Graciliana Montelongo
Amador.
La cebolla es
escarcha cerrada y pobre.
Solo cebolla tenía
para alimentar a su hijo. Así se lo contó Josefina Manresa a su marido, Miguel
Hernández, cuando lo visitó en la cárcel. Él dotado de la única arma que poseía
(lápiz y papel) escribió: Nanas de la
cebolla. Al poeta más comprometido
de la historia, le afectó mucho, ver al pueblo sufrir, ver a su familia
destruida. Y todo ¿por qué?
Eso es lo que nos
preguntamos ahora nosotros ¿Por qué estamos así? ¿Quién
nos llevó a esto? ¿Quién nos hizo
retroceder en el tiempo? ¿Y para qué?
Amanece en los
hogares, da igual en qué lugar esté, da igual la familia. Todos sentimos lo
mismo, todos padecemos lo mismo. Hoy no se escucha el canto del mirlo. Hoy solo
hay tristeza. Hoy solo se escucha el lamento del pueblo. Un pueblo desgarrado,
abandonado a su suerte. Si Miguel Hernández
viviera, no cabe duda, de que volvería
a escribir…
Ya no quedan ni cebollas. Las cunas de los
niños son de paja, las casas de papel.
Las lágrimas silenciosas de las madres, llenan los corazones de angustia. No se
sabe que mañana espera a nuestros hijos.
No se sabe si habrá un mañana. Mientras, los poderosos, siguen pensando (pero
no en soluciones) en como
arrebatarnos lo poco que nos queda.
Está claro que no les
importamos. Todavía no se ha escuchado a ninguno decir:
Yo también rebajo mi
sueldo. Dejo el coche oficial y cojo el
mío. Devuelvo el móvil, que tengo gratis y uso el mío. Los dobles sueldos que
tenemos, los dejamos. Porque si el pueblo puede vivir con un sueldo inferior a
700 euros, yo que cobro más, muchísimo más, puedo vivir con menos.
Pero esto sí es una
utopía, para los que día a día nos
acostamos pensando, en qué, nos quitarán
mañana…
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