Javier Lima Estévez
Graduado en
Historia por la ULL
El
pastor anglicano Thomas Debary visitó
las Islas Canarias en la segunda mitad del siglo XIX, dejando una interesante
descripción sobre las costumbres de la sociedad canaria del momento, destacando
sus aportaciones para el conocimiento de la historia eclesiástica de Gran
Bretaña durante el siglo XIX. La obra Viajeros
ingleses en las Islas Canarias durante el siglo XIX, del investigador
José Luis García Pérez, incluye diversos datos en torno a la vida del propio
reverendo inglés, el cual, nos dejaría un libro bajo el título Notas de una residencia en las islas
Canarias (publicada en 1851) siendo presentado en español a través de un
interesante prólogo del profesor de Historia de América de la Universidad de La
Laguna, Manuel Hernández González y edición de Juan Enrique Jiménez Fuentes. A
partir de tal testimonio podemos conocer y extraer las impresiones que el Valle
de La Orotava generó en la mentalidad de un pastor anglicano del siglo XIX. En
ese sentido, no duda en manifestar la tristeza que le produjo La Orotava,
acudiendo al núcleo portuense con el fin de “encontrar algo mejor”. Describe el
amargo panorama que observó en el Puerto de la Cruz, anotando sus impresiones
sobre la perspectiva de un pueblo cuya imagen parecía alejarse de aquel
esplendor logrado décadas atrás. De esa forma, resalta que “la hierba crece en
medio de muchas de sus calles; además, su hermoso clima estaba algo alterado
por la frecuencia de la brisa o viento del nordeste, que seguramente sopla, más
o menos, en todas las partes del mundo para recordar a los hombres que son
mortales”. El reverendo se hospedaría en una casa propiedad de Martínez, registrando
un curioso acto de agitación desarrollado por algunos progresistas en el lugar
a partir de la Revolución Francesa de 1848 en la que se obligó al rey Luis
Felipe I de Francia a abdicar, narrando su encuentro en el núcleo de La Paz con
Mr. S y la preocupación e inquietudes del mismo a partir de tal movimiento,
acudiendo junto a Mr. S a visitar “algunas cuevas guanches, que verdaderamente
sólo eran apropiadas para el rey de las aves y no para servir como palacios de
seres humanos, aunque muchas de ellas se dice que fueron –sin duda, elegidas
por su inaccesibilidad-“, anotando diversos detalles de enorme importancia sobre
otros puntos de la isla de Tenerife a mediados del siglo XIX y que permiten
aproximarnos al conocimiento de la realidad social y económica del momento.
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