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sábado, 26 de septiembre de 2015

SIGFREDO REYES MARTÍNEZ EN EL RECUERDO


 Agustín Armas Hernández.

Nuestro buen amigo Bruno Juan Álvarez Abréu, ha   destapado  el baúl de los recuerdos. Ha  vuelto a sacar a la luz escritos dormidos, que en su día dedicamos,  después de su defunción,  a personajes  muy queridos del puerto de la cruz; que, por su popularidad y  valía, no olvidaremos nunca.  Conviene que afloren para que las  nuevas generaciones  se enteren  y tomen ejemplo del bien y buen hacer de estos ciudadanos que ahora ya no están entre nosotros.  Veámos   hoy, y en días sucesivos,  algunos de estos escritos en recuerdos de estas personas que tan apreciados y admirados eran en el Puerto de la Cruz y pueblos de su entorno.

Reorganizando archivos de mi ordenador que se me extraviaron por un fallo fortuito sin querer, me encuentro un interesante artículo personal que en su día me mandó el amigo y convecino del Puerto de la Cruz Agustín Armas Hernández, sobre el perfil de un portuense – orotavense Sigfredo Reyes Martínez, hijo de Don Juan Reyes Bartlet, músico, compositor, director, poeta, etc. (gran amigo de mi abuelo materno Bruno  Abréu Rodríguez) y doña Edelmira Martínez Reyes, de cuya unión nacieron cinco hijos: Leticia, Yolanda, Isolda, Ramiro, y Sigfredo Reyes Martínez.


A Sigfredo le conocí siendo aún un niño de seis o siete años, que subía en su moto a la Orotava, con sus amigos Delfín Padrón Jordán (fallecido – mi cuñado) y Paco conocido por “El Rubio”, subían a enamorar con tres entonces jóvenes de la Villa de La Orotava. Sigfredo y Delfín casaron pero Paco conquistó un nuevo y definitivo amor en Icod de Los Vinos. La Moto la dejaban en el salón industrial de mi padre Juan Álvarez Díaz en la calle El Calvario, y cada uno iban a sus respetivos amoríos, regresando al Puerto de la Cruz de madrugada. De este trío, en el Puerto de la Cruz, el grupo era mucho mayor en componentes; Pepe y Enrique Martel, Domingo Perera, Pepe Casiano, Antonio Robles, Chano Miranda, Ignacio Torrents, Peri Real, Luis Espinosa y muchos otros.

A Sigfredo le conocí como funcionario - apoderado del Banco Hispano del Puerto de la Cruz (había estado en las sucursales dé; La Orotava, Icod de Los Vinos y Guía Isora) y a su padre don Juan Reyes Bartlet como musicólogo (el autor de “María Adela”, composición lirica popular canaria) muy amigo de mi abuelo materno y padrino Bruno Abréu Rodríguez, músico durante muchos años de la Banda Municipal de La Orotava y de Icod de Los Vinos.



Sigfredo se casó en el mes de Enero del año 1958 en La Orotava con la entonces guapa y joven dama villera Ana María Reyes Duclos, fue el primero en casarse del trío de enamorados, tuvieron cinco hijos (Ana Edelmira, Maribel, Sigfredo, Juan y Marta Reyes y Reyes), aquí en la Villa se quedó a vivir (antes lo hizo en Guía Isora) y aquí falleció cuando menos lo esperábamos.

El amigo y convecino del Puerto de la Cruz, a raíz de su muerte escribió unas semblanzas que tituló “IN MEMORIAM. DON SIGFREDO REYES MARTÍNEZ”: “…Del enlace matrimonial, de don Juan Reyes Bartlet, músico, compositor, director, poeta, etc. con doña Edelmira Martínez Reyes, nacen cinco hijos. Tres féminas y dos varones. Veámoslo: Leticia, Yolanda, Isolda, Ramiro, y Sigfredo Reyes Martínez; todos ellos muy conocidos y respetados en nuestra ciudad, el Puerto den la Cruz. Hoy nos vamos a ocupar del último mencionado. Y, tercero en orden de nacidos.

Vio la luz Sigfredo, por primera vez, en Puerto de la Cruz, hace ochenta años (año de su fallecimiento). Contrajo matrimonio con  doña Ana María Reyes Duclos. De esa unión brotan cinco retoños. Vamos con sus nombres, según están escritos en el recordatorio que, amablemente, me cedió,  su viuda: Ana Edelmira, Maribel, Sigfredo, Juan y Marta Reyes. Este matrimonio se sentía, y siente, muy feliz con esta prole; que, también, ha dado sus frutos; los nietos.


