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sábado, 5 de septiembre de 2015

RECORDANDO A MI VALIENTE PROGENITOR Y DEMÁS SOCORRISTAS DEL TITLIS


Agustín Armas Hernández.

Medalla concedida a Ángel Arma Alvares, por el Gobierno de Noruega,

Por socorrer, junto a otros compañeros, a los náufragos del <Titlis>

 Muy pocos saben que Ángel Armas Alvares, mi padre, fue, sin quitarle mérito a los otros socorristas, quien en la madrugada del 11 de Diciembre de 1910, el principal héroe en el naufragio de Punta Brava. Sentía un gran dolor en su corazón viendo a los tripulantes del Titlis, concentrados en la proa del herido barco (la popa ya se encontraba semi- hundida) y en grave riesgo de ser barridos de la cubierta por las enormes olas que batían arrecifes y navío. En un arrebato de valentía, cogió un cabo (soga larga y gruesa); la cual había traído en ese preciso momento D. Sebastián Castro, y se la ato a la cintura como pudo. No podía permitir que aquellas personas perecieran haciéndole señas para que los socorrieran. Sin pensarlo más, se lanzó al mar bravío, le iba en ello su propia vida. Pero, si no se obraba rápidamente y de la única manera que se podía, todos se ahogarían. Nadó, con enorme dificultad de risco en risco, a veces no se le veía porque lo cubrían las olas, y, ya en el último de los más altos, aunque todavía alejado del navío, lanzo la soga, hacia donde estaba el carguero en estado agónico. Tuvieron gran suerte, la atrapó uno de los más cercanos marinos del desgraciado, aunque joven, cargueros noruego. Solo contaba seis años desde su botadura 1904-1910.

 
El Titlis fue construido en los astilleros <<Neyland>> (Oslo). Tenía un tonelaje bruto de 1.407 toneladas, una eslora de 231 pies, 35 de manga y 20 de calado. Venía al mando del capitán Kristian Andersen, con una tripulación de 18 hombres; de los cuales 4 desaparecieron, arrebatados por las olas cuando agarrados de la susodicha cuerda intentaban llegar a tierra firme. Por el malogrado barco y estos cuatro tripulantes nada se pudo hacer, aunque se intentó salvarlos de muchas maneras.



 El nombre de los seis valientes socorristas quedó para siempre en la historia de  Puerto de la Cruz. Tiempo después del fatídico suceso, que conmovió a todos los habitantes del Puerto de la Cruz, el Gobierno de Noruega y su monarca, galardonaron, con medallas y pergaminos, a los intervinientes en el arriesgado salvamento.

 
He querido perpetuar lo ocurrido, con  los siguientes versos:
El mar bravío batía
La costa norte tinerfeña,
Dejando ver entre espuma
La oscura y escondida peña
Preludio de negra noch
Presentían los marinos,
Que alejaron de la costa
Por precaución sus navío
¡No se equivocaron! fatídica noche.
Jamás como ésta antes hubo habido!
Mas el capitán del <Titlis>,
Ignorándola a dormir se ha ido.
Era la madrugada del  once
De Diciembre de mil novecientos [Diez,
El huracán con fuerza arreciaba
Y nada se podía ver ni hacer.
De súbito un gran gemido
Por todo el puerto se ha oído:
Despertándose las gentes,
Preguntándose: ¡qué pasa, qué ha [Sido!
Pronto el hecho se propaga:
Es de un barco mal herido,
Que en las rocas de la brava
Ha encallado y está en peligro.
Agonizaba el vapor noruego
Allí estaba semi-hundido,
Con la tripulación en la proa
Esperando algún prodigio.
Y así fue: que de las garras
Del mar y empenachados riscos
Seis portuenses valientes
A los marineros del <Titlis>
Han salvado de la muerte.


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