José Melchor
Hernández Castilla
El Antiguo Convento de las Nieves, en la Plaza de
la Iglesia, albergaba las Casas Consistoriales del Puerto de la Cruz desde
diciembre de 1921, además del archivo municipal, el juzgado, la escuela de
niños, la escuela de niñas, la central telefónica urbana, la casa de la
maestra, entre otros, y la Iglesia de Santa Catalina (Carracedo Hernández, Alejadro, 23-05-2013. “El tapiz perdido de Lía Tavío, Fundación del
Puerto de la Cruz” en Canarízame). El Alcalde de la ciudad era Francisco
Machado Pérez, 1921-22 (Aguiar García, Darlos David, 2012. “La provincia de
Santa Cruz de Tenerife entre dos dictaduras, 1923-1945. Hambre y orden. Página
441).
“Con la pesadumbre de su
ancianidad venerable se levantaba en el Puerto de la Cruz el viejo convento de
monjas de Santa Catalina de Sena, que en el año 1662 fundara Juan de Adunas
bajo la advocación de Nuestra Señora de las Nieves, San Juan Bautista y Santo
Tomás de Aquino... La casona dominicana ostentaba grietas y arrugas de vejez
honorable. El convento tenía su catacumba, largo subterráneo, donde era fama
que las religiosas enterraban a los niños que fallecían, pues este monasterio
fue cuna de expósitos. Los restos encontrados han sido objeto de injustos
comentarios irónicos por parte de gentes ignaras” (Padrón Acosta, Sebastián,
17-2-1922. Un Viejo Convento. Gaceta de Tenerife).
La noche del sábado 21 de febrero
de 1925, “a eso de las once de la noche dio comienzo el fuego en el mirador del
convento donde se hallaba el amarre de la red de teléfonos urbanos. Al
principio era una pequeña llamecita que pronto trocose en voraz llama debido a
ser de tea el edificio… En cambio no pudo hacerse lo mismo, con…los restos de Sor Antonina monja muerta en
olor de santidad…” (“Un formidable incendio destruye el antiguo exconvento
de monjas. Trágico comienzo del Carnaval”. La Gaceta de Tenerife, 25-2-1925). “En
pocos momentos el fuego alcanzó violentas proporciones, propagándose primero al
coro de la iglesia y a la escalera que daba acceso al mirador, destruyendo el
material que se utilizaba en las fiestas y el reloj de la torre. Después el
fuego se extendió a las dos alas del edificio, que quedó convertido en una
inmensa hoguera… El fuego quedó localizado a las cinco de la mañana… Entre los objetos de valor destruidos, figuran el
antiguo archivo de Aduana, que databa de 1580; la biblioteca del Ayuntamiento y
parte del archivo municipal; el tapiz que representaba la fundación del Puerto
de la Cruz, obra de doña Elía Tavío; las joyas y ornamentos religiosos; cinco
cuadros representando a los apóstoles y escenas de la Pasión, de los pintores
canarios Quintana y Miranda; los retablos de la iglesia; los arcos y enseres de
las fiestas del Gran Poder de Dios y otros adornos de extraordinario mérito,
obra del artista don Marcos Baeza, y la
osamenta de un monja beatificada… Los objetos salvados han sido toda la
documentación del ayuntamiento, y los valores en efectivo y en depósito que
existían en Tesorería que se elevan a unas 65.000 pesetas; la documentación del
registro civil; el famoso cuadro titulado Las Angustias, de Van Dick –que ha
estado expuesto tres veces a ser pasto de las llamas-; el proyecto de altar
estilo flamenco, trabajo hecho a la puntilla en sándalo y otras maderas
preciosas, donación de la casa de Montemayor; la célebre escultura del patrono
de Santo Domingo, obra de un gran valor de Luján Pérez; algunas otras imágenes
y la urna del Señor, difunto, en talla de madera, trabajo preciosísimo, hecho
por don Antonio Manuel de la Cruz, natural del
Puerto, y padre del famoso don Luis, pintor de Cámara de Fernando VII…
Hace poco más de veinte años el convento se quemó parcialmente, siendo reparado
al poco tiempo” (El siniestro del Puerto de la Cruz. La Prensa, 25-2-1922). El
Alcalde Antonio González de Chaves y Rojas, 1924-25, ha mostrado un gran pesar
por los hechos acontecidos (Carracedo Hernández, Alejadro, 23-05-2013.
“El tapiz perdido
de Lía Tavío, Fundación del Puerto de la Cruz” en Canarízame. Carta del Alcalde
al Gobernador Civil, 22-2-1925).
El convento de Las Nieves o de las Catalinas había sido
pasto de las llamas en 1718, pasando sus moradoras, entre las que se encontraba
Sor María de San Antonio o de San
Antonino Lorenzo Fuentes (1665-1741, nacida en Garachico), al monasterio de
San Pedro González Telmo en el mismo lugar del Puerto de la Cruz, regresando al
reconstruido monasterio de las Catalinas en 1721 (Calero Ruiz, Clementina y Hernández Díaz, Patricio, 1985.
