Salvador
García Llanos
Recientemente,
en el curso de este mismo mes que se acaba, expresábamos el contento que
significaba la adopción de un acuerdo unánime del pleno del Ayuntamiento del
Puerto de la Cruz encaminado a elaborar un Plan Integral de Gestión para el
complejo turístico ‘Costa Martiánez’. Se supone que era la demostración de una
voluntad política, aprobada para salvar la titularidad pública de la joya de la
corona y enfocar con seriedad y criterios profesionales su revitalización.
El
gozo, en un pozo, porque si el Plan pasa por decisiones unilaterales, tomadas
sin ánimo informativo, consultivo o participativo, siendo tan importantes como
la resolución de un contrato concesional con la empresa que prestaba o presta
-que ya no se sabe- los servicios de restauración del complejo, estamos en las mismas,
es decir, oscurantismo, carencia de criterios y de seguimiento.
No
quisiéramos escribir esto pero si nos aproximamos a que el Lago no tiene
solución, más oscuro será su porvenir. Ya hemos diagnosticado sus problemas, ya
han sido denunciadas situaciones verdaderamente insólitas, ya se han extendido
las alertas sobre la pérdida de la calidad de los servicios… Ahora, en teoría,
deberían llegar las pruebas de un trabajo bien concebido desde la experiencia
teórica, fruto de la voluntad política aludida. Por el camino que se ha visto,
parece que no, que seguimos dónde estábamos. Qué lástima.
Y
por si no fuera suficiente, lo que también ha trascendido esta semana es digno
de preocupación. Ninguna fuente del gobierno municipal ha desmentido que en
unas dependencias del sector Los Alisios, a puerta cerrada y sin licencia o
autorización, se estaban ejecutando unas obras, cuando menos de rotura de una
de las barras o muro interior. Alertado un responsable de la oficina técnica
municipal, se presentó en el lugar y, según parece, poco menos que hubo de
empujar la puerta para que le dejaran acceder y comprobar el desaguisado.
Imaginen: obras no autorizadas en el interior de un Bien de Interés Cultural
(BIC), de titularidad municipal. Rompiendo piezas o partes de sus dependencias.
Si Manrique viviera…
Pues
si esto sucede -se supone que habrá informes, fiscalización, preguntas,
responsabilidades, repercusiones- hemos de temernos lo peor, es decir, que todo
sigue poco menos igual. Debe ser tal despreocupación y la falta de seguimiento
que allí, en el complejo, se puede hacer lo que se quiera, que no va a pasar
nada.
Lo
dicho: el gozo, en un pozo. Apenas ha durado veinte días.
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