Publicado
en LA PRENSA - EL DÍA, el 7 de agosto de 2010
Jerónimo David Álvarez García
El
Convento de Santa Lucía fue fundado en 1610. Regido por los franciscanos
durante dos siglos contribuyó al cuidado pastoral de los habitantes de Los
Realejos.
Mas,
dos disposiciones legales de carácter nacional, influye de lleno en el ocaso y
muerte de esta institución. Una, las medidas ilustradas de los gobiernos de
Carlos III, tomadas con anterioridad en la Península desde mediados del siglo
XVIII, que por motivos de espacio e higiene (amén de ideas anticlericales,
sirva esto para enlazar el siguiente punto) obligaba a crear recintos
exteriores para las inhumaciones; véase como “el cementerio del pueblo del
Realejo de Arriba (...) comenzó a funcionar desde enero de
1837”. 1.- La otra el decreto de 8 de marzo de 1836 que suprime los
conventos. El de Santa Lucía se seculariza y pronto queda en el abandono y
ruina. Es la Ley de Desamortización de Mendizábal.
Abandonado
por la Orden Franciscana el edificio pasó al olvido y entró en un progresivo
deterioro. El Padre Siverio nos enumera la partición de los bienes del
convento entre las dos parroquias. “Se repartieron los enseres y los objetos
religiosos que pudieron ser rescatados. Santiago se llevó un altar y las
imágenes del Nazareno, de Santa Lucía, y de un San Francisco pequeño. La
Concepción se quedó con la Virgen de los Afligidos y el altar que ahora tiene
en la parroquia; una imagen de San Francisco de tamaño natural, y una custodia
de plata sobredorada de 1757 (…). La imagen del Señor del Huerto pasó a la
iglesia de las monjas. Otras imágenes pequeñas y crucifijos, algo deteriorados,
procedentes del convento franciscano, se guardan todavía en casas particulares
de los vecinos del contorno (…).”
2.-
Don Orlando Remón nos recuerda como entre los años 1836 y 1865 se desmantela
progresivamente su patrimonio. Ofrecemos los relatos del reparto de los tres
grandes referentes de la imaginería de este convento. A saber, el Nazareno y
Nuestra Señora de los Afligidos de Martín de Andújar (con sus respectivos altares)
y el Señor del Huerto, un anónimo del siglo XVIII. “La iglesia siguió abierta
al culto, pero sin los frailes quedó sentenciada al olvido, siendo repartidos
sus retablos e imágenes por distintas parroquias y ermitas del municipio.
Concretamente el Nazareno pasó a la Parroquia de Santiago el año 1852, por
devoción del Venerable Padre Beneficiado D. Antonio Martín, procesionando el 9
de Abril de ese mismo año al Calvario donde se procedió al sermón”.
3.- “Donde
la Virgen [de los Afligidos]” prosigue el autor, “desde 1860 no ha faltado
nunca a su cita anual con el solar [antiguo convento y actual
camposanto] que la vio llegar y donde se veneró tanto”.
4.- “La ermita de Santa
Lucía se derrumbó en parte (techo y pared) por un temporal que azotó esta zona
de la isla del 12 al 13 de Diciembre de 1859, víspera de Santa Lucía, por esta
época quedaban en su interior algunas imágenes y retablos que se pudieron
salvar”.
5.- No
hemos podido consultar documento alguno que certifique la entrada de la imagen
de Ntra. Sra. de los Afligidos en la Parroquia de la Concepción. No obstante,
según este texto, si parte de la techumbre y cerramientos dejaron sin
protección el contenido de la ermita en el último mes de 1859, es lógico
afirmar que se rescataron los objetos de culto (incluida la Virgen) que aún
quedaban. Por ello a partir de 1860 comenzó, como refiere el texto precedente,
la tradicional visita anual.
Algo
similar ocurrió con la imagen del Señor del Huerto que también se hallaba en la
capilla tras el derrumbe y que fue trasladada a la vivienda de un vecino, tal y
como se refleja en el siguiente párrafo: “En un documento hallado en la caja 28
Conventos, legajo 13, del Archivo Diocesano de Tenerife, D. Juan Espínola
Salas, párroco de la Concepción del Realejo Bajo solicita del gobernador
eclesiástico D. José Mª Arguibay, que una imagen del Señor del Huerto que está
guardada en la casa de un caballero de este pueblo se deposite en el Santuario
de Nuestra Señora del Carmen cuyos vecinos ya la habían pedido anteriormente siendo
gobernador eclesiástico D. Andrés Gutiérrez que no pudieron realizar por
algunos inconvenientes, piden se haga ahora para poder darle culto”. (Realejo
de Abajo, 2 de marzo de 1860, y es aprobado por el citado gobernador
eclesiástico a 9 de marzo de ese mismo año)”.
