Rodrigo
Aguilar
(Mendoza, Arg) La cárcel es un
lugar. Esta simpleza de palabras u oración con sujeto y predicado nos deja
mirar y preguntarnos ¿qué es un lugar para las personas que
llegan hasta él? En la vida libre puede haber un sinfín de respuestas
a cada llegada, pero llegar a un lugar como
este es poder pensar en la trayectoria que recorremos
hasta llegar dónde está plantado y firme él con su atuendo y misterio
abarrotado. En este caso, ella; con sus altos murallones de piedra y centinelas
por doquier, con sus raíces de masmorras y catacumbas guardando la historia de
castigos por miles de años. Tanto en libertad como en el encierro vale
preguntarse de dónde venimos y cómo llegamos hasta un cierto lugar, hasta ahí, y nos servirá para entender, primero que
nada, cómo somos, y segundo, lo mejor de toda esta historia, hacia
donde vamos ¿qué vamos a hacer?
Esta pretenciosa
aproximación de lo que nos encontramos todos los días, en la cárcel tiene
otro significado. ¿Sí? Si. Porque el hilo de acción está cortado
por un plazo de sentencia. ¿A dónde va a ir el interno de la cárcel
mientras el mundo común avanza? Y... volverá una y otra vez a su celda o saldrá
hasta su patio pequeño de cemento cuando le toque el recreo, mirará el cielo y
solo eso. Este es el peor castigo para los que se equivocaron: poder
pensar y no poder sacar siquiera la cabeza por sus ventanas de anhelos; el
encerrado no podrá abrazar a su ser amado a cada rato y eso le dolerá más que
cualquier golpe, cualquier palabra del afuera que
recuerde será una puñalada al vacío sentido en silencio y escrito en un tatuaje
tumbero o tal vez contenido en el diálogo imaginario con fotos colgadas a la pared y apretadas bajo luces apagadas con las manos enumeradas en el recuento
diario.
Es de mañana en
el lugar, temprano. La apertura del pabellón es general. Sus habitantes tienen
un deseo mutuo, el de querer mostrarse ante todos de mil maneras
distintas a ese ayer condenatorio. Ellos no entienden ese acto de marginarse
al chocar su carne con candados marcando un tiempo que, allí dentro, no
pareciera acabar. Y sin embargo el guardia, como un Jesús de los desesperados,
trae entre sus dedos la llave buscadora de expresiones superadoras, abre
el candado, saca el pasador y la pesada puerta libera al día este; al que
los pibes le robarán sus horas por gusto y antojo nomás de atravesarlo, por cuanto significa el
acto de soltar los pájaros cautivos, por la calurosa sinfonía de seguir
creciendo personalmente por encima del tiempo y espacio donde deben estar y
permanecer. El sol se ve solamente en un mural que brinda la bienvenida a las
aulas. Arriba, el cielo está teñido de gris.
Pero, aunque sea
la cárcel un lugar visto por gran parte de la sociedad como poco acogedor, le
quitamos la careta imaginaria, puesta desde el afuera. Acá empieza la
historia, en el Área de Educación la Unidad VI
de Jóvenes y Adultos del Servicio Penitenciario de Mendoza; en esa
obstinada lucha ancestral de hacer algo por el prójimo, de retomar el hilo de
acción hacia el futuro, hacia una libertad digna para los chicos de entre 18 a
21 años, quienes hoy son protagonistas de esta crónica. Lo hacen bajo un paradigma de reinserción social del penado
-constituído en la Ley que rige el destino de las personas privadas de libertad
y condenadas por la justicia penal (Ley 24.660) y amparado por la Constitución
Nacional en su Artículo 18- intenta abrirse paso sobre todo ante los
imaginarios colectivos excluyentes y estigmatizantes que circulan
sobre el presidio y sus habitantes.
¿Cómo dar una
oportunidad entonces? Con lo único que conocemos, lo único que resulta: ese
entramado de saberes, emociones y sobre todo de intercambios simbólicos
que nos constituye: la cultura.
En el medio de
varios espacios culturales (talleres de huerta, deporte, hip hop, música,
capacitaciones laborales, teatro, murga, lectura fácil, periodismo y revista,
producción de bienes, etc), la literatura viene construyendo un nexo de
reintegración social en la cárcel mendocina desde el año 2008. Y en este 2020,
por iniciativa de la escritora Viviana
Baldo nació el "Taller Expresión y Arte" con la idea
de unir la Literatura con la expresión desprendida desde los dibujos, a modo de
secuencias que conformasen una historia, un cuento, la descripción de un
suceso. Asi, Viviana integró a los participantes del "Taller
Literario Letras con Alma" que se dicta en Maipú (Germán Monsálvez, Perla Lucero, Miriam
Barbera, Sonia Brocchetto, Carmen Defelippe,
Marta Saĺvi, Marilín Moyano, Elizabeth Huglich) a los participantes intramuros (Agustín,
Rodrigo, Ángel, Facundo, Ricardo, Ramiro, Bruno, Jonathan, Gustavo, David,
Ignacio, Samuel y Brian), todos jóvenes de entre 18 y 21 años.
