Antonio-Pedro
Tejera Reyes
“Siempre
que tengamos la sensación de que ayudamos al prójimo estaremos desempeñando
bien nuestro trabajo… tan inexorable como la Ley de la Gravedad” Eugenio Sol y
Andrés Rocha, del Rotary Club de Puerto la Cruz, Venezuela. (1973)
ALUMBREMOS EL CAMINO CON SERVICIO
LA
HISTORIA NO DE DETIENE
Una
novela de Erle Stanley Gardner, hace referencia a un fiscal que le dice a su
antagonista, el célebre personaje de ese autor, Perry Mason: “…cualquier cosa
que podemos hace nosotros para que se sienta usted confortable, no tiene más
que decirlo. Yo soy rotario.” (El Caso del Cadáver Fugitivo. Plaza & Janés,
1961. Pag. 102). Lo había dicho todo. Ser rotario es sentir, pensar y actuar
así.
“Dar
de sí, antes de pensar en sí” o “Servir es mi ocupación” son consignas expandidas por el mundo,
nacidas dentro del Rotary Club Internacional.
Volvemos
a escribir sobre la labor de Rotary, inspirados en un artículo de opinión
publicado en LA PROVINCIA, Las Palmas de Gran Canaria, Islas Canarias, por Juan
Jesús Suárez, vicegobernador del Distrito 2001 de Rotary Internacional, España,
que trata de la impresionante labor desarrollada por todos los rotarios del
mundo que bajo el lema POLIOPLUS han conseguido erradicar esta terrible
enfermedad en el 99% de los países del mundo.
De
forma directa nos vimos comprometidos en esta ingente labor como directivo de
varios clubs rotarios en Venezuela y Canarias, algo que tomamos con una muy
especial dedicación quizás marcados por dolorosas experiencias juveniles
afortunadamente superadas con el más brillante de los éxitos.
La
campaña POLIOPLUS ha sido una de los éxitos más notables de Rotary
Internacional, donde se ha puesto de manifiesto al poder de la mayor agrupación
de servicio del mundo “fomentando la inteligencia, la buena voluntad y la paz
entre las naciones, por el compañerismo de sus hombres y mujeres de negocios y
profesionales, unidos en el ideal de servicios. “Por algo será que es la única
ONG que tiene asiento en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
UN
CAMINO ALUMBRADO CON SERVICIO
Ante
nosotros, dos tarjetas de Rotario Visitante, de los clubs Calle-Calle,
Valdivia, Chile, y del Club Rotario de Managua, Nicaragua. Podíamos añadir
algunas decenas más de América, donde no solo hemos sido visitantes sino que
incluso hemos participado en sus programas como invitados especiales con
nuestras conferencias, comunicaciones, etc., sobre vivencias rotarias,
proyectos y actuaciones, en las cuales hemos sobresalido por el aspecto
sumamente cultural que le hemos conferido a estas actividades. Cúcuta y Pasto,
en Colombia, o Porlamar (Isla Margarita) y Puerto la Cruz, en Venezuela, han
sido referentes de unos programas de incentivos para la juventud y para la
valoración y estímulo a la artesanía,
algo que quisimos hacer llegar a la ciudad turística de Puerto de la Cruz en
Tenerife (Canarias) y que se estrelló ante el desconocimiento y la prepotencia
de políticos poco preparados para sus cargos, algo que la vida nos ha enseñado
a soportar, tolerándolo forzosamente, pero de ninguna manera conforme con el
daño que le hacen a la sociedad en su conjunto. Desde luego, gentes que no han
tenido ni tienen nada que ver con los altos conceptos que inspiran los
principios rotarios, que llegan hasta los mismos cimientos del turismo mundial
con aquello de la comprensión y la paz entre las personas de todas las naciones
del mundo.
Un
camino alumbrado con servicio tiene que ser presidido por la paz, la justicia y
la razón, donde debe prevalecer un estado de derecho que esté presente siempre
en beneficio de las obras bien hechas, justas y necesarias, apartando aquellas
otras acciones que estén dirigidas a perpetuar a entidades y personajes que por
supuesto, no se ajustan a las normas rotarias, “Dar de sí antes de pensar en
sí”. Muy al contrario, antes de fijar sus actuaciones piensan en sí, como principio
y fin de la cosa.
Ejemplos
y situaciones tenemos para escribir, no un libro, sino una enciclopedia, sin
alejarnos mucho de los lugares donde hemos practicado los principios rotarios –
hasta dentro de nuestra propia familia–no como decía mi llorado querido amigo
Carlos de Irissarry, desde que nacimos; sino quizás desde que tenemos uso de
razón.
ROTARY LA ESPERANZA
En
este acontecer de la vida moderna – por llamar este desbarajuste de alguna
manera – la pérdida de los principios – si es que los han tenido alguna vez –
de la mayoría de una sociedad extraña y caduca, para los que hemos pasado a la
cuarta edad, ha afectado seriamente la convivencia familiar, ciudadana y
social, alejándose de una manera ostensible de toda aquella filosofía que
estudiamos alrededor de la Universidad para La Paz, de las Naciones Unidas, en
sus místicas instalaciones primero, en Costa Rica, y en posteriores años,
inmersos en sus exposiciones, experiencias y modelos, en las aulas de Tenerife,
nos ha llevado a un mundo donde hemos visto desaparecer el respeto a la edad, a
la familia, a la sociedad, al prójimo… Algo inaudito en los años
sesenta-setenta del pasado siglo, donde para presentar el examen de ingreso a
los estudios del bachillerato – así se llamaba entonces – asistimos, con diez
años, vestidos con un paltó – como se dice en Venezuela – y con corbata… eso
sí, con pantalón corto.
Rotary
no puede ser una esperanza para recuperar esto. Tiene que ser una esperanza
para hacerle entender a estas nuevas generaciones a digerir lo que esas “viejas
generaciones” le han legado gracias a su trabajo, su inteligencia, su
perseverancia y su visión de futuro.
Lástima que no podamos hacer más, tarados por
acciones imperialistas que el mundo no ha podido erradicar por la desmedida
ambición de unos genes inmersos en personajes cuyas cunas no tuvieron nunca los
principios de humildad y conocimiento necesarios para integrarse en un mundo
mejor, donde prevaleciera eso: La paz, la justicia y la razón. El mundo del sentimiento
y la acción rotaria.
*Del
Grupo de Expertos de la Organización Mundial del Turismo.
Foto
de Portada: Nuestro Distinguido colaborador Dr.
Antonio-Pedro Tejera Reyes
recibiendo en el año 2011. la “Pluma de Oro” del Rotary Club de Puerto
de la Cruz, de manos de su presidente Manuel Alfonsín Fernández, como un premio
especial a su dilatada trayectoria literaria destacando los valores de Rotary.
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