6.- El
investigador Jiménez Fuentes nos confirma el estado de ruina del inmueble,
motivo aprovechado por un benemérito vecino para demandar parte de los restos
de las paredes derrumbadas. “Mateo García Abreu, que solicitó 1000 ladrillos del
convento arruinado, con objeto de volver a edificar la capilla donde se
veneraba la “inicia de nuestro señor Jesucristo muerto”, puesto que por
aquellos días estaba “más de la mitad de ella sin ladrillos”. Tal petición le
fue concedida en febrero de 1860.”
7.- Por
lo expuesto, presuponemos que la solicitud del material se efectúa una vez
deshabilitado el inmueble. Dichos ladrillos no tenían ya, función alguna. A
partir de diciembre de 1859, la iglesia debió quedar completamente vacía. A
mediados del siguiente año el convento y la capilla estaban ya abandonados y
vacíos. Fuera de culto y uso “tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes,
una para cada uno” 8.-, siendo pasto de las llamas una aciaga noche de
diciembre de 1865, según narra el Padre Siverio en su obra ya citada.
En
Canarias en pleno siglo XIX se seguía enterrando a la feligresía en el interior
de los templos, muy a pesar de las nuevas normas ya referidas del Ilustrado
Monarca. El profesor Manuel Hernández González narra la siguiente anécdota de
Ledru en su viaje a Tenerife en 1796, en que se quejaba de la continuidad de
las iglesias como cementerios: “¿Por qué se conserva aquí el uso detestable de
convertir en cementerio el templo de la Divinidad?”9.- .Y más adelante refiere
el autor: “jamás se podrá poner el piso de la iglesia con el aseo
correspondiente porque todos los días se quitan y ponen los ladrillos para los
enterramientos, en cuya operación se rompen muchos quedando en mal estado.
Cuando estos son frecuentes se nota el olor en la iglesia en días que por agua
o viento no se puede dar ventilación y ha sido preciso quemar yerbas olorosas
para disipar de algún modo la fetidez”
10.-. Parece
evidente que, en la segunda mitad del siglo XIX, poco quedaba en pie del
antiguo convento. Escribió don José Siverio: “no se pudo dar mejor destino a
tan venerable solar”
11.-
.Pero, ¿la carencia de espacio para más sepulturas en el primer
cementerio del Realejo Bajo premeditó el destino del solar monacal?. Un
artículo de un periódico de 1868 habla de este nuevo cementerio; “en
el Realejo Bajo se halla el cementerio contiguo a la ermita ruinosa que fue del
convento franciscano. De esta ermita hay una parte en no muy mal estado, que
reúne las condiciones higiénicas (…) para ser la capilla de depósito de
cadáveres de dicho pueblo”
12.-
. De esta cita se desprende que la capilla no ardió, o no se quemo en su
totalidad, si alguna vez hubo un incendio en este convento. Pasados unos meses
se toman las medidas oportunas y “en octubre de 1868 surge un nuevo problema
con el cementerio del Realejo Bajo cuando la junta de gobierno de dicho lugar
decide trasladarlo desde el sitio de Santa Lucía,[entendemos que este era el
nombre del emplazamiento del primitivo cementerio] donde se enterraba
desde 1854, hasta el cercado de Barroso (…) [Este lugar nunca fue
utilizado como cementerio, aunque hubo litigio con los dueños de la Hacienda de
los Príncipes
13.-] El
general Don Jaime Ortega, derribo el edificio franciscano para que en el solar
y huerto se situara el camposanto”.
14.- En los libros de difuntos de la Parroquia de la Concepción del
Realejo Bajo se “ordena dar cristiana sepultura al cadáver en el cementerio de
dicha parroquia” sin especificar el nombre del cementerio. En las actas de
defunción del Juzgado del Realejo Alto y las reconstruidas del Realejo Bajo (el
incendio de 1952 quemó su archivo) se enuncia; “y que a su cadaber se habrá de
dar sepultura en el cementerio de este pueblo [en algunos casos en las del
Realejo de Arriba se añade] perteneciente a la parroquia de Santiago
Apóstol”. Lamentablemente, no podemos hacer constar mediante documento
oficial la fecha exacta de las primeras inhumaciones en el camposanto que ocupa
este estudio. Pero, tras la lectura de los dos párrafos anteriores, deducimos
que la fecha debe ser anterior a 1868.
