Salvador García Llanos
Alguien
debiera decir a los inspiradores y realizadores de la rueda de prensa llevada a
cabo días pasados en la cofradía de pescadores del Puerto de la Cruz que en
política las formas son importantes, de ahí que alguna gestualidad pública
reciente haya suscitado notables rechazos ciudadanos.
Alguien
debiera apuntarles que las ocurrencias traducidas en barata estrategia de
presión mediática están abonadas al ridículo cuando no tienen otro fundamento
que seguir mareando la perdiz de una actuación cuyos antecedentes se pierden en
la noche de los tiempos y en el futuro imperfecto.
Alguien
debiera indicarles que no hay que abusar de la paciencia de la gente por muchos
incautos que haya. Y que los proyectos de infraestructura y equipamiento, como
es el pretendido puerto del Puerto de la Cruz, no se debaten ni se discuten con
superficialidad en sedes de cofradías cedidas para la ocasión ni intercambiando
mensajes en dispositivos telefónicos particulares o en redes sociales.
Alguien,
con sensatez y mínima visión, debiera hacerles ver que a estas alturas no todo
vale para alimentar dolientes frustraciones y manipular las legítimas emociones
de quienes ven en esa actuación una suerte de panacea para superar la etapa de
decadencia que nos ha tocado vivir.
Alguien,
en fin, debiera invitarles a reflexionar y a pensar en el día después, bien es
verdad que conociendo tal como se conducen algunos, es pedir que el olmo de la
gestión dé peras jugosas que impulsen el quehacer común en pos de una
consecución supuestamente beneficiosa para el interés general.
Así
los factores, lo ocurrido en la infausta rueda de prensa pone de relieve que
cuando un asunto se desvirtúa hasta situarse fuera de control es difícil, por
no decir imposible, reconducirlo. Empezando por las formas: había más personas
ajenas que periodistas. ¿Qué clase de convocatoria es esa? Tras el precedente,
a ver cómo los responsables de la cofradía dicen que no quieren política en sus
instalaciones. ¿Y por qué el periodismo permite trabajar en esas condiciones? Sin
dudar de la legitimidad de los convocantes, consejeros del Cabildo Insular en
la oposición, ¿por qué el alcalde de la ciudad no les acompaña en la mesa y
ocupa un lugar entre los asistentes? Independientemente de respetar la
jerarquía partidista, ¿valoró la inevitable interpretación de entreguismo,
teniendo en cuenta que es el alcalde de Los Realejos quien pide públicamente
encabezar la encomienda delegada de la actuación, ni más ni menos que
proyectar, buscar financiación y materializarla?
Y
todo eso, por el medio peso de ofrecerse en público al presidente del Cabildo
de Tenerife para gestionar el expediente, que para eso, faltaría más, hay
capacidad. Un presidente, por cierto, que se suma al espectáculo contestando
con prontitud -¿y sorna?- al consejero presidente insular del Partido Popular
vía red social (Twitter) para que el desbarajuste -y el malestar- quedara ahí
residenciado.
Ese
ofrecimiento, en todo caso, fue la noticia de la rueda de prensa. Vaya viaje y
qué vacías siguen estando las alforjas de las medidas concretas. Por no saber,
a preguntas de algún paciente informador, ni siquiera el estado de tramitación
ni de qué depende el avance del expediente.
Alguien
debiera explicar a inspiradores y realizadores que la gente está cansada de
burlas y de engaños. Que manipular los sentimientos y las emociones también
tiene su límite: el de la ética y la decencia política. Que ya está bien de
seguir hablando de cruceros cuando ni siquiera se sabe a ciencia cierta la
viabilidad del equipamiento marítimo-portuario. Que es necesario hablar con
propiedad en las instituciones desde donde se supone que se proyecta y se
propicia la inversión público-privada. Que con jueguitos político-mediáticos no
se consigue sino prolongar la agonía del pudo haber sido y no fue.
Alguien
debiera hacer ver que la dejación en política es táctica cuando menos
discutible y que, o se asume liderazgo, o se corre el riesgo de quedar
retratado como gestores incapaces y difusos. Al cabo de tantos dimes y diretes
con el puerto portuense, entretenerse más tiempo en el debate y seguir
produciendo artificiales esperanzas -esa es otra: digan la verdad, sin
dobleces- es, sencillamente, autoengañarse.
Alguien
habrá, suponemos… ¿O es mucho suponer?
(Habrán
comprobado que no hay una sola alusión al oportunismo electorero. Si no se
entiende la nobleza y los costes de la causa, mejor que la demagogia y la
pobreza ideológica no encuentren una mínima cabida).
No hay comentarios:
Publicar un comentario