Agustín
Armas Hernández
Estos
últimos años, han naufragado muchos barcos, grandes y pequeños. Unas veces suceden por fallos humanos y otros por
los huracanes que se forman, en la
actualidad, con tanta frecuencia en todo el mundo. Yo no sé por qué razón
siempre que sucede alguna desgracia de este tipo, como la de estos días en el Cantábrico, Costa de
Galicia, me recuerdan, aunque no hubieran víctimas, los actos de heroísmo de los socorristas en
el famoso naufragio ya lejano,
entre los peñascos de Punta Brava,
Puerto de la Cruz
Hasta
primeros años del siglo XX La Brava (actual Punta Brava), dormía el sueño de
los tiempos. No era más que una lengua volcánica-rocosa que se introduce provocativa,
desafiante en el Mar Océano del norte tinerfeño, rincón aislado, distante de la
costa de un pueblito, también rebautizado, antes «Puerto de Orotava» hoy Puerto de la Cruz.
Grandes masas rocosas semisumergidas unas y aflorando a la superficie otras han
sido motivo de alarma y preocupación para todos los marinos y capitanes
del barco que con frecuencia solían visitar el muelle
portuense en aquellos años, para cargar los ricos
frutos del fértil valle de La Orotava
No eran infundados estos temores. Pues en la
madrugada del 11 de diciembre
de 1910, un grito desgarrador hirió el espacio etéreo
¿Qué pasa? se preguntaban
los desvelados y soñolientos
portuenses, como intuyendo que algún fatídico acontecimiento ocurría en ese preciso momento.
Eran las cinco matinales de la citada fecha, un fuerte temporal de viento y mar
gruesa batía la costa. Se trataba de un barco, un gran
barco, el «TITLIS». Las rocas del «veril de la brava» rasgaron su vientre, hasta
las mismas entrañas. Un agricultor de la zona,
alarmado por el rugir de la sirena del buque agonizante,
después de acercarse al lugar y
ver lo ocurrido, corre hacia el Puerto de la
Cruz y avisa a las autoridades locales. Seis personas
se dan prisa en llegar al lugar; eran Sebastián
Castro Morales (el que más tarde dirigiría las operaciones de
salvamento). Francisco Álvarez García, Gregorio Montes de Oca
García, Isidro
Ramos, Pedro Mesa López
y mi propio progenitor, Ángel Armas Álvarez.
Reinaba en Noruega en aquellos años
el rey Haakon VII y, de acuerdo con su gobierno
decidió galardonar con medallas y pergaminos alusivos la gesta de estos
valientes e intrépidos socorristas portuenses. Sin su
intervención, hubieran perecido
todos los tripulantes del buque. Durmieron durante muchos
años los restos del navío en las profundidades.
Pero llegaron tiempos nuevos y sofisticadas técnicas tanto para escudriñar las entrañas de la tierra como las
profundidades marinas. Pues bien, el año
1980, los alumnos del colegio Montessori
de Santa Cruz de Tenerife realizaron una serie
de actividades en el Puerto de la Cruz que -con la colaboración de la Escuela de Buceo
de Tenerife y otros ciudadanos portuenses- culminó extrayendo del lecho
marino la hélice del TITLIS.
En un
acuerdo muy inteligente, el 25 de junio de
1980, dicha hélice fue donada
al populoso barrio de Punta Brava y quedó en
un sencillo pedestal para que todos, tanto lugareños
como foráneos, recuerden no solamente
a los fallecidos en el naufragio, sino también a
los valientes portuenses que arriesgaron su vida por el prójimo. Al acto de
entrega de la hélice, ahora ubicada en la plaza de Manuel Ballestero,
(en la actualidad está frente a la Iglesia de
Santa Rita) asistieron además
de cónsul de Noruega, señor Limberg, representación del Cuerpo Consular
Acreditado en Tenerife, jefe de la Policía Nacional, párroco del barrio,
alumnos del colegio Montessori con su director, familiares de los que intervinieron
en el rescate de los náufragos y mucha más gente. El barrio
portuense de Punta Brava empezó a
crecer y tomar auge en la década
de los años 50, cuando la corporación municipal con su ilustre
alcalde don Isidoro Luz Cárpenter decide donar
solares de aquella zona rocosa a personas necesitadas
del lugar. Hoy, sin duda, es Punta Brava el barrio más bonito y populoso de la
ciudad turística. Una gran avenida que lleva el nombre del recordado
Paco Afonso -el que fuera alcalde de la ciudad y
gobernador de Tenerife- une el barrio con el centro de la ciudad. Algunos me
dicen que a ver si llego a ser tan heroico como mi recordado padre. Si el Señor
me concede una ocasión, que también me dé fuerzas para no degenerar de mis
antepasados. Lo mismo deseo para los descendientes de los demás socorristas.
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