Evaristo Fuentes Melián
Mi patria es como
el almendro de Estévanez y su sombra, en mi caso el frutal del
jardín de la casa donde nací en La Villa. Mi patria son también las
huertas y el barranco de los alrededores, por donde correteé desde pequeño, y
la playa de Martiánez en verano; y la plaza del Kiosco de La Villa, y la plaza
del Charco del Puerto. Mi patria es algo de La Laguna con el sirimiri, la
lluvia horizontal y el frio, cuando frecuentaba Aguere en mis tiempos de
estudiante. Y mi patria es también un poquito Santa Cruz, donde trabajé durante
años, y mi madre siempre decía que era un horno en verano. Y quizá, y como
colofón, mi patria es tanto la plaza de España de Madrid como Las Ramblas de
Barcelona, en ambas he paseado un par de veces a lo largo de mi ya dilatada existencia
y ambas—la plaza de España y Las Ramblas—me gustan por igual, no son
incompatibles, ¡miren qué cosas!
Por todo ello, me hizo
gracia el chiste o cuento que leí hace poco no sé dónde: estaba la tropa en el
cuartel en clase de teórica y pregunta el sargento a uno de los soldados que
definiera lo que entendía por patria y patriotismo. Y el soldado raso, algo
brutito con su pelado al cero, le responde al sargento: ¿Patria y patriotismo?
Pues que ayer mismo me crucé con un francés por la calle y… ¡me dieron
tremendas ganas de insultarlo!
En conclusión, me parece que
entre tanto patriota español hay quien está ofuscado y odia a todo lo
extranjero, y ahora al catalán separatista por encima de cualquier otro más
sosegado sentimiento. Y a la reciproca, obviamente, también los hay.
Espectador
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