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viernes, 15 de mayo de 2020

VIAJE DEL CAPITÁN GEORGE GLAS AL PUERTO DE LA OROTAVA (1758-1765)


José Melchor Hernández Castilla

George Glas (1725-1765) es un británico aventurero, capitán de barco, que escribió un libro denominado “Una descripción de las Islas Canarias: incluida la historia moderna de sus habitantes, y una relación de sus usos y costumbres… (1764)”, editado en Londres; y reeditado por Pope y Swift en dos volúmenes en 1767 (Introducción de Constatino Aznar de Acevedo. “Una Descripción de las Islas Canarias (1764)”. Instituto de Estudios Canarios. 1999. Página 9). Según nos señala Cristóbal Corrales y Dolores Corbella, en “Primeros Testimonios e Impresiones sobre el Habla Canaria (2004), nº 50, Anuario de Estudios Atlánticos (AEA), en páginas 75 y 76: “George Glas es quizá de los primeros viajeros a las islas que no sólo se interesa por la lengua aborigen sino que también constata la nueva realidad lingüística, formada a partir de un  mestizaje entre «españoles y otros europeos», que ha dado como resultado la aparición «al fin de un solo pueblo» con una sola lengua: el castellano. Así, lo expresa Glas… «Nunca hablan, ni entienden otro idioma que el castellano, el cual lo pronuncian de manera bárbara» (1764: 37)… «Los descendientes de esta mezclada nación se llaman ahora españoles, y no hablan otro lenguaje que el castellano» (Ibíd.: 111).

Las primeras vivencias religiosas de George Glas, su formación como médico, y su conocimiento de la mar, le aportarán una visión, una mirada reflexiva y moralista, en el mundo en el que se halla inmerso. Para ahondar en su biografía es cita obligada el artículo de Theodore Monod, publicado en francés, con citas y notas en francés, inglés y castellano, “Notes sur George Glas,  1725-1765. Fondateur de Port Hillsborough, Sahara Marocain (1976)”, nº 22, AEA). George Glas es uno de los 15 hijos de John Glas (1695-1773), nacido en Escocía, Dundee. Su padre fue el fundador de la secta de los “Glassites” o “Glasites”, también llamada “Sandemanian”, por el nombre de Robert Sandeman (1718-1775), yerno y sucesor del fundador. Según el diccionario universal francés-español, “Glassite” significa “miembro de un secta cristiana, fundada en Escocia el año de 1730 por John Glas, ministro antiprebisteriano”.  “Sandemanianos o Glasitas. La idea básica del fundador era la restauración de la Iglesia apostólica, llevando a cabo la independencia completa de cada iglesia local de toda otra y del Estado. El énfasis principal se ponía en la Cena, mientras que se introdujeron el lavamiento de pies, el beso de amor, el ágape y una limitada comunidad de bienes” (www.iglesiapueblonuevo.es).

George Glas se casaba en 1753 con Isabel Miller (1723-1765), de Perth (Escocia); y su hija Catherine, nacía en 1754 (Theodore Monod, 1976).

Tradicionalmente, los datos insulares de George Glas arrancaban de 1758, fecha en la que llegaba, al Puerto de la Cruz o Puerto de La Orotova, procedente de la costa africana con “vehementes sospechas de infección”, tal y como apunta Viera y Clavijo (Lib. VIII, cap. 68. Véase también J. A. Álvarez Rixo 1994: 71-72). Sin embargo, hay constancia de su presencia en Santa Cruz de La Palma en 1750, siendo con una carga de 900 fanegas de trigo, centeno y otras mercancías consignadas a David Macghee, destacado comerciante irlandés establecido en Santa Cruz de La Palma (Castillo, Francisco Javier 2006. “George Glas y su obra. Una Descripción de las Islas Canarias. Notas al Capítulo XI”. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006) página 494).


Constantino Aznar de Acevedo (1999) hace los siguientes comentarios y reflexiones sobre la vida de George Glas: “Debió ser un personaje de gran preparación en su profesión marinera, pues su texto está siempre acompañado de datos náuticos precisos y prácticamente aprendidos in situ. Sin embargo, poco se sabe acerca de su primera carrera como médico en la marina, aunque sí que le llevó a realizar varias navegaciones a la costa de Guinea, que seguramente le harían cruzar a lo largo de las Canarias. Según parece ahorró dinero suficiente como para, hacerle pensar en una expedición al río Senegal y al Cabo Verde, si bien después pensó en conseguir el apoyo del Gobernador de Canarias, el cual en cambio lo metió en la cárcel, como cuenta don Lope Antonio de la Peña. Debió ser también hombre de cierta cultura, pues las observaciones que hace referentes a la religión, a la manera de ser de sus semejantes extranjeros, comparándolos con sus compatriotas, son agudas”.

