Jaime
Coello Bravo
Cada
vez que llega el doce de octubre se genera polémica sobre qué se conmemora, por
qué y cómo. Este año las discusiones han
trascendido a los medios de comunicación nacionales porque personas muy
conocidas, de las que me voy a ahorrar cualquier calificativo, como el actor
Willy Toledo, el presentador Frank “de
la Jungla” o el futbolista Roberto Soldado se han dedicado hermosos “piropos”
en el transcurso de agrias discusiones públicas acerca de este tema.
El
12 de octubre se celebra el día de la Hispanidad y se celebra fundamentalmente,
porque en esa fecha de 1492 Colón llegó a una isla de lo que después se llamó
América. En el primer cuarto del siglo XX se comenzó a celebrar bajo la
denominación de día de la “Raza”. Posteriormente se llamó de la “Hispanidad”
hasta la toma del poder por Franco que
utilizó indistintamente los dos términos.
Esta
efeméride, es muy contestada en sectores crecientes de la sociedad de los
países iberoamericanos y del propio estado español porque en el fondo lo que se
celebra es un hecho que propició que miles de indígenas, centro, sur y
norteamericanos fueron esclavizados y masacrados o murieran por enfermedades
importadas y que su forma de vida desapareciera para siempre. Entiendo que los
que han sufrido un trauma así y sus
descendientes, no puedan pasar página ni hablar de que es algo terminado. Ese
día quedó también servido, el genocidio de los pueblos subsaharianos, pues poco
después de la llegada de Colón, Fray Bartolomé de las Casas consiguió que se
aceptara su tesis de que los indios tenían alma. Pero en ese mismo momento
defendió que los negros no, por lo que se abrió la veda para su utilización como
mano de obra esclava en el Nuevo Mundo.
¿Por
qué cada vez se habla del genocidio indígena sale alguien a defender al Imperio
español y a España y compara lo ocurrido en América con otros genocidios? ¿Por
qué se empeñan esos autoerigidos como protectores de la españolidad en hablar
de las invasiones de la Península por celtas, íberos, cartagineses, romanos,
visigodos y árabes como si fueran equiparables con los hechos que comenzaron en
1492? ¿Por qué siempre aparece alguien
culpando a los demás de los males propios? Así, surgen voces que dicen
que la verdadera crueldad surgió en América cuando llegaron los ingleses. Con
los venidos de España hubo un mestizaje, con los ingleses una masacre. La”
pérfida Albión” tuvo la culpa de todo. De esta forma algunos tranquilizan sus
conciencias e intentan acallar las opiniones más críticas.
Pero
en mi opinión, no es tan sencillo. Por supuesto que no culpo a ningún Estado,
ni a los españoles actuales de lo que pasó hace algo más de 500 años. Pero una
cosa es que no seamos culpables y otra muy distinta sacar pecho y celebrar algo
que para millones de personas sigue siendo doloroso.
Para
complicar más la cosas, desde 1987 a alguna autoridad estatal española con muy
pocas luces, se le ocurrió trasladar la conmemoración del día de las Fuerzas
Armadas al 12 de octubre, con lo que se asocia el llamado de forma muy cínica
“encuentro entre dos mundos”, con la marcha de un ejército que en su día fue de
ocupación; es decir, en el fondo, aunque a veces cumpla otras funciones, algunas
de ellas dignas de elogio, con el
desfile de un instrumento de muerte que
arrasó y saqueó América de punta a punta. En cuestión de sentimientos y este
asunto lo es, los símbolos son muy importantes y este es a todas luces, muy
desafortunado.
También
el 12 de octubre, los indígenas de
Estados Unidos y Canadá celebran su día de las tribus porque el 12 de octubre
de 1492 empezó la cuenta atrás para su destrucción. Primero fueron los
españoles de entonces los que intentaron someterlos, luego los franceses, los
ingleses y finalmente los estadounidenses que consiguieron exterminarlos casi por completo.
