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sábado, 24 de octubre de 2015

ESPERPENTO EN LA COFRADÍA


Salvador García Llanos

Alguien debiera decir a los inspiradores y realizadores de la rueda de prensa llevada a cabo días pasados en la cofradía de pescadores del Puerto de la Cruz que en política las formas son importantes, de ahí que alguna gestualidad pública reciente haya suscitado notables rechazos ciudadanos.

Alguien debiera apuntarles que las ocurrencias traducidas en barata estrategia de presión mediática están abonadas al ridículo cuando no tienen otro fundamento que seguir mareando la perdiz de una actuación cuyos antecedentes se pierden en la noche de los tiempos y en el futuro imperfecto.

Alguien debiera indicarles que no hay que abusar de la paciencia de la gente por muchos incautos que haya. Y que los proyectos de infraestructura y equipamiento, como es el pretendido puerto del Puerto de la Cruz, no se debaten ni se discuten con superficialidad en sedes de cofradías cedidas para la ocasión ni intercambiando mensajes en dispositivos telefónicos particulares o en redes sociales.

Alguien, con sensatez y mínima visión, debiera hacerles ver que a estas alturas no todo vale para alimentar dolientes frustraciones y manipular las legítimas emociones de quienes ven en esa actuación una suerte de panacea para superar la etapa de decadencia que nos ha tocado vivir.

Alguien, en fin, debiera invitarles a reflexionar y a pensar en el día después, bien es verdad que conociendo tal como se conducen algunos, es pedir que el olmo de la gestión dé peras jugosas que impulsen el quehacer común en pos de una consecución supuestamente beneficiosa para el interés general.

Así los factores, lo ocurrido en la infausta rueda de prensa pone de relieve que cuando un asunto se desvirtúa hasta situarse fuera de control es difícil, por no decir imposible, reconducirlo. Empezando por las formas: había más personas ajenas que periodistas. ¿Qué clase de convocatoria es esa? Tras el precedente, a ver cómo los responsables de la cofradía dicen que no quieren política en sus instalaciones. ¿Y por qué el periodismo permite trabajar en esas condiciones? Sin dudar de la legitimidad de los convocantes, consejeros del Cabildo Insular en la oposición, ¿por qué el alcalde de la ciudad no les acompaña en la mesa y ocupa un lugar entre los asistentes? Independientemente de respetar la jerarquía partidista, ¿valoró la inevitable interpretación de entreguismo, teniendo en cuenta que es el alcalde de Los Realejos quien pide públicamente encabezar la encomienda delegada de la actuación, ni más ni menos que proyectar, buscar financiación y materializarla?

Y todo eso, por el medio peso de ofrecerse en público al presidente del Cabildo de Tenerife para gestionar el expediente, que para eso, faltaría más, hay capacidad. Un presidente, por cierto, que se suma al espectáculo contestando con prontitud -¿y sorna?- al consejero presidente insular del Partido Popular vía red social (Twitter) para que el desbarajuste -y el malestar- quedara ahí residenciado.

Ese ofrecimiento, en todo caso, fue la noticia de la rueda de prensa. Vaya viaje y qué vacías siguen estando las alforjas de las medidas concretas. Por no saber, a preguntas de algún paciente informador, ni siquiera el estado de tramitación ni de qué depende el avance del expediente.

Alguien debiera explicar a inspiradores y realizadores que la gente está cansada de burlas y de engaños. Que manipular los sentimientos y las emociones también tiene su límite: el de la ética y la decencia política. Que ya está bien de seguir hablando de cruceros cuando ni siquiera se sabe a ciencia cierta la viabilidad del equipamiento marítimo-portuario. Que es necesario hablar con propiedad en las instituciones desde donde se supone que se proyecta y se propicia la inversión público-privada. Que con jueguitos político-mediáticos no se consigue sino prolongar la agonía del pudo haber sido y no fue.

Alguien debiera hacer ver que la dejación en política es táctica cuando menos discutible y que, o se asume liderazgo, o se corre el riesgo de quedar retratado como gestores incapaces y difusos. Al cabo de tantos dimes y diretes con el puerto portuense, entretenerse más tiempo en el debate y seguir produciendo artificiales esperanzas -esa es otra: digan la verdad, sin dobleces- es, sencillamente, autoengañarse.

Alguien habrá, suponemos… ¿O es mucho suponer?


(Habrán comprobado que no hay una sola alusión al oportunismo electorero. Si no se entiende la nobleza y los costes de la causa, mejor que la demagogia y la pobreza ideológica no encuentren una mínima cabida). 

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