Lorenzo de Ara
Escribe Adela Cortina,
catedrática emérita de Ética y Filosofía Política lo siguiente: “En algunos de
sus textos recuerda Philip Pettit que los mecanismos de control de una sociedad
moderna son fundamentalmente tres. Dos de ellos son bien conocidos: la mano
invisible de la economía de mercado y la mano visible del Estado.
Desgraciadamente, está muy extendida la convicción de que con esas dos manos
basta para llevar a buen puerto una sociedad, cuando lo cierto es que resulta
también indispensable la mano intangible de los valores, las normas y las
virtudes cívicas, que es valiosa por sí misma y para lograr que la democracia
funcione. Es el aceite que engrasa las ruedas de las maquinarias visible e
invisible desde el peso de lo intangible. Lo que la tradición clásica ha
llamado el êthos, el carácter de una sociedad, desde el que hace frente a las
situaciones.” Amén.
Y yo, desde el humanismo
cristiano que profeso, echo de menos esa tercera mano. Y creo que la
despreciamos o sencillamente la eliminamos para fabricar un mundo de siglas
políticas que nunca han puesto al hombre en el centro. Hoy en España, el actual
Gobierno representa un peligro contumaz para esa tradición de siglos que
fomenta y protege la buena salud de una sociedad.
Quería saber para qué cosa puede
servir el presi de la todavía España, y leyendo a Juan Manuel de Prada descubro
que para muy pocas: “Sánchez…en el infierno no serviría ni para escachar
liendres…”. O sea, que para destruir España, y punto.
Y en otoño negrura. Más
negrura. Y los de siempre, también desde el "poder" mediático,
apoyando el establecimiento del horror. Nuevo horror, pero con los viejos
métodos de la hoz y el martillo, para luego dominar al rebaño. Digamos rebaño
para que la minoría ciudadana no recuerde al Cojo Manteca.
Nunca he tenido un palo de golf
entre mis manos. Hace tiempo que solo tengo libros. Y periódicos. Pero el boxeo
es mucho más noble si llega el momento del abrazo, que no es otra cosa, como
dijo un sabio, que una pelea cuerpo a cuerpo.
"Se entiende la angustia
por el desempleo. En cambio, tratar de imponer el falso dilema entre la
economía y la salud se antoja insoportable para cualquiera que comprenda que su
integridad física depende de los sanitarios, no de tomar vinos en una terraza.
No hay consumo ni recuperación sin salud pública. Mitigar una crisis que ha
disparado las colas en los bancos de alimentos resulta plausible. Forzar una
aparente vuelta al día a día apelando solo a lo que conviene al tejido
productivo sería un placebo momentáneo. Pero también una temeridad
epidemiológica de consecuencias ya previsibles”, escribe Raúl Conde en El
Mundo.
Créame, estoy con usted, señor
Conde. Y si los muertos son improductivos, hay políticos, de todas las
tendencias, que también lo son, y no merecen el respeto que sí merecen los
primeros.
Mejor quedarnos con los 30.000
muertos que con este Gobierno.
Y sin dejar todavía el citado
periódico de Paco Rosell, la vieja periodista Lucía Méndez hace lo que hasta
hoy parecía inimaginable. Como lleva tiempo solazando en el pudridero del
radicalismo de la izquierda repartidora de dolor, ha decidido usar a Galdós
para pedir perdón. Escribe que “Misericordia”, gran novela de nuestro insigne
escritor, es muy apropiada para este tiempo. ¡Y yo tengo que pagar todos los
meses para leer cosas así en El Mundo! Me pregunto su la vieja Lucía ha leído
las obras completas de mi paisano. A mí, lo confieso con humildad, me faltan
tres lecturas. Y me pregunto si por un casual lee El Mundo, periódico donde
trabaja. ¡Y tengo que pagar todos los meses unos euros para tener acceso a
“buen” periodismo! Aunque también pago por El País.
“Miseria y hambre” decía hace
pocos días el vicepresidente canario, Román Rodríguez.
Miseria sí.
Pero lo que está ya entre
nosotros es el pavoroso Holodomor.
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