Javier
Lima Estévez. Historiador
La
imagen del Teide, difundida durante estos días en numerosos medios de
comunicación por las nevadas, representa un entorno único que, en numerosos
proyectos expuestos a lo largo de la historia, pudo llegar a perder parte del
encanto único que hoy presenta.
De esa
forma, para conocer un plan de esas características nos aproximamos a un
interesante artículo publicado en Heraldo de Orotava con fecha 4 de
febrero de 1922 y que analizamos gracias a una consulta en la hemeroteca
digital de la Universidad de La Laguna y el buscador Jable de la Universidad de
Las Palmas de Gran Canaria. En concreto, centramos nuestra atención en un
llamativo planteamiento del aprovechamiento del calor del volcán. La primera
parte recordaría los experimentos realizados por intentar aprovechar el vapor
caliente que se escapa desde los volcanes con la finalidad de producir fuerza
motriz. Al parecer, tal y como destaca la publicación, el éxito de aquel primer
experimento sería evidente y como resultado se llegaría hasta las cinco
atmósferas, “con solo hundirse en el suelo tubos de hierro a una profundidad de
170 metros”, y su resultado llegaría a emplearse en una máquina de 40 caballos.
El origen y desarrollo de la Primera Guerra Mundial obligaría a buscar nuevas
fuentes de energía y, en ese intento, aparecieron aplicaciones más extensas de
la energía a partir de los terrenos volcánicos. Por ese motivo se llegarían a
utilizar tubos de aluminio en lugar de los de hierro, empleados hasta el
momento. Su práctica sería extendida en diversos puntos de Italia, con especial
atención y producción en ciudades como Nápoles. La energía sería abundante y
económica, cumpliendo con esa doble función tan necesaria en un contexto
europeo posterior al primer conflicto mundial. Sin embargo, a partir de lo
establecido, ¿qué relación podemos establecer entre El Teide y la energía? Al
parecer, según llegaría a exponer el autor, la riqueza natural innegable del Pico
más elevado de España sería un motivo suficiente para dirigir y centrar la
mirada y esfuerzos en poder obtener los medios necesarios para la explotación
de tal energía. La idea sería expuesta y defendida por diversas personas,
siendo destacable la actuación del marqués de Torrehermosa, autor de un trabajo
sobre la utilización de los “soffionis” del Teide. De la explotación y
beneficios de ese recurso se llegarían a citar diversos ejemplos, destacando la
creación que a partir de esa explotación se podría llegar a realizar por parte
de diversas industrias. Por otra parte, la propia situación geográfica de la
isla de Tenerife sería también un motivo de importancia, actuando como punto
intermedio entre los continentes de África y Europa. De esa situación podría
actuar la isla tinerfeña como espacio en el que transformar las materias primas
en objetos manufacturados, siendo una operación de innegables beneficios
económicos para nuestro territorio.
Un
proyecto expuesto en el contexto de los años veinte del pasado siglo con sus
pros y contras, pero apuntando la posible función que para Tenerife y sus
habitantes podría llegar a obtener el aprovechamiento del calor del Teide,
argumentando que, “por de pronto, se podría alumbrar la isla de Tenerife y sus
habitantes surtir de calor eléctrico todas las cocinas, los hornos de pan y de
cal; dar corriente eléctrica a futuros tranvías y caminos de hierro, a grúas de
los muelles y a mil pequeñas industrias que no brotan por falta de energía
barata”. Un proyecto que, tras casi cien años de su planteamiento, recordamos
con la finalidad de estudiar una de las posibilidades para intentar obtener
energía en un contexto complejo desde diversos puntos de vista
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