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sábado, 31 de octubre de 2015

UNA SANGRE

Teresa González

Había una vez una sangre            
paseando sus instintos
por los ingenuos pasadizos
de mi jardín
Era una sangre hija de la noche
sin olor, sin sabor, sin alma…           
Y sin pensarlo
salpicó de toxinas
su boca las pilastras
de mi gruta atormentada
lloviéndole sobre mojado     
a mi amor multiplicado
hasta que mi repertorio nombre     
se ahogó en la rutina de su lengua,                   
floreciendo bendiciones
tras la luz que las sombras
poco a poco se llevaban.
Esa sangre,
que lactó su inventario             
con mis lágrimas
no termina de pagar
su importe a la vida
ante mis anonadadas borrascas,
espectadoras de su fiera lucha
disputándose el penúltimo mendrugo metálico
que le arrebataron al alfa
responsable de su sangre percudida…
Hubo una vez una sangre          
que fue elegida por mi alma
como mía para volver…               
en mis estancias terrenales
a cantarle a la luna.
Hubo una vez una sangre
que se intoxicó

con el rojo dulce de la mía…

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