 ¡Que acontecimiento y casualidad  tan bonito! Doña Edelmira y su nuera, esposa de Sigfredo, dieron a luz  el mismo número de hijos y de sexo. Tres hembras y dos varones. Y, por si fuera poco, coincidentes, ambas,  en el primer apellido. Reyes.

Fue este conocido y querido personaje, portuense, en la década de los cincuenta, (siglo XX) y siguientes, el pescador y marisquero, submarinista, más competente, hábil y audaz de aquellos tiempos idos.

Otro experto, en estas lides, fue Pepe Martel; cuñado de Sigfredo y acompañante en las correrías subacuáticas. ¡Que lastima, ya no están entre nosotros!  Buscaron otros mares, más tranquilos y seguros para pescar. Los eternos.

Atraídos por el benigno clima, de las Islas Canarias,  por su mar azul y transparente; llegaron, al  Puerto de la Cruz, una pareja de extranjeros franceses. Varón y hembra. Venían, además de a conocer las islas, a practicar  su deporte favorito, el submarinismo. Traían en su equipaje, los últimos adelantos para sumergirse hasta el lecho marino. Escopeta, gafas, aletas, tubo para respirar etc., eran algunos de los bártulos que componían su equipo. Dichos aparatos, para escudriñar y saquear las entrañas marinas, no eran conocidos, aun, en estos peñascos nuestros. Eran recién inventados y por ende no vistos por aquí. Algunos de estos instrumentos fueron empleados y perfeccionados en las guerras, europeas, asiáticas etc. De estos artilugios el  que más se empleo fue el tubo para respirar bajo el agua. Más tarde llegarían las aletas, gafas, y, sobretodo, lo que sería el gran invento, la botella de oxígeno. Con dichas Bombonas se podía estar sumergido muchas horas, sin salir  a la superficie. 

La pareja de galos, recién llegados al puerto de la Cruz, se hospedaron en un hotel, muy cerca del mar. El establecimiento Hotelero estaba, y esta, porque aún no ha desaparecido, Ubicado en la zona más atractiva portuense,   San Telmo.

Los fondos marinos de la costa portuense, en aquellos años idos, permanecían en estado virgen; No mal tratados ni saqueados. Muy ricos en flora y fauna. Exuberante, atractivo, reproductivo. Los peces y mariscos, los había por doquier. Bastaba acercarse a la orilla del mar para comprobarlo. El pasear por la ribera marina era una delicia. El olor a  algas  y yodo marino  embriagaba de placer.

El tiempo amaneció muy bueno, con  sol radiante y mar en calma. La playita de San Telmo, apetecía para un baño o practicar la pesca. Así fue que, aparecieron en San Telmo, al día  siguiente de su llegada, la pareja de franceses. Llegaron a los diez y media de la mañana. Venían  con sus atuendos de pesca. Era el mes de Julio. La playita estaba muy bulliciosa, concurrida de bañistas. Muchos se acercaban donde se  ubicaron los extranjeros para curiosear. Todos los  que alrededor se pusieron, quedaban perplejos viendo aquellos aparatos, modernos, de pesca. Entre los curiosos se encontraban, Sigfredo y, su inseparable amigo, Pepe Martel. 

Así fue como empezó una bonita amistad,  de aquellos visitantes al Puerto de la Cruz, con Sigfredo y Pepe; que no concluiría con el regreso de los galos a su tierra, sino que se prolongó a lo largo del tiempo.

Al concluir  las vacaciones, de los extranjeros, en aquel entonces pueblito pesquero, el turismo en ciernes, Sigfredo y Pepe, los futuros  pescadores submarinistas, compraron a los franceses, los aparatos, de inmersión marina. Fue todo un éxito. Con Sigfredo y  Martel, muchos comieron pescado y mariscos frescos, en el Puerto de la Cruz y fuera de él.

Sigfredo Reyes Martínez siempre fue amante de los deportes. De entre sus preferencias y prácticas, la pesca submarina y el fútbol.


Termino su vida laboral en una entidad bancaria, instalada, muy cerca de la popular  Plaza del Charco. ¡Descanse en la paz del Señor Jesús, mi buen amigo Sigfredo!...”

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