Lorenzo de Ara
Por cierto, señor presidente del Gobierno de España, a mí
no me tutee, ¿vale?
No lo vuelva a hacer. Me fastidia.
¡Que no me tutee le digo!
Y sigo muy cabreado con los ciudadanos esclerotizados. Lo
ignoran todo. No se cansan de repetir consignas.
En mi pueblo, los viejos sociatas y los jóvenes palurdos
del mismo árbol retorcido y grotesco, se desgañitan con consignan de muerte.
¿Un futuro con esta gentuza?
¿Otra vez compartir calle, aire, días, semanas, meses y
años?
Nunca, va en serio, he temido a la muerte.
Temo mucho más la ruina social impuesta por generaciones de
viejos y jóvenes sociatas con el estalinismo en vena.
Sus hueras palabras me enferman.
¡Y su lacayismo!
¿Se acuerdan ustedes, sociatas inteligentísimos, cuando el
machismo mataba más que el coronavirus? Incluso los limpios caímos en una
mentira que hoy mata. Pasábamos de los chinos, los coreanos, los japoneses y,
sobre todo, pasábamos de los italianos.
La dictadura que se implanta con psoe y Unidas Podemos al
mando de este Titanic al que llamamos España, afecta ya directamente a los
periodistas. Muchos callan y agachan la cabeza para seguir comiendo. ¡Los
comemierdas de toda la vida! Otro, libres, condenados a pagarlo muy caro, se
revelan. Yo, humildemente, me encuentro en entre ellos.
Después de 32 años ganándome la vida con esta puta
profesión, decido no comer de la mano del que quiere domesticarme.
Escribe Jorge Sainz en Vozpópuli: “Los medios de
comunicación no estamos para contar lo que quiere el Gobierno que contemos.
Hacemos un flaco favor a la sociedad si convertimos nuestras portadas e
informativos en una sucesión edulcorada de imágenes vacías, curvas impersonales
y música del Dúo Dinámico. Queremos saber qué pasa con el material que no
llega, por qué compramos pruebas que no funcionan, por qué hemos fallado, por
qué nuestra sanidad ha colapsado, por qué está muriendo tanta gente, por qué no
actuamos antes cuando pudimos. Los periodistas y los medios de comunicación
vivimos momentos tan difíciles como todos. Somos conscientes de que el daño
económico de esta pandemia para el sector será en muchos casos irreparable por
el hundimiento de la publicidad. Nos preocupa, como a todos, el presente y el
futuro. Vivimos encerrados, tenemos amigos y familiares golpeados por la
enfermedad; tenemos alquileres, hipotecas, hijos y personas mayores a nuestro
cargo como cualquiera. Nos podemos incluir en el grupo de los primeros interesados
en que la crisis acabe cuanto antes. Queremos que las cosas vayan bien. Y al
mismo tiempo, tenemos el deber y la obligación de informar sobre lo que está
pasando. El coronavirus es la historia periodística de nuestras vidas, y la que
va a marcar a toda una generación. La gente, recluida forzosamente en sus
casas, nos está mirando más que nunca. No sirvamos a los intereses ideológicos
y empresariales de esta trinchera infinita en la que se han convertido algunos
medios de comunicación. Es muy grave que el Gobierno no deje a los medios
preguntar de forma directa. Es preocupante la falta de libertad para poner a
los ministros frente al espejo de sus propias contradicciones. La verdad no
está en las moralinas del presidente. Y tiene todo el derecho a hacerlas. La
reivindicación de centenares de periodistas que firmaron un manifiesto para
algo tan simple como poder preguntar sin que nadie del Gobierno filtre y
seleccione las preguntas ha chocado con la negativa de La Moncloa a tomar las
medidas que se reclaman. No les hagamos el favor de comprar su propaganda.”
La pandemia mata asquerosamente. Y a un hombre,
hombrecillo, que responde al nombre de Pedro Sánchez, “le preocupa retener el
poder, aunque sea a costa de una inaceptable tentación autoritaria”, periódico
El Mundo.
Porque ciertamente (ser autodidacta me confiere esta
autoridad) “años de educación no garantizan ciudadanos pensantes”, como asegura
Maite Rico. ¡Si lo sabré yo!
Y es que Pedro Sánchez no alcanza siquiera el 30% de
fiabilidad. ¿Doctor?
José Ignacio Torreblanca usa el martillo: “…la tecnología y
la conectividad han llevado a la Ilustración a un nuevo momento de gloria y más
a una Edad Media llena de juglares, charlatanes y timadores que aprovechan la
peste para darse importancia y ganarse unas monedas.” En realidad hace
referencia a la abundancia de falsos medios de comunicación en internet.
Si el social-comunismo tiene fácil hacer callar a 47
millones de individuos en una península europea, la pestilente omnipresencia de
las redes sociales es el anticipo de la gehena.
P.D. Aplaudamos otra vez esta tarde. Vale, yo también, pero
susurremos, por lo menos la palabra “dimisión”. No estoy pidiendo una
cacerolada. “Dimisión”, bajito, como el buen creyente habla con Dios.
Recordemos que san Juan de la Cruz era un gran hombre de escasa estatura,
débil, enfermo, diezmado tras encarcelamientos injustos. ¿Seremos nosotros
algún día, antes de mayo, tan valientes como lo fue el poeta y santo místico
español? Repite conmigo: dimisión.
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