Javier Lima Estévez
El proyecto de expansión sobre el litoral de Martiánez marcó
una prioridad entre finales de los años sesenta e inicios de los setenta del
pasado siglo XX. Bajo la alcaldía de Felipe Machado González de Chaves, el
Puerto de la Cruz tendría como una de las prioridades seguir en esa línea ya
trazada para una ciudad que aspiraba a responder a la ampliar demanda y
solicitud de un destino turístico en alza. Con el fin de aproximarnos a ese
fenómeno localizamos algunas notas de interés publicadas en su momento por la
revista Costa Canaria y disponible para su consulta en el archivo Jable de la
ULPGC. A la inauguración de la esperada primera fase del litoral de Martiánez acudieron
primeras autoridades. En el acto intervino Manuel Delgado Aranda, Delegado de
Información y Turismo, felicitando a los presentes por la colaboración tan
estrecha entre el Estado y la propia ciudad turística para lograr un mismo fin.
No dudó, incluso, en afirmar la necesidad de seguir esperando la segunda fase
y, entre sus palabras, la publicación reproduce las siguientes impresiones:
“Quiera Dios que pronto podamos volver a reunirnos para asistir a la
inauguración de la segunda parte de estas obras, donde el arte fabuloso de
César Manrique; la ilusión y eficacia del Ayuntamiento y de su alcalde, Felipe
Machado González de Chaves, la técnica humanizada y alegre de los ingenieros
Amigó y Olcina, la obra bien hecha y generosa de Luis Díaz de Losada y el afán
de todo el Puerto de la Cruz, nos están permitiendo contemplar la terminación
de esta primera etapa, fundamentalísima para el desarrollo turístico de
Tenerife”. El alcalde también llegaría a destacar el significado de ese día
bajo el conjunto de acciones emprendidas para potenciar el interés turístico
del lugar y, por otra parte, apuntar que en ese afán por expansión no podía
obviarse la realización de zonas o espacios abiertos. Tras esa primera fase de
8.000m2, se pasaba a continuar a una segunda con el apoyo del
Ministerio de Información y Turismo y el Banco de Crédito Local.
La obra
llegaría a presentar ahora una mayor complejidad. Sobre un espacio de 33.000m2
se tenía que ubicar un gran lago artificial bajo un presupuesto de 127.000.000
de pesetas. A ello se debía sumar la escollera semisumergida con el fin de
garantizar la protección y mejora de la playa. Obra que también debía comenzar
en una fecha próxima tras la adjudicación al Cabildo Insular de Tenerife.
Una serie de acciones que contribuían a marcar una nueva
realidad en el conjunto de un litoral que, bajo tal contexto, pasaba a ser
transformado con el imparable boom turístico
de finales de los años sesenta e inicios de los setenta del pasado siglo
XX.
No hay comentarios:
Publicar un comentario