“El Convento de Nuestra Señora de Las Nieves…”. Páginas 637-654). “Su comunidad ha sido como de 40 religiosas, dotadas de virtud, talentos,
primor y gracias adquiridas, más que de bienes de fortuna, pues son muy pobres”
( José Viera y Clavijo, 2016. LIX. Fundación del convento de dominicas del Puerto
de la Cruz en Historia de Canarias, 1731-1813 IV, XVII. Páginas 454, 455).
“Sor María de San Antonino había ingresado en el convento portuense…
como religiosa lega o de velo blanco. Estas monjas, frente a las de velo negro,
eran de menos rango en el convento, ocupándose en tareas manuales (cocina,
talleres, huertos, etc.). Frente a éstas, las profesas de velo negro, además de
poseer una situación económica más elevada, tenían en la oración su actividad
principal” (Betancor Pérez, Fernando, 27-10-2017. Retrato de Sor María de
Antonino en Revista 7im).
“El trabajo servil de las legas y monjas de velo blanco fue un estado
propicio a la gracia divina, la perfección y el ascetismo y con frecuencia ganaron fama de siervas de
Dios. Es el caso de sor María de Jesús de León Delgado (1643-1731), cuya
causa de beatificación, iniciada después de su muerte, se sigue actualmente;
sor Catalina de San Mateo de la Concepción (1648-1695), lega en el convento de
Santa Clara de Las Palmas; sor Martina de San Jerónimo Mejías (1650-1743), que
renunció a ser monja de coro y cantora por aceptar el mismo estado en la
comunidad concepcionista de Garachico (Fr. De Inchaurbe, op. cit.,
317-324: en el mismo cenobio florecieron la hermana Sor Marta de Candelaria,
lega cuyo crédito de virtud la hacía recomendable en el pueblo; así como
a otra lega llamada Sor Sta. Catalina de Sena, dotada de elevación de espíritu
y de frecuentes éxtasis); sor María
de San Antonino Lorenzo y Fuentes (1665-1741), religiosa de velo blanco en
el monasterio de Santa Catalina del Puerto de la Cruz; sor Ana de los Remedios
(1671-1698) y sor Catalina de la Esperanza Perera (1676-1748) -a muchos años
que está en el monasterio de Santa Clara desta ciudad con ánimo y deseo de
tomar el háuito de conbersa que se dize de velo blanco y profesar en él y,
abiendo manifestado su voluntad a la reuerenda madre abadesa y demás relixiosas
del dicho monasterio, an combenido en darle dicho hávito con lisencia de su
prelado, con tal que asigure los alimentos del año del noviciado y la dote que
deve aver la susodicha, que biene a ser la tercera parte de la dote que
acostumbran dar las relixiosas que profesan de velo negro... En
escritura otorgada el 31-III-1704, el alférez Juan Rodríguez Bello, por
quanto la dicha Catalina de la Esperanza-, que lo fueron en el de Santa
Clara de La Laguna. Nacidas entre 1643 y 1676, hicieron su profesión entre los
años de 1669 y 1705. Expresión de la mentalidad barroca son los retratos
mortuorios de estas venerables siervas de Dios, muertas en olor de
santidad. En el monasterio de Santa
Clara de La Laguna se conservan los verdaderos retratos —pintados al óleo sobre
lienzo— de sor Ana de los Remedios, sor Catalina de la Esperanza y sor Catalina
de San Mateo; y en el de Santa Catalina de la misma ciudad, colecciones
particulares e iglesia de la Victoria, los de sor María de Jesús —sin duda la
más retratada— y sor María de San
Antonino. De esta última, también existen otras pinturas en la sacristía de
la Concepción de La Laguna y en la parroquia de la Asunción en San Sebastián de
La Gomera. El retrato de la sierva de Dios sor Catalina de San Mateo fue
grabado en Bruselas entre 1695 y 1699; el de sor María de Jesús se estampó en
una lámina a expensas del capitán Amaro Rodríguez Felipe, su devoto amigo, en
1737, reeditada en 1739; mientras que el
de sor María de San Antonino lo fue en 1748 sobre dibujo del pintor portuense
José Tomás Pablo -C. GAVIÑO DE FRANCHY, «El retrato y las artes gráficas en
Canarias», Arte en Canarias. Siglos XV-XIX. Una mirada retrospectiva,
Gobierno de Canarias, t. I, 2001, 342-343-“ (Pérez Morera, Jesús, 2005. “La
república del claustro: jerarquía y estratos sociales en los conventos
femeninos. Anuario de Estudios Atlánticos, nº 51. Páginas 359, 366, 367, 368).