George Glas (1764) hace las siguientes descripciones del Puerto de la Cruz de La Orotava: “Puerto de la Orotava es un lugar de considerable tráfico comercial, y ha florecido muchísimo desde la destrucción del puerto de Garachico; tiene varios buenos edificios particulares, dos iglesias, dos conventos de frailes y dos de monjas. A cada extremo de la ciudad hay una bahía de arena negra; a lo largo de la parte más septentrional se levanta un muro de piedra, bajo, construido para impedir el desembarco de un enemigo; en la otra bahía se eleva una especie de pequeño fuerte, con el mismo objeto; y entre ellos, en el lugar del desembarcadero, una batería de algunos cañones. Pero el oleaje que rompe continuamente en la costa es mejor defensa que si la cubriera una guarnición de diez mil hombres de las mejores tropas. El Puerto de la Orotava tiene abundancia de agua potable, que es conducida hasta ella desde un arroyo a gran distancia, en canalones o caños de madera” (Página 77).

El propia Glas (1764) expone la ventaja del puerto de La Orotava sobre el puerto de Santa Cruz de Tenerife: “Es muy corriente que los barcos que vienen cargados de Europa a Santa Cruz, en Tenerife, descarguen parte de su mercancía en el Puerto de La Orotava; estas naves, cuando sopla fuerte el alisio, encuentran a veces impracticable el alcanzar Punta Anaga; si éste es el caso, que viren a sotavento de aquel punto de la isla y que se mantengan cerca de la costa, en donde, si no se encuentran con un viento sur, serán llevadas por la corriente, en el espacio de veinticuatro horas, desde la punta suroeste de la isla hasta Punta de Teno, desde donde pueden hacer fácilmente rumbo a Puerto de La Orotava” (Páginas 165 y 166). Y añade: “Un patrón de barco de cualquier nacionalidad que se encuentre en guerra con España, puede, si lo hace prudentemente, comerciar en el Puerto de La Orotava, sin el menor peligro de que los nativos sean capaces de capturar el barco, pero tiene que llevar algunos cañones y estar bien dotado” (Página 153).

George Glas (1764) define como fina precisión el acercamiento de los veleros al Puerto de la Cruz de La Orotava: “A dos leguas de Garachico, al este, hay una ciudad llamada el Puerto de la Orotava, cuya situación está dada erróneamente en todas las cartas de marear, que la colocan tres o cuatro leguas más cerca de Punta de Anaga de lo que realmente está. Las marcaciones por las que un extranjero puede hallar Puerto de la Orotava son éstas: se encuentra aproximadamente a mitad de camino entre Teno y Punta de Anaga, pero más bien más cerca de esta última y en la costa. Por encima de ella, al interior, hay otra ciudad, algo mayor, llamada Villa de la Orotava; entre estas dos hay dos pequeñas colinas en forma de pan de azúcar. Ningún barco irá de aquí hacia otro en alta mar hasta que llegue hacia una milla de la costa, cuando el bote del práctico pone un piloto a bordo, que le indica la ruta, que está como a una milla hacia el oeste de la ciudad, en donde los barcos quedan fondeados con cuarenta o cincuenta brazas” (Página 76).   Antonio Ruiz Álvarez (Síntesis Histórica del Muelle del Puerto de la Cruz o de Orotava, Anuario de Estudios Atlánticos, nº 19, 1973, páginas 404-405) nos recuerda que éste era el fondeadero de las naves gruesas en el invierno, por ser su fondo de arena, llamado Limpiogrande, ubicado en puerto viejo (puerto Orotava), actual Playa Jardín del Puerto de la Cruz.

Glas (1764) prosigue hablando de Puerto Viejo o puerto Orotava: “Este es un buen puerto en verano, o desde principios de mayo hasta fines de octubre; pero en invierno, los barcos se ven obligados a soltar amarras y echarse a la mar, por temor a ser sorprendidos por un viento de noroeste, que provoca una fuerte marejada sobre esta costa. Pero estos vientos se presentan rara vez, y en general avisan antes de empezar, de manera que los barcos tienen tiempo de ponerse a seguro. El piloto que sube a bordo a su llegada, permanece en el barco hasta que zarpa. Estos pilotos son muy cuidadosos en soltar amarras y echarse a la mar, cuando presienten cualquier peligro. Esta ruta es generalmente tranquila; pero hay casi siempre una larga marejada del norte, que hace que los barcos se balanceen mucho, por lo que puede uno imaginar que es casi imposible cargar un barco allí” (Página 76).

Paradójicamente, la carga y descarga se realiza en el puerto de la Cruz, y no en el puerto de La Orotava o puerto viejo: “El lugar de desembarco se encuentra cerca de la mitad de la ciudad, donde hay una pequeña cala o abrigo entre las rocas. Las grandes barcas cargan allí vinos, etc., y los llevan a los barcos en la ruta más afuera. Cada una de estas barcas llevan generalmente consigo quince o veinte marineros, que suben los vinos a bordo, y los estiban con asombrosa rapidez y destreza, incluso cuando un barco se balancea de borda a borda, lo que es frecuente el caso en esta ruta de navegación” (George Glas, 1764. Página 76).

