Isidoro Sánchez García
Como
consecuencia del coronavirus Covid-19 se publicaron muchos boletines oficiales
del estado y algunas órdenes ministeriales en estos tiempos de primavera. Una
de ellas fue la Orden SND/351/2020, de 16 de abril, por la que se autorizó a
las Unidades NBQ de las Fuerzas Armadas y a la Unidad Militar de Emergencias a
utilizar biocidas autorizados por el el Ministerio de Sanidad en las labores de
de desinfección para hacer frente a la crisis sanitaria ocasionado por el
COVID-19.
La
lectura de la misma alteró a algunos ciudadanos sensibles que me llamaron
preocupados por el posible efecto que ello podría suponer entre la ciudadanía,
ya que “veían” aviones y helicópteros fumigando desde el aire los pueblos de
Canarias y de toda España
Entre
las resoluciones de la Orden Ministerial destacaba la autorización específica
de procedimientos de desinfección aérea, a través de las técnicas de
nebulización, termonebulización y micronebulización. La lectura de la misma
alteró a algunos ciudadanos sensibles que me llamaron preocupados por el
posible efecto que ello podría suponer entre la ciudadanía, ya que “veían”
aviones y helicópteros fumigando desde el aire los pueblos de Canarias y de
toda España, tanto los espacios públicos como privados, en las actuaciones generales
de desinfección. La verdad es que también me sorprendió la medida y lo consulté
con algunos compañeros profesionales a los que también les llamó la atención.
Incluso le envié una nota a unos de los vicepresidentes del Gobierno de
Canarias mostrando mi preocupación al respecto.
Langostas del desierto en sus distintas fases de desarrollo, en el estudio del
ingeniero agrónomo José del Cañizo.
Lo
cierto fue que me puse a recordar las plagas de langostas que cuando chico
había vivido en Tenerife. Una en 1954 y la otra en 1958. De esta última me
acordaba mucho más ya que tenía 16 años y la viví intensamente ya que estaba
estudiando el Preu en los salesianos de La Orotava y nos pusieron a dar
caceroladas para asustar a los cigarrones de las fincas. También porque mis
padres nos llevaron a la familia, un domingo de octubre, a ver la Virgen de
Candelaria, con regreso por la carretera de la Esperanza, cumbres de Izaña y el
Portillo. Inolvidable la nube rosa que cubría los cielos de la isla y tremenda
la alfombra roja que se desparramaba a lo largo y ancho de la carretera por la
zona de Izaña. Hasta el sol cambió de color.
Lo
cierto fue que me puse a recordar las plagas de langostas que cuando chico
había vivido en Tenerife. Una en 1954 y la otra en 1958. De esta última me
acordaba mucho más ya que tenía 16 años y la viví intensamente.
De
la pandemia del covid-19 volví a la plaga de 1954 y acudí a mi biblioteca
agroforestal para rebuscar información acerca de las plagas de langostas y
encontré un trabajo realizado por el ingeniero agrónomo José del Cañizo y
editado por la Estación de Fitopatología Agrícola de Madrid en 1954. Se
titulaba Invasión de langosta peregrina en Canarias (octubre de 1954). El
preámbulo dice literalmente: “A mediados de 1954, grandes bandos o enjambres de
langostas procedentes del continente africano invadieron las islas Canarias.
Algunos bandos llegaron en vuelo y otros contingentes arribaron en grandes
masas flotantes a las playas meridionales y orientales de aquellas islas. En el
presente trabajo hacemos un resumen de las características de la invasión y de
la campaña realizada para su exterminio”.
Comenzó
escribiendo los datos geográficos de Canarias y continuó por el origen de las
plagas, la organización de la lucha, por las características de la invasión, la
distribución de cebos, el espolvoreo de insecticidas con avionetas, otros
medios de lucha, y el avivamiento en la isla de El Hierro. Cerró su trabajo con
una cita a las invasiones anteriores de la Schistocerca gregariaen Canarias,
conocida como la langosta colorada o el cigarrón africano. Citó la invasión de
1910 y de 1932, y le llamó la atención la cadencia con las que se produjeron,
cada 22 años y además en octubre.
Al tratar el origen de las plagas el autor explica el movimiento de las langostas. Nacen cerca del ecuador africano entre agosto y octubre y suben en dirección norte cuando son adultas hasta Mauritania, Marruecos, Argelia y Túnez. La emigración de los enjambres mayormente tiene lugar por la región costera occidental y a veces se desvían a Canarias por vientos atlánticos. Sus descendientes, obligados por la sequía, regresan a zonas tropicales donde crían. De hecho en la primera quincena de octubre de 1954 fueron señalados y registrados en el Sahara español densos bandos de langosta peregrina, procedentes del SE. y volando a gran altura en dirección NO. Posiblemente se correspondían con lo observados en Nigeria a finales de septiembre y primeros de octubre del mismo año.
