Agapito
De Cruz Franco
Cultura
y mercado son dos conceptos hermanos. Ramas de un mismo árbol que surgieron con
la evolución humana por adaptarse al medio con el fin de sobrevivir y
evolucionar. No sabría decir cuál nació primero. Creo que la cultura, con todo
su cosmos de instrumentos con que la mente humana consiguió ir más allá de su
cuerpo y su propio espacio y comunicarse con otros seres humanos así como con
el resto del ecosistema. Y como uno de esos instrumentos poderosísimos, el
mercado. Intercambios y beneficios. En un principio pienso que no tuvo nada que
ver con la dominación y sí mucho con la ayuda mutua. Pero pasada la
adolescencia del ser humano, el egoísmo, o sea el hombre como centro del
universo y al mismo tiempo como plasmación de aquel “homo hominis lupus” (el
hombre es un lobo para el hombre), el mercado invadió completamente el espíritu
del buen salvaje, que quizás nunca fue tal, y lo mediatizó todo.
En
literatura, cuando escribes una obra lo primero que hay que hacer es ir al
registro de la propiedad intelectual a dejar sentado quién es el padre o la
madre de la criatura cultural, ya que en el proceso –que puede durar años- de
su publicación, el mercado puede apropiarse de lo que no le pertenece y
aparecer otro en tu lugar, como le sucedió a Cervantes con aquella segunda
parte del Quijote del tristemente célebre Avellaneda.
Cuando
una obra llega a las librerías, el mercado ha hecho que llamemos libro al
género narrativo, a la novela, mientras que el resto de géneros literarios
(poesía, ensayo, teatro etc.) parece que no lo son y se amontonan en el último
rincón al tiempo que la novela copa los escaparates y la sección de libros más
vendidos, que es siempre la que en una librería te encuentras a la entrada. Con
sus autores ha pasado lo mismo, el mercado ha hecho que cuando hablamos de un
“escritor”, no nos refiramos a quien escribe, sino a quien se inventa un relato
de ficción cuyo epíteto más apropiado es novelista. O escritor de novelas. La
novela es una creación literaria en cuyo interior viaja toda una manera de ver
la vida o una crítica social profunda y bellamente construida, pero la influencia del mercado en la mente
humana está provocando que se tome como un sustituto de la propia vida, de los
propios sueños, una realización virtual de la propia incapacidad por vivir la
vida y satisfacer ese instinto leyendo lo que han conseguido hacer otros y que,
antes, se reducía a escuchar las emisiones radiofónicas de la señorita Pepis o
las series televisivas rosas de la sobremesa llenas de amores y tragedias.
Pero
el mercado literario va a su aire y las “celebrities”, los libros de cocina y
los más variopintos especímenes de los intereses de las grandes editoriales
están ya desbancando a la novela de los primeros puestos de lectura y
reenviándola a los estantes donde les esperan sus compañeros como el ensayo, la
poesía o el drama: en la última o penúltima feria del libro en España, parece
ser que el libro más vendido fue la vida de Belén Esteban, un personaje que,
para decirlo de la manera más educada es tonto del culo, aunque la persona a la
cual hace referencia, no tiene responsabilidad alguna en esa dimensión
cultural, la cual ha sido creada, como ya estarán adivinando, por el mercado, y
que los poseedores de tal dimensión son en realidad quienes la han convertido
así, desde los que se pasan el día pegados a los programas de la televisión
basura, hasta los miles de personas que han adquirido su libro, fenómeno
sociológico que puede expresar muy bien que nos hallamos efectivamente, ante una
mayoría de tontos del culo.
Manda
el mercado. Y la mejor creación literaria no tiene por qué ser la que deciden
sacar a la venta las editoriales, las cuales ya no editan sino que venden. Las
ferias del libro no son actos culturales sino de mercado y no sé qué pintan en
ellas los escritores reconvertidos a artistas de cine o cual jugadores de
fútbol repartiendo autógrafos y fotografiándose con sus hinchas, como sucede
por ejemplo con los fans en la novela erótica o los de las series de ficción que
luego terminan en el cine y que los editores deciden lanzar al proceloso mar
del mercado. Cuando esto sucede ya no
estamos en el océano de la cultura como tal creación humana.
No
es moderno el fenómeno. Ha ocurrido siempre pero en cada época según sus
características seculares. Una de las obras más grandes de la creación
literaria es: “Así habló Zaratustra” de Friedisch Niestsche. Hoy,
indiscutiblemente conocida por todo verdadero lector de literatura o filósofo que
se precie. Sin embargo, cuando se editó allá por el siglo XIX, el autor consiguió
vender siete ejemplares y parece ser que uno se lo compró su hermana. Terminó
loco, claro. Pero su locura no tuvo nada que ver con la muerte de Dios, pues él
no lo mató, sino que lo encontró muerto y simplemente se limitó a certificar su
muerte en la cultura occidental. Sino que la causa fue su no adaptación a las
relaciones de mercado y seguir pensando en libertad.
No
voy a extenderme más. Si has leído hasta aquí amas la cultura y no estás entre
la mayoría de este país que copó las librerías comprando la vida de Belén
Esteban. Pero sino has conseguido mantener tu atención en esta pequeña lectura,
mis disculpas, el error es mío: debiera haberte mandado un “tuit”, para que
como intelectual del género a su vez lo
retüitearas, añadiendo algún “selfi” o algún “pack” de regalo. El mercado es
así, siempre al acecho de la cultura hasta acabar con ella ¿O es cultura el
mercado?
No hay comentarios:
Publicar un comentario