¿Pero
qué más da el origen de los genocidas? Porque desde la perspectiva actual lo
que ocurrió fue un genocidio y desde la perspectiva de la época también, pues
no fueron pocas las voces que se alzaron
en su momento contra la barbarie cometida por los conquistadores. Es
verdad que ha habido otros genocidios como
el armenio a manos de los turcos, el de los judíos y gitanos a manos de
los nazis y sus aliados, el de los congoleños a manos de los belgas, el de los
aborígenes australianos a manos de los británicos y sus descendientes
australianos… pero hay una gran diferencia con el iniciado el 12 de octubre de
1492: aunque todos se conmemoran, ninguno se celebra. Hay estados como
Australia que incluso han pedido disculpas recientemente por el trato que
dispensaron a sus habitantes primigenios; Alemania ha pedido perdón al pueblo
judío en reiteradas ocasiones.
A
nadie se le ocurre celebrar hoy en día el tráfico de esclavos y la esclavitud
sufrida por los negros africanos. Entonces me pregunto por qué las autoridades
de este Estado llamado España, insisten
en meterle el dedo en el ojo todos los años a millones de personas diciéndoles
que lo que les pasó hay que entenderlo como una fiesta.
Habrá
quien me diga, como he escuchado muchas veces, que los que critican son los
descendientes de los conquistadores europeos que fueron allí a hacer fortuna a
costa de los indígenas y que los
antepasados de los españoles actuales se quedaron aquí y no hicieron nada malo.
Aunque tenga algo de verdad, se puede explicar por lo que llamo “el síndrome de
los conquistadores” que consiste en que sus descendientes se avergüenzan de tal
manera de los actos de sus ascendientes que se
identifican con las víctimas que sufrieron su violencia, hasta el punto
que ellos mismos se consideran las
víctimas. Se trata de un mecanismo de defensa perfectamente comprensible
y legítimo que han desarrollado para poder seguir adelante en aquellas tierras
sin tener que pedir perdón y arrepentirse a cada paso que dan.
Pero
los descendientes reales de los indígenas sometidos, los pueblos nativos de
América, siguen sufriendo las
consecuencias de la Conquista en muchos países, en forma de marginación en la
vida pública, de falta de oportunidades económicas, de pérdida de tierras y de
sus culturas ancestrales, de alcoholismo y del rechazo de la población criolla
de origen europeo. En algunos casos, tienen que sufrir un nuevo episodio de una
conquista interminable a manos de multinacionales españolas, estadounidenses,
británicas…
¿Cómo
pretendemos que se sientan? ¿Por qué no hacemos el pequeño esfuerzo de ponernos
en sus zapatos? ¿Cómo les podemos pedir que pasen página si su sufrimiento está
muy lejos de terminar? ¿Cómo pedirles que no se enfaden porque celebremos el
día que comenzó su explotación y aniquilamiento? ¿Cómo nos sentiríamos nosotros si fuéramos
ahora ocupados por un pueblo extraño que se quedara con nuestras mejores
tierras, que nos esclavizara, que tomara a las mujeres por la fuerza y
aniquilara a los que se opusieran y además celebrara el día que llegaron? Creo
que la respuesta de obvia.
Es
verdad que pasado el tiempo, la conquista de lo que después de llamó América,
también produjo efectos interesantes y positivos en la forma de un idioma
común, una cultura similar en muchos aspectos y grandes literatos y artistas a ambos lados del
Atlántico ¿Por qué no celebramos entonces juntos a Cervantes, a García Marquez,
a Borges y a Cortázar? ¿Por qué no a Picasso, Frida Kahlo, Dalí o Diego Rivera?
Celebremos de verdad la diversidad y riqueza cultural de la comunidad de
pueblos que forman Latinoamérica en una fecha que escojamos entre todos, con la
que todos y todas nos identifiquemos y en la que nos sintamos cómodos y digamos adiós a fórmulas caducas basadas en
la imposición, en la violencia y en una raza que nunca existió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario