Rosario Valcárcel
En esta muestra titulada Juego de niños. Encuentros y desencuentros,
Osvaldo se ha puesto a jugar, e igual que un niño ha canalizado su afición
lúdica dejando que las sensaciones fluyan entre miradas y sentimientos que le
llaman la atención. Y nos ofrece fotografías que son un juego entre lo
racional y lo infantil, entre las penas y las glorias de este mundo irracional.
Sentado frente al ordenador se aleja de la realidad e indaga
constantemente en las posibilidades estéticas de su trabajo, de un trabajo que
realiza desde lo alto de su piso, décimo séptimo con vistas al mar de Las
Canteras, en el que vive con Pilar, la muchachita de su vida, como él la llama.
Y exorciza elementos, descubre el horizonte y la danza de las olas, cruza
el raso cielo y el arrebato de la luz. Y crea su personal emoción de lo
relevante, algunas veces con un tratamiento cubista y planos simultáneos y
otras en asociaciones de imágenes repleta de lirismo y movimiento que son una
de las claves de esta exposición.
Y sobre todo repleta de pensamiento, como las fotografías de las
plataformas petrolíferas, y en especial la titulada plagando el horizonte:
Imagen de las petroleras y el impacto que produce el derrame del crudo en una
Naturaleza que grita por sobrevivir. Una fotografía de gran belleza en la que
no se puede obviar las dos caras de esta realidad ecológica.
Para este juego de niños, Cipriani parte de la poesía del humanismo que
transforma a la naturaleza en humana y a lo humano en aventura. Y me confiesa:
-Intento mostrar una verdad transcendente, para descartarla, puesto que
en la realidad no hay nada transcendente. Pero tampoco hay realidad. Hay
quizás, un caleidoscopio vertiginoso que deja entrever algunas formas de
posibles acciones.
Y entre esos pensamientos nos desvela la activación del cuerpo, el “yo” terrenal y la manifestación del amor,
la entrega, la desnudez que dicen, que expresan, sugieren en la sensualidad de
un abrazo entre un fondo íntimo. O en el desnudo cándido de una
muchacha extasiada ante una ola. Una ola que se niega a ahogarse al llegar
a la orilla y se desata en el juego de la muerte.
Y nos sumerge en una escena teatral, en el que presenta cuatro mujeres
cubiertas totalmente de una malla con gestos aparentemente interrumpidos. La
imaginería religiosa en el que la Cruz recuerda la muerte de Cristo. Y se
compromete con el sentimiento trágico de la violencia de género y la igualdad.
Las tensiones dramáticas. No olvidemos que nuestro artista desde muy joven
terminó sus estudios de Arte Dramático en Argentina, y eso es un tesoro que
germina de una forma natural.
También podemos ver en Juego de niños: lienzos en los que asoma el
paisaje colmado de matices azules y verdes entre los grises, y el color tierra
que dan sensación de armonía y enlace entre ellas.
Y aunque sabemos que lo invisible es un desafío para la fotografía,
Osvaldo ha dedicado más de treinta años a la enseñanza de la fotografía.
Ha expuesto en varias partes del mundo, como España, Italia, Francia,
Argentina, Corea o China, entre otras actividades, y tiene el ojo muy
entrenado tanto que, en los paisajes marinos como en los terrestres, consigue
visibilizar lo fantástico, aquello que decía Borges la fantasía en el arte. Y
dentro de la fantasía, Cipriani crea visiones poéticas que parecen rastros de
nubes libres, tan libres como las líneas del horizonte jugando con las visiones
del agua.
Afirma
el artista que ha titulado a esta exposición Juego de niños, porque nada, fue
nunca tan profundamente real y, por supuesto, trascendente, como nuestros
juegos de niños.
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