Salvador
García Llanos
El debate
sobre el estado de la limpieza y conservación del municipio es recurrente desde
hace años. Hay etapas en que alcanza niveles notorios, sobre todo cuando no hay
otros asuntos de los que ocuparse. Cada quien expresa su visión, muchas veces
ligada a alguna experiencia personal. Echar culpas a las deficiencias del
servicio es usual. Y atribuir comportamientos incívicos o faltos de
colaboración, no menos.
Ha de
tenerse en cuenta que el Puerto de la Cruz es una ciudad turística, con
multitud de nativos y visitantes recorriendo avenidas, calles y paseos. Con
multitud de consumidores en el elevado número de establecimientos accesibles
para comida rápida, heladería, chucherías…
Restaurantes, cafeterías y tiendas tienen en buena medida ocupada parte
del espacio exterior próximo, ampliando su negocio en el que, por las razones
que sea, no pueden retener demasiado tiempo residuos y material desechable. Y
claro, las características de la ciudad obligan a evitar estampas de
acumulación y abandono.
Ahora
mismo, estamos ante una de esas etapas señaladas al principio. Dirigentes de la
Federación de Servicios de la Unión General de Trabajadores (UGT) han planteado
públicamente que la extendida impresión de que la ciudad está más sucia se debe
a que la empresa concesionaria del servicio de limpieza y recogida de basuras,
SUFI Tarajal, no dispone del personal suficiente para atender como debiera las
demandas y las necesidades. Aportan un dato: llegó a tener 129 efectivos y
actualmente tiene 66. La deducción: si con la primera cantidad, ya había
problemas y las críticas eran elevadas, con la segunda es para fruncir el ceño
y preguntarse cómo es posible.
No falta
razón a los sindicalistas cuando exponen que trabajar en tales circunstancias
obliga a un sobreesfuerzo y genera condiciones poco favorables para los
operarios, afectados en su salud y en su seguridad. Cuando el gobierno local
hubo de reducir el cánon de la concesión, el servicio se resintió, claro, pues
hubo que reducir o suprimir varias prestaciones. Este otro dato de los
dirigentes de UGT corrobora que la situación se va haciendo insostenible: por
la noche trabajan once o doce personas para una ciudad de treinta mil
habitantes y casi veinte mil camas turísticas. Y esta otra revelación de los
sindicalistas:
"Hay
cubas que no salen, barredoras averiadas y camiones en mal estado. Nadie revisa
nada y nadie va a comprobar cómo funciona el servicio. Que vayan a ver los
camiones. Hace mucho que no se limpian y algunos ya son nidos de
cucarachas".
Recordemos
que la empresa aplica actualmente un Expediente de Regulación Temporal de
Empleo (ERTE), vigente hasta 2017 con cuarenta y dos trabajadores afectados. Ni
siquiera la alternativa ofrecida por la propia UGT, consistente en anular el
ERTE y reponer al personal necesario, puede considerarse viable teniendo en
cuenta la situación económico-financiera del Ayuntamiento.
Pero esta
es una asignatura municipal que no admite dilaciones a la hora de invertir la
actual situación. En las redes sociales, hay días en que el debate adquiere una
virulencia preocupante. Se reclama más vigilancia y se piden sanciones
ejemplares para quienes no respetan y dan pie a estampas nada edificantes,
amasando la idea de ciudad sucia que no puede ni debe seguir robusteciéndose.
Mejor servicio, claro que sí. Con más dotaciones. Pero también mayor
sensibilización entre ciudadanos y empresas: campañas sostenibles de educación,
información y facilidades para hacer que reverdezca aquel lema de hace más de
tres lustros: ‘El Puerto, limpio y ejemplo’. Cuando el municipio ganó
galardones nacionales por la calidad de la prestación de este servicio.
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