Javier Lima Estévez. Historiador
El análisis de la prensa durante el siglo decimonónico nos
permite realizar un estudio de la realidad canaria desde diversos puntos de
vista. Un ejemplo de ello lo advertimos en la labor desarrollada por el
periódico El Valle de Orotava,
disponible para su consulta en los amplios fondos hemerográficos de la
Biblioteca Municipal de La Orotava. Con fecha 3 de junio de 1891, recoge la
necesidad de actuar con medidas de ayuda y apoyo a personas que, sin ningún
tipo de auxilio, esperaban en el exterior de las viviendas a recibir la limosna.
La circunstancia es descrita de la siguiente forma: situados frente a las casas que acostumbraban darles limosna, permanecen
allí a veces horas enteras, haciendo triste guardia a los señores que les
envían el caritativo óbolo por conducto de sus criados. La sociedad “La
Caridad” ya había denunciado esa realidad, con el fin de buscar una solución mediante
la implicación de las autoridades locales. El artículo matiza que en las filas
de personas en esa situación era evidente la presencia de individuos que
acudían desde otros lugares, criticando, con especial atención, la llegada de
portuenses. ¿Por qué era tan preocupante? La realidad era que ya se habían
constatado varios brotes de viruela en el núcleo costero.
Una muestra de la necesidad de actuar contra esa enfermedad
infecciosa grave y contagiosa lo obtenemos en el caso orotavense, que prohibió
ese año de 1891 la realización de sus tradicionales alfombras de flores, con el
fin de evitar aglomeraciones y contactos de forasteros
que trajeran el germen de la enfermedad y lo dejasen al paso por las adornadas
calles. La posibilidad de contagio era real y preocupante. A nadie se le
escapaba que los mendigos acudían desde otros rincones y se unían a los
existentes en el lugar, y, con ello, podían transmitir la viruela con mayor facilidad a sus compañeros con
quienes están, por algunas horas, en continuo roce.
Era necesario, pues, buscar soluciones. En otros rincones de
la isla, un agente se encargaba de recoger la limosna de las casas que, de
forma voluntaria, entregaban algunos vecinos. Con la cantidad recolectada se
procedía a su reparto entre los mendigos, evitando así una situación
protagonizada por largas colas en las calles que no era favorable para nadie. También
se solicita la necesidad de que la alcaldía procediera a examinar, caso a caso,
la situación de las personas que solicitaban ayuda en las calles.
El texto publicado por El
Valle de Orotava, en el contexto final del siglo XIX, aparece con una doble
vertiente. Dar a conocer al lector la situación a resolver tras el diagnóstico
expresado por la sociedad benéfica “La Caridad” y, al mismo tiempo, ofrecer una
respuesta ante el tristísimo espectáculo
que se contempla en esta localidad en ciertos días de cada semana, contrario a
la verdadera y bien entendida filantropía, merecedor de gran censura y no
elogiado por ninguna persona de buen juicio.
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