“Tiempo después de la muerte de sor María de Antonino, acontecida en la tarde del 10 de mayo de 1741, el cuerpo de la religiosa se mantenía
incorrupto y al corte sangraba, lo que no hizo sino reforzar su fama de
santidad. A ella acudían en busca de consejo y consuelo, pero también del
milagro de la salud, numerosas personas del todo el Norte de Tenerife. Estaba
dotada también del don de la lectura de almas, tal y como visibiliza la
anécdota vivida por Felipa, una sirvienta del convento quien orando rogaba a
Dios recalar en el Purgatorio en la hora de su muerte. En ese momento, como si
leyera su pensamiento, Sor María de San
Antonino salió de su estado de oración y sacudiéndola por el brazo le
espetó a la sorprendida criada «Boba, necia, pide el cielo y no pidas purgatorio». Otra
celebrada anécdota se contaba tiempo después de su muerte, cuando un obrero se
encontraba trabajando en la techumbre del espectacular mirador con el que
contaba el convento. En un despiste el albañil cayó al vacío, aunque tuvo
tiempo de encomendarse a la religiosa. Cuenta que alcanzó el suelo con
suavidad, balanceándose como una pluma” (González Gutiérrez, José Gregorio,
12-3-2017. “Sor María de San
Antonino, de Garachico al cielo en Galerías de Místicos Tinerfeños. Diario de Avisos, Santa Cruz de Tenerife.
Páginas 48-49).
“Tal
ejemplaridad hubo en su vida que de Sor
María de Antonino escribió un documentado libro el clérigo de Garachico
Francisco Martínez Puentes con el título de «Vida de la Sierva de Dios Sor María de San Antonino Lorenzo y Fuentes».
Y aún permanece inédita obra tan curiosa,
guardada por el prestigioso historiador canario mi venerado amigo don José
Rodríguez Moure, en su archivo valioso. En
el coro bajo de la iglesia del convento, en un altar yacen los restos de la
santa garachiquera. El acto de exhumación—nos relatan viejos
cronicones—revistió solemnidad inusitada, asistiendo a él distinguidas
personalidades y sabios religiosos del cercano convento ribereño de San Pedro
González Telmo. En el aniversario del año 1828 ocupó la cátedra sagrada el R.
P. Cristóbal López, religioso del monasterio de Santo Domingo, pronunciando una
elocuentísima oración fúnebre, en la que cantó las virtudes de la monja. Antaño, sobre la tumba de la religiosa una
lámpara votiva ardía, cuyo aceite era pagado por los feligreses. Los actos de
exhumación y traslación de restos—verificados cuando regía la Diócesis de
Tenerife don Luis Folgueras y Sion —fueron anunciados con solemnes repiques de
campana. Yo he contemplado casi con veneración los restos de esta preclara hija
de Santo Domingo. En la caja en que yacen dichas reliquias, había varios
papeles curiosos que manos profanas y ratoniles han desaparecido, perdiéndose
con ello hermosas antiguallas” (Padrón Acosta,
Sebastián, 17-2-1922. Un Viejo Convento. Gaceta de Tenerife). “A 16 de mayo de
1828, celebraron estas monjas la traslación a sitio más visible de los restos
mortales de la religiosa San Antonino,
tenida por Sierva de Dios. Hubo sermón a puerta cerrada y las monjas regalaron
después porción de pedacitos de los desechos de dicha Sierva de Dios” (Álvarez
Rixo, José Agustín, 1994. “Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava,
1701-1872”. Página 302).
“El 29 del propio marzo de 1838, se quitó la clausura a
las monjas catalinas de este Puerto. De las religiosas moradoras del
monasterio, la Priora y otras pasaron a reunirse al claustro de la ciudad de La
Laguna, otras al de las Claras de La Orotava y las demás a casa de sus
parientes o conocidos. Pero entre éstas, fue notable la que ya, por su edad de
casi noventas años, no tenía parentela ni bienes, a la cual varias personas
particulares, con especialidad doña María Cullen, dolidas de sus
circunstancias, se obligaron y subscribieron para su manutención. Llámase San
José Acosta, natural de Icod de los Vinos, su rostro risueño y apacible apenas
representaba 70 años. Pareció conforme con su destino, y diciéndole nosotros de
la extrañeza de esos sucesos que le alteraban su plan de vida, en edad tan
avanzada, contestó alegre, que si no hubiera de estas mudanzas, no fuera mundo.
Desde edad de tres lustros estaba en clausura. Y ha fallecido el 27 de abril,
víctima tal vez del nuevo género de vida y continuo devaneo, que le ocasionaba
tanta gente que entraba y salía continuamente en el convento por curiosidad,
cosa a que no estaba acostumbrada” (Álvarez Rixo, José Agustín, 1994. “Anales
del Puerto de la Cruz de La Orotava, 1701-1872”. Página 340).
La vida de sor María de San
Antonino —cuya biografía manuscrita
se conserva en el archivo del monasterio de Santa Catalina de Sena de La Laguna—
fue recogida en 1832 por el canónigo de la Santa Ygleisa Catedral de Tenerife,
doctor don Francisco Martínez: “Vida
de la sierva de Dios María de San Antonino Lorenzo y Fuentes” (Pérez
Morera, Jesús, 2005. “La república del claustro: jerarquía y estratos sociales
en los conventos femeninos. Anuario de Estudios Atlánticos, nº 51. Páginas 368,
369).
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