Tras
el cese de los enterramientos en el interior de los templos por imperativo
legal, la Parroquia de la Concepción y el Ayuntamiento del Realejo Bajo crean
un cementerio exterior en la trasera de la capilla mayor de la iglesia. Este se
extendía hasta casi la actual calle de la Alhóndiga. Quedando pequeño por el
aumento de enterramientos, se optó por un nuevo emplazamiento. El nuevo lugar
ubicado en el altozano reunía mejores condiciones de salubridad, pues se
encontraba junto al barranco (como el camposanto del Realejo Alto), y algo
alejado del núcleo poblacional.
¿Lo
expuesto en este artículo fue considerado por los realejeros de la época como
un atentado al patrimonio histórico artístico o como un mero aprovechamiento de
recursos? Probablemente lo segundo. Para nosotros, es un acto deleznable contra
el patrimonio que nos lleva a formular la siguiente teoría. El incendio (si se
produjo), o la desidia en el mantenimiento de los restos de la iglesia y otras
estancias del Convento de Santa Lucía del Realejo de Abajo,
fueron tolerados por las autoridades municipales, judiciales y
eclesiásticas de la época para ubicar en dicho recinto el nuevo cementerio de
San Francisco.
Dejamos
estas líneas abiertas a futuras investigaciones o interpretaciones de otros
apasionados de la Historia.
BIBLIOGRAFÍA.
LIBROS 1-6 DE DEFUNCIONES DEL REALEJO ALTO.
Archivo de los Juzgados de los Realejos.
TOMO 1 (RECONSTRUIDO) DE DEFUNCIONES DEL REALEJO
BAJO. Archivo de los Juzgados de los Realejos.
LIBRO DE DIFUNTOS Nº 41. Parroquia de Ntra Señora
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LOS REALEJOS UNA SÍNTESIS HISTÓRICA, 1996.
Ayuntamiento de Los Realejos
SEMANA SANTA DE LOS REALEJOS, 2003. Ayuntamiento
de Los Realejos.
CAMACHO Y PÉREZ-GALDÓS, GUILLERMO. Iglesias de La
Concepción y Santiago Apóstol. 1983.
EL ECO DEL COMERCIO. Noticias del País. 22 de
febrero de 1868.
EL GUANCHE. Carta al Director de dos
suscriptores. 3 de noviembre de 1868.
HERNÁNDEZ CASTILLA, J. MELCHOR. El cementerio del
pueblo del Realejo Alto (1837-1947). en La Prensa, El Día 8 de mayo de 2010.
HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, MANUEL. Enfermedad y muerte
en Canarias en el siglo XVIII. Tomo II. 2004.
PROGRAMA DE SEMANA SANTA 2001. Junta Cofradías
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LÓPEZ PLASENCIA, DOMINGUEZ GONZÁLEZ Y REMÓN
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LOPEZ PLASENCIA, JOSÉ CESÁREO. La Advocación
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núm 182. 2000.
NACAR Y COLUNGA. Sagrada Biblia.
SIVERIO PÉREZ, JOSÉ. Los Conventos del Realejo.
1977.
1.- Hernández
Castilla, J. Melchor. El cementerio del pueblo del Realejo Alto (1837-1947). en
La Prensa, El Día 8 mayo de 2010.
2.- Siverio
Pérez, José. Los Conventos del Realejo. 1977. Pág 93.
3.- Remón
Pérez, Orlando. El Nazareno de Martín de Andújar y su franciscana cofradía, en
Programa de Semana Santa 2001. Los Realejos.
4.- Ibidem.
5.- Ibidem.
6.- Excmo
Ayuntamiento de Los Realejos. Semana Santa en Los Realejos. 2003. Pág 58.
7.- López
Plasencia, José Cesáreo. La Advocación Mariana de los Afligidos y los
Franciscanos, en Revista de Historia Canaria nº 182. 2000.
8.- Jn
19, 23.
9.- Hernández González, Manuel. Enfermedad y
muerte en Canarias en el S. XVIII. 2004. Pág 107. Iglesia de Ntra Sra. Concepción.
Santa Cruz Tenerife.
10.- Hernández
González, Manuel. Op. cit. Pág 117. Iglesia de Tegueste.
11.- Siverio
Pérez, José. Op. cit. Pág 17.
12.- El Eco del Comercio. Noticias del País.
22.02.1868 Pág. 2
13.- El
Guanche. Carta al Director de dos suscriptores. 03.11.1868
14.- López
Plasencia, Domínguez González y Remón Pérez. Nuestra Señora de los Afligidos en
La Voz de Los Realejos. Núm 30. Junio de 1997…”
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