última expedición en 2019, ciento siete años después del hundimiento, ha sido la más completa, con especialistas científicos de varias ramas. Ecologistas microbianos, Historiadores visuales, Investigadores especialistas en accidentes…

Un vehículo de última generación tecnológica fue el primero en sumergirse con un solo tripulante. Tardó en llegar al fondo del mar, junto a los restos del Titanic, una hora y media.

Entre pasajeros y tripulantes iban más de dos mil personas.  Mil quinientas perecieron. Se comprueba que el buque se fracturó y se encuentran objetos personales, vestidos,  vajillas, ropa…

Habrá que realizar una segunda fase de investigación forense. La popa está muy dañada, quedó destrozada por el impacto en el fondo del mar. Las bacterias prosperan;  se han habituado en carámbanos de oxido a ‘comer metal’…

Aún queda erecto el pescante final de la última lancha. Pero solo había veinte lanchas en el buque, menos de la mitad de las necesarias para el total de pasajeros y tripulantes.

Vehículos submarinos autónomos no tripulados hicieron miles de fotos. Fue un barrido por tiras largas, de similar modo a como se  poda un terreno de césped en un extenso jardín.  También colaboraron en esta última expedición en busca del Titanic, dos robots, cuyos nombres <Ginger> y <Mariam> corresponden a dos mujeres que iban en el Titanic. Son robots inteligentes, marca AMV. Estuvieron una semana recogiendo datos. Por vez primera se puede contemplar ahora, en reproducción fotográfica tecnificada, toda la zona del desastre, y hay cientos de piezas aún por identificar.

La proa quedó casi intacta; la popa, a casi un kilómetro de distancia, bajó al fondo del océano haciendo círculos en rotación espiral y quedó destrozada por el impacto.

En esta última expedición de 2019 se fabricó una plataforma de grandes dimensiones, fabricada con el mismo material que el Titanic, y se depositó en el fondo del mar, para que a lo largo de los años venideros vaya siendo inspeccionado su deterioro paulatino en nuevas expediciones futuras. 

Epílogo fatal en conclusión:

23.40 horas del día 14 de abril de 1912, y 2.15 horas de la madrugada del día 15. Eso tardó el Titanic en hundirse para siempre.

ESPECTADOR

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