Antonio-Pedro
Tejera Reyes
Son muchas las veces que hemos escrito sobre
estas dos profundas vertientes de la vida humana, en la que desgraciadamente
hemos tenido que soportar, los más esperpénticos episodios.
En cuanto a la primera, la justicia, nos queda
el consuelo a los creyentes de pensar que la justicia divina algún día será la
que prevalezca, ante el continuo atropello que se publica constantemente, de la
justicia terrenal. Motivos más que
suficientes tenemos para escribir esto.
En cuanto a la segunda, la sin razón nos
martiriza constantemente en unos momentos difíciles, críticos y complicados
donde parece que lo único que vale es el poder político y la fuerza, frente a
la honestidad, la honradez, y los principios humanos de la compresión y el
trato amable, frente a los de la soberbia y el ego personal, sin valorar para
nada a quienes tenemos a nuestro entorno, como no sea para apoyarnos en ellos
todo lo que podamos sin concederle un mínimo de valor, aunque sus cotas hayan
alcanzado las mas altas cumbres que por su capacidad de trabajo, su
conocimiento, su laboriosidad y su inteligencia les hayan colocado en
auténticos pedestales, incluso a niveles internacionales.
Así se está escribiendo la historia de la
humanidad actual unida, claro está, a la degeneración de la raza, la corrupción
y esa soberbia que señalamos la cual llega hasta personajes que son capaces de
arrogarse la verdad como algo propio, cuando lo único que les sostiene es
precisamente su arrogancia.
Son múltiples los casos que vemos diariamente
en la vida cotidiana, dentro de la política, la empresa, o lo social, los
cuales podemos señalar cumplidamente, sin molestarnos mucho en buscarlos.
La humildad parece haber desaparecido de un
plumazo en el género de vida actual. Culpar a los demás de nuestros defectos es
lo normal. Los gobiernos actuales culpan de sus males, a los anteriores, y las
personas a todo el que encuentran por su lado. Nunca ellos son los culpables.
Así tenemos un país debatiéndose en la mayor miseria del mundo – donde se roban
hasta las bolsas de la basura – mientras se pregona que la culpa es… “de aquel
maldito tango”.
Con las personas pasa igual. Cuando se demuelen
material o sicologi-camente, todas las más hermosas estructuras de una relación
ya sean comerciales, sociales o amorosas, se les imprime la frase: tú lo
decidiste, Y así se pretende ocultar las verdaderas razones de los fracasos y
los índices reales de su razón. Es la marca de la cultura de la sin razón,
apoyada con la soberbia del que se cree en poder de la verdad, porque lo digo
yo.
El mundo sigue evolucionando, y si hay algo que
sabemos y hemos conseguido ver hecho realidad, es que no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista.
“Venezuela
Imán”, escribía
José Antonio Rial, en los años 1950.
“Eres mi
ilusión”,
lo escribimos en los años 2000… ¿Ahora qué?
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