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sábado, 31 de octubre de 2015

FÉLIX DUARTE PÉREZ. UN PALMERO QUE AMO A CUBA Y LA PALMA


Juan Calero Rodríguez

El poeta, periodista y cronista palmero Félix Duarte, nacido en el municipio de Breña Baja, en las postrimerías del siglo XIX, en 1895, emigra con dieciséis años a Venezuela, donde publica sus primeros versos en la prensa de Caracas.

Luego, en 1919 arriba a Cuba, donde colabora con diversas publicaciones habaneras, por ejemplo, El Guanche y Patria Isleña. También funda en 1920 y dirige la revista Cuba y Canarias, en 1921; y en 1923 funda el Liceo Canario de la provincia de Sancti Spíritus, donde residía, siendo su primer presidente en la Sección de Literatura. Al mismo tiempo, fue corresponsal de varios rotativos habaneros con Diario de la Marina y El Espectador habanero.

Al cantarle a Cuba expuso:
¡Salve, Cuba gentil! perla arrullada
Por las azules ondas del Caribe,
Que con pompa grandiosa circunscribe
Tu extensión de belleza coronada.

Poeta y escritor de variada producción, fue galardonado en numerosas ocasiones en varios certámenes literarios de La Habana y La Palma, como es el primer premio en un certamen promovido por el periódico El Mundo.

Publicó en 1926 su conocido libro Azul y Armiño. Del cual su prologuista, el poeta cubano César Luis de León, destaca en su exhaustivo análisis los poemas Al amor, La eterna Pregunta y La Cruz Abandonada. Por otra parte, el también poeta y abogado Andrés de Piedra Bueno, Jefe de la Sección de Literatura destaca los poemas Presagio, El árbol caído, Tu balcón, Rima del Llanto.

Félix Duarte queda embrujado con el encanto de la mujer cubana, llamándola la emperatriz de la belleza y en su soneto escribió:

Dios, el Supremo Artífice, al crearte
Simbolizó en tu rostro la hermosura,
Fraguó tu corazón con la ternura
Y por trono inmortal te dio el del Arte.

Ese mismo año el periódico Diario de la Marina le concede un premio como reconocimiento a su labor periodística.

Félix Duarte se ubicó entre el impulso bucólico de un Berceo y el mensaje modernista de Rubén Darío y Amado Nervo; entre lo religioso y lo profano, entre lo maternal y lo festivo. Su poesía es clásica en el apego a las fuentes y exaltada en el sentimiento, así como en el elogio a las virtudes del palmero: el instinto de defender su patrimonio histórico y su naturaleza, la defensa del territorio, con la apertura mental hacia el mundo y el cuidado formal de quien se sabía poeta de oficio.

Y quién que pise tierra cubana no cae rendido a José Martí. En su Soneto a Martí:

¡No has muerto, no, glorioso veterano,
apóstol de una causa redentora,
hoy libremente, más que ayer, te adora
la perla del azul mar antillano.

Con su madurez, va cultivando una poesía, alternando entre la rima libre con la rigidez de la métrica; el soneto con el romance popular; la evocación doliente y melancólica con la glosa apasionada y entusiasta.
Mantuvo fraternas relaciones con los más notables poetas cubanos de la época, como Nicolás Guillén y Agustín Acosta; al mismo tiempo con importantes hombres de letras canarios en Cuba, como Luis F. Gómez Wangüermet vinculándose con el movimiento asociativo canario del país.

Regresa a La Palma definitivamente en 1932 reintegrándose a la vida cultural y literaria de la capital.

Tierra canaria donde, en ricas noches
de amor que el tiempo con su fuga afirma,
siento voces de paz, himnos sagrados
que me transportan a sublimes reinos.
Cumbres desnudas, sol, sedientos agros,
masculinos paisajes, yermas rocas,
barrancos retorcidos como rúbricas
donde los vientos ásperos relinchan.

Siendo concejal de Breña Baja presentó una moción referida al Día de las Madres, que fue aprobada el 5 de abril de 1936, por lo que Breña Baja se convierte en el primer municipio de España que con carácter oficial instituyó tal celebración.

Lucha porque la Caldera de Taburiente sea declarada Parque Nacional, lográndose años más tarde.

Además de su libro en Cuba Azul y armiño (1926), también escribió, ya en La Palma, el texto del carro alegórico representado en los festejos de la Bajada de la Virgen de 1955, titulado Amor eterno. Otras publicaciones suyas fueron Poemas del Atlántico (1965), En una isla canaria (1979) y Leyendas canarias (1982) un tomo de sobre antiguas leyendas guanches, además de figurar en varias antologías poéticas como Cien sonetos de autores canarios, Antología de poetas españoles residentes en Cuba, y 96 poetas de las Islas Canarias. Dejó inédita una parte de su obra, donde cabe señalar El rosal de los sueños ( prosa), Plus ultra, Nardos de amor y de vida, Mirtos del alma, Con el alma (sonetos), Huella de amor (conferencias), Tratado de las cumbres sublimes (poemas), Palabras (discursos), Romancero canario (romances) y Glosario (artículos y reportajes).


Murió a los noventa años en Santa Cruz de La Palma en 1985.

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