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lunes, 18 de mayo de 2020

UNA PLAZA PARA “DOÑA MARÍA YANES BARRIOS E HIJOS” EN LAS CABEZAS DEL PUERTO DE LA CRUZ


José Melchor Hernández Castilla

Doña María Yanes Barrios nace en La Matanza de Acenjeto en 1904, hija de Antonio Yanes Regalado y Clemencia Yanes López. Tuvo cinco hermanos, de los cuales dos emigraron a Cuba. Desde muy jovencita, residió junto a su madre Clemencia y a su hermana Celedonia, en la calle del Lomo del Puerto de la Cruz. Es posible que en ese tiempo conociera a su futuro marido Don Antonio Castilla Padrón, nacido en Rancho Veloz, Santa Clara, Cuba, en 1898, en pleno término de la guerra en ese país; su padre, Antonio Castilla Afonso era originario de La Victoria de Acentejo, y su madre Catalina Padrón de Vega era de procedencia desconocida. Antonio Castilla Padrón tuvo sólo un hermano de padre, 18 años menor que él, Benito Castilla González, nacido en La Victoria de La Victoria, el cual tuvo un molino en San Juan de La Rambla.

María Yanes Barrios y Antonio Castilla Padrón, según nos cuenta su hermana Celedonia en el año 2001, se casaron en la ermita de San Amaro, cuando María tenía apenas 14 años, aunque ella ya tenía cuerpo de mujer, alrededor de 1918. Fueron a residir en la Calle Blanco del Puerto de la Cruz, donde llaman Las Cabezas; en este tiempo, era la entrada natural al Puerto de la Cruz. Dispusieron de una venta en el mismo lugar donde habitaban y hacían también comidas o matanzas de cochinos en épocas señaladas, que luego ofrecían a al público en general.

Tuvieron 10 hijos en el periodo de 10 años, desde 1922 a 1942: Regina, Enrique, África, América, Antonio, Carmen, Norberto, Juan, Ramón, Francisco Lorenzo.

A Doña María se la conocía por el apodo de Campolimpio, habiendo varias versiones sobre el origen del nombre; uno de ellos es el de su hermana Clemencia; que nos comentaba que el apodo procede de su padre Antonio Yanes Regalado, el cual tenía en una venta en la carretera general en La Matanza de Acentejo, y teniendo una disputa en el interior de la venta con un cliente, le dijo que saliera fuera, a “Campolimpio”.


Hay otras anécdotas, que pueden ser más o menos graciosas, dependiendo del punto de vista de cómo se mire. Su marido, Antonio Castilla Padrón, tenía, fuera de la venta de la calle blanco y a vistas de todo el paseante, una pizarra de tiza, donde apuntaba los deudores morosos de la venta; la cuestión, no tardaba en resolverse.  

Sobre los años 40, Antonio Castilla se separa de su mujer María Yanes, yéndose a otro lugar del Puerto de la Cruz, posteriormente residiría en Santa Cruz de Tenerife, donde fallecería en los años 70. Mientras tanto, Doña María, que no sabía leer, porque nunca quiso hacerlo (en cambio, con las cuentas no había quién la engañara), y ya con sus hijos no tan pequeños seguía adelante con el negocio familiar de la venta; sus hijos se fueron casando y marchando de la casa. De ahí, que viviera con ella, durante mucho tiempo, su nieta Carmen, hija de su hija Carmen.

Hasta los años 80 del siglo XX, doña María se mantuvo en su tienda, vendiendo algunos productos básicos de alimentación, gofio, chochos y vinos. Vivirá sus últimos días, en la casa de Punta Brava, con su hija América, donde era visitada frecuentemente por sus hijos.

La Casa o Venta de Doña María, a partir del principio del siglo XXI, quedó totalmente abandonada, y continuó con un proceso de deterioro. Los herederos no se pusieron de acuerdo para venderla, y hoy, es muy complicada su venta, por el sinfín de herederos. Afortunadamente, todavía permanecen con nosotros dos de sus hijos, Tito y Pepín, en Tenerife. Sin embargo, los herederos se han multiplicado como la arena en el desierto. Por ello, como nieto de Doña María e hijo de América Castilla Yanes, y en homenaje a ella y a sus hijos, propongo, aunque soy consciente de la dificultad de mi propuesta, que su casa sea cedida al municipio del Puerto de la Cruz y se haga una plaza pública a nombre de “María Yanes Barrios e Hijos”. La parte que me corresponde de la casa la cedo al municipio del Puerto de la Cruz e invito a que sus descendientes hagan lo mismo, ya que sólo un acto de generosidad de este tipo podría estar a la altura del esfuerzo y trabajo de “Doña María Yanes Barrios e Hijos” en la época dura de la posguerra civil española. Ante esta propuesta, ya estoy escuchando a mi madre, América, que en paz descanse: “tú estás loco”. Y eso me hace sonreír, y me hace pensar: “ya le salió a mi madre el Campolimpio”.  

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