Nació así, colaborativamente,
bajo la conducción de Viviana, acompañada del escritor Lucio Albirosa (coordinador de “Literatura en Alas,
un nexo de reintegración social”), la producción
de una serie de cuentos con dibujos e ilustraciones de los jóvenes
del taller “Expresión y Arte” de la Unidad VI del Penal de Mendoza,
y textos de los participantes del taller literario “Letras con Alma” de
Maipú. Estos cuentos son para chicos que recién se inician en la lectura y
pueden ser abordados por niños con autismo, ya que se ha prestado mucha
atención en los detalles del texto, la grafía, las expresiones de los
personajes y los colores de los dibujos realizados. Así las palabras,
las formas y los colores han creado lazos de cultura
entre quienes escriben, quienes pintan y dan forma, y aquellos
que leerán los cuentos. Aferrados a esos lazos, van todos ellos hacia la
libertad, hacia el otro, hacia el nosotros; tan necesario para quienes buscan
una nueva oportunidad. Es un acto subsanador y en favor de la sociedad.
Un dato no menor a tener en cuenta
es que, este proyecto artístico cultural en particular, por sus características
en el plano pedagógico con el que fue abordado, por los objetivos propuestos en
el mismo
y, principalmente por la finalidad de trascendencia a la que llega: es
el primero que surge en el ámbito carcelario a nivel mundial.
El equipo
Conocimos a una parte del equipo
docente y pedagógico que trabaja en la Unidad
VI en el Área de Educación de la unidad carcelaria, a cargo
de Edgardo Hernández; ellos son encargados de un seguimiento acorde a las
exigencias que dicho proyecto conlleva y sus frutos son un logro colectivo que
supieron alcanzar con esmero, dedicación y principalmente con la voluntad de
realizar algo en favor de la comunidad. Lo hacen en una unidad de
conceptos y en un trabajo de equipo con el personal de seguridad; como
nos explica Laura, quien es parte de la Sección Educación del Complejo
Penal.Todos en el equipo creen en este modelo de resocialización que ya
viene dando muchos resultados desde que se instaló en la cárcel.
Aquí, el interno se puede
"acercar a la cultura, la educación, tener la oportunidad de
alfabetizarse, terminar el primario o el secundario y hasta el ingreso a la
universidad"; según nos cuenta otra Laura, docente que transmite su
compromiso y vocación desde muy adentro. En el Equipo General de la
unidad, todos sus miembros coinciden en las causas que llevaron a los
chicos hasta su celda actual: la falta de espacios educativos, laborales,
la carencia de vínculos afectivos, el abandono y la ausencia de estímulos, entre tantos. Entonces se
cargan, en ellos y en la institución, la propuesta de torcer esa
realidad, de que es posible que los humanos nos ayudemos mediante la
cultura y la educación, en un marco de respeto del otro y de todos. Nos dicen
que han visto resultados y que confían en los chicos. La confianza es el brillo
en sus ojos al soltar algunos de los tantos avances obtenidos en materia de
Readaptación Social.
Sigue la charła. Emiliano, otro
integrante del equipo docente, que además es psicólogo, refiere al proceso
interno que registra en los jóvenes al pasar por las experiencias educativas;
"Es como una revisión interna en proceso permanente, es encontrar dentro
de cada uno un montón de espacios que son placenteros, descubrir capacidades
positivas; y todo eso llevarlos a desear una libertad distinta,
generando una posibilidad de estar bien consigo mismo primero, de crecer
en la autoestima e imaginar futuros distintos a la cárcel o a la
violencia."
En realidad, piensa el
cronista, todos ellos y la institución apuestan en contra de un
perverso sentido común que solo dedica maltrato y olvido para los que nacen en
la desigualdad; apuestan a que los chicos pueden cambiar, si el Estado les
acerca las herramientas culturales y afectivas necesarias. A esta altura uno
puede sospechar que adentro, quizás, tengan las herramientas que les
negaron afuera. Los espacios, los vínculos y la cultura.
Los chicos
Vienen despacio. Todos coinciden que
acá el tiempo sobra. Son pibes, cargan sobre ellos sus errores, los
reconocen cuando hablan y les cargamos, además, nuestra
frustración como sociedad; capaz por eso al principio
la mirada hacia abajo, al piso. Hasta que llegamos al momento de hablar de los
cuentos que ellos pintaron para los chicos, se iluminan las caras, tan fuertes como
las palabras. “Sentimos que somos útiles para los otros, y más si
son chicos los beneficiarios de esto que hacemos". Aparece el lazo de
libertad, se conectan con los que escribieron los textos también, se han creado
los lazos de libertad que perforan los muros. Todos quieren estar en la presentación en público que se llevará a cabo dentro de muy pronto, sueñan despiertos con
estar ahí con la
familia, con los otros co-autores de este trabajo en equipo y con la sociedad en general.
Saben, entienden que esta nueva siembra es un fruto valioso para sus futuros y ya hace ruido extramuros.
¿Qué van a hacer cuando salgan?
Contestan manera
circular y de
a uno: "Trabajar y estar con la familia"; "trabajar de lo
que sea, lo que nos deje vivir una vida tranquila que no nos haga volver
acá". "No volver a hacer las cagadas que nos dejaron acá."
"Y si, claro que la escuela nos sirve, nos hace pasar el
tiempo", "nos enseñan cosas que no sabíamos". No dicen que se
sienten queridos por los docentes, pero se ven los vínculos fuertes que atan
estas prácticas de compromiso y confianza mutua.
Antes de terminar, uno de los
jóvenes cuenta una historia de afuera, protagonizada por él y en defensa de
su hija, respetando los códigos de la calle; esos ajenos al Tribunal
Superior de Justicia. Todos la escuchamos, la entendimos y nos asombró, como
nos pasa cuando leemos la buena Literatura. ¿Escribamos historias entonces y
las publicamos? Silencio, quizá la respuesta sea por escrito…
Fotos: José
Román
Fuente: Zona
Crítica Cuyo
Crédito:
Prensa Servicio Penitenciario de Mendoza.
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