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sábado, 19 de septiembre de 2015

NIÑOS HÉROES DE SU GUERRA


Juan Calero Rodríguez

A veces hay lugares en el caminar donde nos quedamos perplejos sin preguntarnos dónde, en qué esquina, en qué gaveta quedó escondida la alegría de la vida, para que unos inocentes niños paguen de una manera tan brutal, toda la maldad de este mundo.
Visitar un aeropuerto siempre me había resultado todo un jolgorio, y lo es. La cara amable que nos recibe en cualquier territorio, o nos da la palmadita en el hombro para que volvamos.
En días pasados, al entrar en un aeropuerto nacional, me enfrenté a la triste estampa de presenciar a un grupo de niños, muy pequeños, totalmente indefensos, enfermos de cáncer, de regreso de la que quizás fueran sus últimas vacaciones acompañados por sus guías. ¡Arduo trabajo el de esas jóvenes chicas guías! Y nos quedamos así, mudos, ante el rostro más cruel de la muerte.
Tristemente parecía un pelotón de mutilados de la guerra, de cualquier otra guerra improvisada por las propias mezquindades del hombre como ser social, portando como trofeos muletas y sillas de ruedas.
Todos los viajeros que accedían a la terminal, pasaban y miraban, nadie se detuvo para saludarlos, hacerles alguna gracia. Yo tampoco, solo lloré. No culpemos a los dioses del Olimpo, somos crueles. Vemos como un mal menor mientras sufren otros cuerpos ajenos a nuestro entorno familiar y se nos hace terriblemente pesado cuando nos afecta directamente nuestros intereses.
De qué sirve el chovinismo latente en la sociedad cuando los medios informativos se hacen eco durante el par de días que abarca el hablar y volver a comentar cualquier hecho fortuito, algún desastre natural o producido por el mismo hombre, donde y cuando hay intereses humanos o materiales de índole nacional. Y cuando se entierran sus muertos nadie más recuerda las desgracias que se continúan padeciendo en otras latitudes. Así vamos de acontecimiento en acontecimiento, siendo encauzados y manipulados por los medios de comunicación a las órdenes de determinados intereses.
Para quién la codicia de los deseos, de la conciencia individual a la que estamos todos sujetos.
y qué será de sus alcancías y de sus pantalones domingueros después de una revolución (Bertold Brecht).
Dónde los rezos por esta humanidad contaminada, que mira a otro lado para no sufrir la agonía de los muros de color avainillado, en niños mutilados, héroes de su guerra.
La palabra enmudece, no hay respuestas para tantas preguntas.

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