Carlos Fredid
Todos los años nos
enteramos de que la ampliación del Jardín Botánico se retrasa hasta el año
siguiente. Así llevamos al menos una década de unas obras que ya duran dos. No,
dos años no. Dos décadas. Y vamos para la tercera. No es que sea grave o no
esta situación que se viene repitiendo sino que habría que focalizar el futuro
de esta institución en la intención de privatizar la gestión de este espacio
antes de que se termine.
Hay que decir claro que es una tomadura de pelo lo de
la supuesta concesión privada de esa ampliación que es un espacio ambicioso
donde podrían caber decenas de proyectos relacionados con la tierra y la vida
vegetal. Y decimos que es una tomadura de pelo porque simplemente no hay
empresas que gestionen "un restaurante con terraza, una sala de
proyecciones, otra de exposiciones, un aula de educación ambiental y una tienda
de souvenirs".
Sí, me podrán decir que un restaurante sí que puede y debe
ser gestionado por una empresa privada. Vale, estamos de acuerdo. Pero solo el
restaurante y más que una concesión, un arrendamiento. Pero desde las
instituciones tanto insulares como regionales, se convence así de fácil a los
políticos portuenses de todo cuño que lo mejor, lo único viable, es la
concesión privada de todo el resto del espacio público que ha costado decenas
de millones de euros. A riesgo de que me llamen radical debería ser el Cabildo
de Tenerife el que gestione ese lugar como hace con el Auditorio Adán Martín
(con grandes pérdidas por cierto), con el pabellón Santiago Martín, con el TEA,
con el Recinto Ferial, etc… Bien parece que si el Jardín Botánico estuviera en
Santa Cruz el Cabildo no tendría problemas en gestionar ese espacio organizando
charlas, conferencias, talleres, congresos, semanas de gastronomía, encuentros
entre chefs y agricultores, etc… solo por dar algunas ideas para utilizar un
espacio singular que obviamente seguirá cerrado.
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