Javier
Lima Estévez. Historiador
El siguiente artículo toma como referencia algunos aspectos
que forman parte de la obra Memoria de
los sucesos más memorables acaecidos en el Puerto de La Cruz de La Orotava en este
siglo XIX. Se trata de un manuscrito que permanece inédito y cuya autoría
corresponde al polígrafo portuense José Agustín Álvarez Rixo (1796-1883),
siendo depositado por sus herederos en la Universidad de La Laguna en el año
2014.
De tal aportación, nos centraremos con especial atención en
el capítulo VI. La incomodidad,
costo, e incertidumbre que causaba a la amistad o negociantes la
correspondencia de pueblo a pueblo de la isla, fue motivo suficiente para que
varias personas se interesasen por
buscar una solución a tal problema mediante diferentes estrategias.
Relata Rixo la llegada al Puerto de la Cruz de un barco
procedente de Senegal a consignación de Little. En su interior viajaba un
avestruz, siendo el primer ave de tal característica que llegó hasta Canarias.
Para los contemporáneos sería un hecho que indudablemente captó la atención, no
solo por la singularidad de su figura, sino también por la rara voracidad al
comer huesos y otros cuerpos duros que se le arrojaban.
El año 1810 también incluyó otros hechos curiosos, tal y
como sucedió con S. José Peraza, monja del convento de catalinas y natural de
la isla de La Gomera. Huyó de la clausura el 23 de septiembre impulsada por su
misma impaciencia. Al parecer, sus parientes la habían hecho profesar cuando la
misma era muy joven. Era tal su frustración que advirtió que no dudaría en
prender el convento en caso de que alguien se opusiera a su voluntad. El Obispo
la hizo recoger en el convento de recoletas de Canarias, aunque de allí huyó al
poco tiempo. De su vida se cita que murió pobre aunque con la idea de vivir en
libertad sin el sometimiento al que había sido expuesta.
Destaca de tal contexto la carencia de casas suficientes para
las personas que querían avecindarse aquí en esta época, tanto por la afluencia
del comercio, como por las emigraciones de la Península. El Ayuntamiento se vio
obligado a tomar cartas en el asunto sobre ello. De tal forma, acordaría
repartir varios solares en los espacios de los caminos contiguos a esta
población, siendo “una idea que parece fue un triste agüero de lo mucho que
había de minorarse al año siguiente”. El número de niños nacidos llegó a 156;
pero las personas fallecidas se elevaron hasta 104.
Afirma Rixo que iniciado ya el año 1811, diversas personas notables,
tanto propietarios como comerciantes, viendo la utilidad que los habitantes de
Gran Canaria tenían con los barcos costeros, trataron de establecer la
pesquería de la costa de África directamente desde el Puerto de la Cruz. En ese
momento, José Celestino Ventoso extendió un plan considerado como el más halagüeño.
Cada acción era de mil pesos corrientes y se admitían también medias acciones.
Se compraron dos barcos, uno de los cuales se perdió algunos meses después bajo
el Montullo de Pacheco. Sería necesario vender el otro, y se arruinó la
empresa, de modo que apenas recogieron 100 pesos corrientes de cada 500 que
habían puesto. Tal y como señala el cronista, “la experiencia acreditó, que
nuestros marineros no son apropósito, pues acostumbrados en sus viajes y faenas
de Puerto a Puerto, al uso del vino, cuando este por la dilatación les faltaba
en la costa, entraba el descontento, nada querían hacer y era preciso volverse
a media pesquería”.
A las cinco y media de la mañana del día 19 de septiembre,
llegó al núcleo portuense el Teniente Coronel D. Antonio Palma, edecán o
ayudante del Duque del Parque, conduciendo al contador de consolidación D. Juan
Bautista Antequera. Con motivo de la curiosa defensa que escribió el Deportado,
se ha podido saber que durante ese mismo año fue introducido en nuestras tertulias
por dicha persona el denominado juego del busca tres, con el que tanto se
divertía la juventud todavía en aquellos momentos.
Hechos, anécdotas y curiosidades que quedan en nuestra
memoria gracias a la labor del cronista José Agustín Álvarez Rixo.
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