George Glas (1764) nos relata la historia de un marinero que sucedió paralelamente al terremoto de Lisboa de 1755: “Un barquero en Puerto de la Orotava me dijo que en el día del terremoto de Lisboa, su bote fue lanzado contra la playa, y él se encontraba apoyado en él con algunos pescadores, cuando de repente el mar hizo flotar su bote, y lo mojó a él y a sus compañeros hasta medio cuerpo; después se retiró un gran trecho, volvió otra vez, pero no con tanta violencia como primeramente; y así continuó con reflujo y flujo durante una hora; todos estaban asombrados ante este extraño fenómeno; pero cuando se enteraron de la noticia de la destrucción de Lisboa, mi barquero juró solemnemente que nunca más trabajaría en el día de Todos los Santos mientras viviera; <juramento, añadió, que tengo la intención de cumplir de la manera más religiosa> (Página 99).

“La producción de esta isla es muy parecida a la de Canaria, sólo que hay menos tierra de maíz aquí y más viñedos. Los vinos son fuertes, buenos y propios para la exportación, en especial a climas calientes, que los mejoran mucho. Anteriormente había una gran cantidad de Malvasía o vino canario generoso* fabricado aquí, pero últimamente no se consiguen más de cincuenta pipas en una temporada, pues recogen las uvas cuando están verdes y hacen con ellas un fuerte vino seco, el cual, cuando tiene dos o tres años, apenas puede distinguirse del vino de La Madera, pero después de cuatro años se hace tan meloso y dulce, que se parece al vino de Málaga en España. La orchilla crece aquí en abundancia, lo mismo que en todas las Islas Canarias” (George Glas, 1764. Página 91).

George Glas sube al Teide, que llama Pico de Tenerife: “Al principio del mes de septiembre de 1761, a eso de las cuatro de la tarde, salí a caballo, acompañado por el patrón de un barco desde Puerto de La Orotava, para llegar al Pico. Llevábamos con nosotros a un criado, un mulero y un guía…Vimos desde allí las cimas de las islas de La Palma, La Gomera, El Hierro y Gran Canaria; parecían estar muy cerca, pero no conseguimos vislumbrar Lanzarote o Fuerteventura” (Páginas 83 y 85).

Como médico, George Glas (1764) se queja de lo poco que se hace por la sanidad pública: “Los ingleses y los demás extranjeros en las Islas Canarias se lamentan mucho de la falta de buenos médicos y cirujanos, y no sin motivo; pues, ¿a qué otra razón se puede atribuir que los nativos estén tan invadidos por el prurito y las enfermedades venéreas, que podrían ser tan fácilmente erradicadas? Las enfermedades que predominan aquí, además de las ya mencionadas, son la tabardilla (tabardillo) o tifus pintado o exantemático, y los flatos, una enfermedad flatulenta que afecta los intestinos, el estómago y la cabeza. Es frecuente aquí la parálisis, que ataca sobre todo a los ancianos. La fiebre intermitente es una enfermedad peculiar de la isla de La Gomera, pues apenas se conoce en las otras islas. Unos pocos nativos padecen la lepra; como se considera incurable, hay un hospital en Gran Canaria, apartado, para recibir a los desgraciados que sufren esta enfermedad” (Páginas 128 y 129).

Para concluir, con esta breve reseña, traemos las palabras de Lope Antonio de la Guerra y Peña, regidor perpetuo de la Isla de Tenerife (Tenerife en la segunda mitad del siglo XVIII. Cuaderno l. Años 1760-70. Ed. El Museo Canario, Las Palmas, 1951): “El día 15 de octubre salio Jorge Glas de la Prission del Castillo principal de Santa Cruz, en que se hallaba por orden del Excmo. Señor Comandante general de estas Islas. Ya dexo dicho como se havia echado un vando para que los Marineros de estas Islas no fuessen a servir en Embarcaciones Inglesas, por temer si estos querían establecer la pesca que propone dicho Jorge Glas en su historia de estas Islas, i que se pusieron las demas precauciones para impedirla. Esto ya en tal Estado, llegó á Lanzarote Glas en una Lancha con algunos efectos comerciables: el Coronel que estaba prevenido le prendio, i le trageron a esta Isla en 29 de Noviembre del año proximo pasado de 64” (Constantino Aznar de Acevedo, 1999. 

Introducción, Páginas 10 y 11). Casi un año después, 1765, George Glas fue liberado y partía del Puerto de la Cruz de La Orotava con destino a su Gran Bretaña: “Con esta i otras respuestas los entretuvo hasta que, haviendo llegado embarcación de España el citado día 15 de Octubre, no pudieron detener mas tiempo la orden sin darle cumplimiento; i el mismo dia le libertaron de la prission. Al dia siguiente se fue al Puerto de la Orotaba de donde estaba muy proxima á salir una embarcación, en que se fue, i se esperan resultas de este hecho, que ha dado bastante margen a los Estadistas para discurrir” (Constantino Aznar de Acevedo, 1999. Introducción, Página 13).

El capitán ilustrado No regresaría a Canarias; poco después, moriría en Irlanda en desgraciado suceso, el 30 de noviembre de 1765, antes de llegar a Londres (Constantino Aznar de Acevedo, 1999, Introducción. Páginas 13-14).   

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