La
emigración de los enjambres mayormente tiene lugar por la región costera
occidental y a veces se desvían a Canarias por vientos atlánticos. Sus
descendientes, obligados por la sequía, regresan a zonas tropicales donde crían.
Cuando
habla de la organización de la lucha, el ingeniero Del Cañizo cuenta el proceso
llevado a cabo por las autoridades responsables la hora de actuar en la batalla
contra la invasión de las langostas. Al principio los agricultores no estaban
muy satisfechos con los cebos de veneno y actuaron por su cuenta, quemando
combustibles y haciendo caceroladas para espantar las langostas, hasta que se
adoptó el plan oficial del tratamiento. Conllevaba la utilización de los
insecticidas adecuados y las avionetas con equipo de espolvoreo enviados por el
Ministerio de Agricultura.
Se
procedió a actuar en Gran Canaria y
Tenerife, así como en La Palma, La Gomera y El Hierro. La llegada de las
avionetas sirvió para extinguir la plaga y para levantar la moral de los
agricultores. La campaña se dio por terminada a primeros de diciembre; primero
en Gran Canaria y luego en Tenerife. Un mes o mes y medio en una y otra isla.
La invasión se hubiera cortado ante si se hubiera dispuesto inmediatamente de
los elementos precisos. La alarma generada en los agricultores fue intensa ante
la amenaza de destrucción de sus cultivos, la principal riqueza de las islas
entonces.
Los
primeros envíos de insecticidas y materia de aplicación se hicieron por ocho
aviones trimotores del Ejército y el resto en diversos buques. En la batalla
aérea participaron seis avionetas tipo Piper Cub, monoplano, de la sociedad
Aerotécnica S.A. y dos aviones biplanos de la compañía de Servicios Agrícolas
Aéreos S.A. Colaboraron las autoridades civiles y militares así como las
Cámaras oficiales Agrarias y los agricultores en general. Igualmente el
personal agronómico y forestal de las dos provincias al igual que la Base Naval
de Canarias controlando la llegada de posibles
bandos o bolas flotantes de langostas por las costas de las islas.
Las
características de la invasión se retrata en informes facilitados por los
ingenieros agrónomos jefes de las provincias de Tenerife y Las Palmas, Jorge
Menéndez y Francisco Guerra, respectivamente. En sus informes señalan que la
invasión se inició en el atardecer del día 14 de octubre cuando llegaron los
primeros enjambres de langosta en vuelos a las costas meridionales de Tenerife
y Gran Canaria, ocurriendo el grueso de la invasión en la mañana del día 15, en
que grandes nubes de langostas rojas llegaron por las costas del Sur y del SE.
de las islas y casi simultáneamente en todas las islas.
En
sus informes señalan que la invasión se inició en el atardecer del día 14 de
octubre cuando llegaron los primeros enjambres de langosta en vuelos a las
costas meridionales de Tenerife y Gran Canaria.
Poco
después llegaron a la playas grandes masas flotantes de bolas de langostas
arrastradas por las corrientes marinas y al llegar a tierra se deshacían
dispersándose los insectos, secaban sus alas al sol emprendiendo vuelo
incorporándose a los bandos que les precedieron. En Gran Canaria se salvaron
del ataque de las langostas los municipios de Arucas y Las Palmas mientras que
en Tenerife todos los municipios fueron invadidos por la langosta o el cigarrón
africano.
Además
de la distribución de los cebos venenosos le siguió en importancia el
espolvoreo de insecticidas con avionetas como otro medio de lucha. En la isla
de Tenerife y después de la llegada el 21 de octubre de 1954 comenzaron a
actuar las avionetas espolvoreando insecticidas sobre las grandes masas de
langostas concentradas en los municipios del norte de la isla principalmente en
Tacoronte y El Sauzal. Tenían su base aérea en el aeropuerto de Los Rodeos.
Las
avionetas despegaban al amanecer e iban cargadas de insecticidas para
esparcirlas en los sitios señalados la tarde anterior
La
cantidad de insecticida comprobada como eficaz por los ingenieros agrónomos fue
la de 25 Kgs/por hectárea, de un producto H.C.H. Las avionetas despegaban al
amanecer e iban cargadas de insecticidas para esparcirlas en los sitios
señalados la tarde anterior. El espacio a tratar se balizaba con banderas
blancas, distanciadas entre 50 y 100 metros, aunque también se usaban como
señales focos de humo producidos al quemar aceite pesado, lo que servía
orientar a los pilotos sobre la dirección del viento.
