Lorenzo de Ara
Ahora no sé, al comienzo del texto, si es mejor formular
una pregunta o con osadía ante lo que pueda pasar decir que al gobierno de
Pedro Sánchez le importamos una mierda.
Un conocido me pide que haga el esfuerzo de fijarme en las
ojeras de Sánchez.
Es evidente que, para participar de su verdad, lo primero
que he de hacer es aceptar las ojeras de Sánchez como animal de compañía.
Y esas ojeras deben provocar en mí una quemazón en el alma.
Compungido el corazón.
A las puertas de Moncloa implorando el perdón ante tantas
críticas injustas, crueles, fanáticas y antipatrióticas. Inhumanas.
¡Pero a mí las ojeras de Pedro Sánchez me importan una
mierda!
Del hombre que dirige los destinos de España, increíble,
pero cierto, sólo me interesa saber el día y la hora en que presentará la
dimisión. Porque en ese día y a esa hora España volverá a tener un resquicio de
esperanza.
Quien crispa, quien se ha convertido en un enemigo de la
salud, de la economía y del bien común, no es otro que Sánchez.
La desescalada de la tensión que solicita debe comenzar por
su exilio al desierto de Atacama.
Que lo suelten con la suficiente agua y el suficiente pan
para que descubra el infierno que anida en esa cabeza, verdadera fábrica de
horrores.
Uno de los despropósitos es pretender que hagamos nuestra
la criminal gestión que desde la Moncloa se está perpetrando ante la matanza
que provoca la Covid-19. No Sánchez, quede claro.
Sánchez en sí mismo es el gran bulo, la gran fake, a quien
Marlaska debería perseguir, o como asegura el de Interior, “monotorizar”.
¿Hay mayor bulo infecto que la comparecencia semanal del
presidente en las televisiones?
¿Quiénes difunden mentiras y tratan a los españoles como
menores de edad en esta crisis? Sus ministros.
Ay, Margarita, cuán sola estás en el Ejecutivo, pero
acompañada de militares fieles a España, a la Constitución, al Rey y al pueblo
soberano.
No hay conferencia de prensa en la que no desparramen el
vómito mayor de falacias de la democracia española.
Europa sabe quién es Pedro Sánchez.
Y Europa, vaya por delante, viene tocándome los huevos hace
tiempo.
Quiero más de esa Unión Europea que se asemeja cada vez más
a un club de desolladores de los más humildes.
Pero entiendo que entregar dinero al sanchismo es lo mismo
que pretender educar en economía al “doctor” y al social comunismo
esquizofrénico.
No hay Pactos de la Moncloa que valgan, pero sí mucha
Adriana Lastra echando espumarajos por la boca.
Y ver a Ábalos y a la portavoz del psoe partirse de risa en
el Congreso es la imagen perfecta de la desnutrición intelectual de un
socialismo a años luz de la realidad.
Si los españoles han de ser la viva imagen de este
gobierno, no cabe duda de que tras la pandemia sufriremos el vaciamiento
existencial más deconstructivo.
“Si no eres comunista, no eres buena persona”. Eso dijo
Monedero no sé a quién. A mí no.
Si a mí me sale con esa, le suelto que tiene delante a un
hombre con un gran corazón, que cree a pies juntillas en la justicia social, en
la democracia liberal, en la cultura judeocristiana, y ya de paso le suelto
también que se vaya a tomar por el culo, recordándole, eso también, que su
comunismo ha matado a más de 130 millones de seres humanos.
Mientras no cambiemos de gobierno, por las buenas, pero por
las bravas en las urnas, España seguirá estando maldita.
Porque el social comunismo no es una gripecilla. Es mucho
más.
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