Las
avionetas después de un vuelo de reconocimiento del terreno balizado, a unos 50
y 100 metros de altura, según la topografía del terreno, la vegetación y la
velocidad del viento, descendían a 5, 10 o 20 metros para efectuar el
espolvoreo en sucesivas pasadas, paralelas y contiguas, teniendo en cuenta la
dirección del viento para volar perpendicularmente a ella y dejando a un lado
la nube de polvo que permanecía suspensa en el aire. Las avionetas monoplanos
resultaron más efectivas por cuanto eran más ligeras y de mayor capacidad de
maniobra que los biplanos, pese a contar con
motor más potente y carga mayor.
En Gran Canaria se utilizó el aeropuerto de Gando más alguna que otra pista de
aterrizaje improvisado en zonas aisladas. Las avionetas ligeras podían
aterrizar en una pista de 90 metros y la capacidad de carga del depósito era de
350 kgs. de polvo pero por razones obvias solo cargaban 200 kgs de polvo.
Los
reconocimientos para localizar los lugares donde se concentraban las langostas
se hacían a la caída de la tarde cuando
bajaban las temperaturas. Buscaban matorrales y cardones para pernoctar
revoloteando torbellinos. De hecho el tratamiento contra los enjambres se hacía
mientras las langostas estaban posadas incluso en las primeras horas de la
mañana cuando estaban entumecidas por las bajas temperaturas.
En
Gran Canaria se utilizó el aeropuerto de Gando más alguna que otra pista de
aterrizaje improvisado en zonas aisladas.
Estos
reconocimientos previos del terreno eran indispensables para la efectividad de
la lucha aérea, al localizar los enjambres y seguir sus movimientos. De ahí la
importancia de contar con emisoras portátiles entre el personal técnico. Los
datos aportados por los ingenieros agrónomos de ambas provincias indicaron que
el consumo de insecticida H.C.H 25%, espovolreado en Gran Canaria, fue del orden
de 46.788 Kg. mientras que en Tenerife fue de 67.380 Kg. lo que supuso un gasto
total de 114.168 kg. En ambas islas se trataron 4.566 hectáreas, a razón de 25
kgs. por hectárea, durante 152,5 horas de vuelo.
Otros
medios de lucha complementarios se utilizaron también en la batalla contra las
langostas rojas. Me refiero a los tratamientos terrestres con espolvoreadores y
pulverizadores pequeños, algunos de motor, así como la quema nocturna de
matorrales y cardones que se rociaban con gasolina para exterminar las
langostas acumuladas en ellos. Todo ello un poco fuerte, no había impacto
ambiental, pero era lo que se daba entonces.
Capitulo
aparte lo ocupó el avivamiento de langostas rojas en la isla de El Hierro ya
que se detectó en enero de 1955 la presencia de algún enjambre que llegó a la
madurez sexual.
Capitulo
aparte lo ocupó el avivamiento de langostas rojas en la isla de El Hierro ya
que se detectó en enero de 1955 la presencia de algún enjambre que llegó a la
madurez sexual y realizó la puesta en zonas del sur y del SE. del municipio de
Valverde, como Tamaduste y las Playas. Los daños fueron mínimos, en opinión de
los técnicos agrarios, teniendo en cuanta la intensidad de la plaga. Los
agricultores de las islas afectados por la crisis de la plaga no coinciden con
esta valoración. Y eso que ni los plátanos, las viñas, las papas y los tomates
no fueron muy afectados por la fecha de la invasión.
El
paralelismo entre la pandemia del Covid-19 y la invasión de langostas
peregrinas en Canarias da mucho que pensar.
Para
acabar el trabajo el ingeniero agrónomo José del Cañizo hizo especial
referencia a las invasiones anteriores a 1954, en particular a las de 1910 y
1932, sin olvidar las referencias históricas de Juan Nuñez de la Peña a las
invasiones de los siglos XVI y XVII, con
especial mención a la de 1586-87 y a la de 1607 en Tenerife donde hubo muchas
rogativas y procesiones. Asimismo resaltó la gran invasión de octubre de 1659
que alcanzó a todas las islas de Canarias, y a las citadas por José Viera y Clavijo.
El
paralelismo entre la pandemia del Covid-19 y la invasión de langostas
peregrinas en Canarias da mucho que pensar. Como bien me indicó un amigo
psiquiatra ecuatoriano, el Dr. Guerrero, que es admirador de Alejandro de
Humboldt: "Ahora tenemos que resetear nuestra mente y cuidar nuestra
vida".
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