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martes, 25 de agosto de 2020

EL CONVENTO DE LAS NIEVES Y SOR MARÍA DE SAN ANTONINO UNIDOS EN EL FUEGO


José Melchor Hernández Castilla

El Antiguo Convento de las Nieves, en la Plaza de la Iglesia, albergaba las Casas Consistoriales del Puerto de la Cruz desde diciembre de 1921, además del archivo municipal, el juzgado, la escuela de niños, la escuela de niñas, la central telefónica urbana, la casa de la maestra, entre otros, y la Iglesia de Santa Catalina  (Carracedo Hernández, Alejadro, 23-05-2013. “El tapiz perdido de Lía Tavío, Fundación del Puerto de la Cruz” en Canarízame). El Alcalde de la ciudad era Francisco Machado Pérez, 1921-22 (Aguiar García, Darlos David, 2012. “La provincia de Santa Cruz de Tenerife entre dos dictaduras, 1923-1945. Hambre y orden. Página 441).

“Con la pesadumbre de su ancianidad venerable se levantaba en el Puerto de la Cruz el viejo convento de monjas de Santa Catalina de Sena, que en el año 1662 fundara Juan de Adunas bajo la advocación de Nuestra Señora de las Nieves, San Juan Bautista y Santo Tomás de Aquino... La casona dominicana ostentaba grietas y arrugas de vejez honorable. El convento tenía su catacumba, largo subterráneo, donde era fama que las religiosas enterraban a los niños que fallecían, pues este monasterio fue cuna de expósitos. Los restos encontrados han sido objeto de injustos comentarios irónicos por parte de gentes ignaras” (Padrón Acosta, Sebastián, 17-2-1922. Un Viejo Convento. Gaceta de Tenerife).

La noche del sábado 21 de febrero de 1925, “a eso de las once de la noche dio comienzo el fuego en el mirador del convento donde se hallaba el amarre de la red de teléfonos urbanos. Al principio era una pequeña llamecita que pronto trocose en voraz llama debido a ser de tea el edificio… En cambio no pudo hacerse lo mismo, con…los restos de Sor Antonina monja muerta en olor de santidad…” (“Un formidable incendio destruye el antiguo exconvento de monjas. Trágico comienzo del Carnaval”. La Gaceta de Tenerife, 25-2-1925). “En pocos momentos el fuego alcanzó violentas proporciones, propagándose primero al coro de la iglesia y a la escalera que daba acceso al mirador, destruyendo el material que se utilizaba en las fiestas y el reloj de la torre. Después el fuego se extendió a las dos alas del edificio, que quedó convertido en una inmensa hoguera… El fuego quedó localizado a las cinco de la mañana… Entre los objetos de valor destruidos, figuran el antiguo archivo de Aduana, que databa de 1580; la biblioteca del Ayuntamiento y parte del archivo municipal; el tapiz que representaba la fundación del Puerto de la Cruz, obra de doña Elía Tavío; las joyas y ornamentos religiosos; cinco cuadros representando a los apóstoles y escenas de la Pasión, de los pintores canarios Quintana y Miranda; los retablos de la iglesia; los arcos y enseres de las fiestas del Gran Poder de Dios y otros adornos de extraordinario mérito, obra del artista don Marcos Baeza, y la osamenta de un monja beatificada… Los objetos salvados han sido toda la documentación del ayuntamiento, y los valores en efectivo y en depósito que existían en Tesorería que se elevan a unas 65.000 pesetas; la documentación del registro civil; el famoso cuadro titulado Las Angustias, de Van Dick –que ha estado expuesto tres veces a ser pasto de las llamas-; el proyecto de altar estilo flamenco, trabajo hecho a la puntilla en sándalo y otras maderas preciosas, donación de la casa de Montemayor; la célebre escultura del patrono de Santo Domingo, obra de un gran valor de Luján Pérez; algunas otras imágenes y la urna del Señor, difunto, en talla de madera, trabajo preciosísimo, hecho por don Antonio Manuel de la Cruz, natural del  Puerto, y padre del famoso don Luis, pintor de Cámara de Fernando VII… Hace poco más de veinte años el convento se quemó parcialmente, siendo reparado al poco tiempo” (El siniestro del Puerto de la Cruz. La Prensa, 25-2-1922). El Alcalde Antonio González de Chaves y Rojas, 1924-25, ha mostrado un gran pesar por los hechos acontecidos (Carracedo Hernández, Alejadro, 23-05-2013. “El tapiz perdido de Lía Tavío, Fundación del Puerto de la Cruz” en Canarízame. Carta del Alcalde al Gobernador Civil, 22-2-1925). 


El convento de Las Nieves o de las Catalinas había sido pasto de las llamas en 1718, pasando sus moradoras, entre las que se encontraba Sor María de San Antonio o de San Antonino Lorenzo Fuentes (1665-1741, nacida en Garachico), al monasterio de San Pedro González Telmo en el mismo lugar del Puerto de la Cruz, regresando al reconstruido monasterio de las Catalinas en 1721 (Calero Ruiz, Clementina y Hernández Díaz, Patricio, 1985. “El Convento de Nuestra Señora de Las Nieves…”. Páginas 637-654). “Su comunidad ha sido como de 40 religiosas, dotadas de virtud, talentos, primor y gracias adquiridas, más que de bienes de fortuna, pues son muy pobres” ( José Viera y Clavijo, 2016. LIX. Fundación del convento de dominicas del Puerto de la Cruz en Historia de Canarias, 1731-1813 IV, XVII. Páginas 454, 455).

Sor María de San Antonino había ingresado en el convento portuense… como religiosa lega o de velo blanco. Estas monjas, frente a las de velo negro, eran de menos rango en el convento, ocupándose en tareas manuales (cocina, talleres, huertos, etc.). Frente a éstas, las profesas de velo negro, además de poseer una situación económica más elevada, tenían en la oración su actividad principal” (Betancor Pérez, Fernando, 27-10-2017. Retrato de Sor María de Antonino en Revista 7im).


“El trabajo servil de las legas y monjas de velo blanco fue un estado propicio a la gracia divina, la perfección y el ascetismo y  con frecuencia ganaron fama de siervas de Dios. Es el caso de sor María de Jesús de León Delgado (1643-1731), cuya causa de beatificación, iniciada después de su muerte, se sigue actualmente; sor Catalina de San Mateo de la Concepción (1648-1695), lega en el convento de Santa Clara de Las Palmas; sor Martina de San Jerónimo Mejías (1650-1743), que renunció a ser monja de coro y cantora por aceptar el mismo estado en la comunidad concepcionista de Garachico (Fr. De Inchaurbe, op. cit., 317-324: en el mismo cenobio florecieron la hermana Sor Marta de Candelaria, lega cuyo crédito de virtud la hacía recomendable en el pueblo; así como a otra lega llamada Sor Sta. Catalina de Sena, dotada de elevación de espíritu y de frecuentes éxtasis); sor María de San Antonino Lorenzo y Fuentes (1665-1741), religiosa de velo blanco en el monasterio de Santa Catalina del Puerto de la Cruz; sor Ana de los Remedios (1671-1698) y sor Catalina de la Esperanza Perera (1676-1748) -a muchos años que está en el monasterio de Santa Clara desta ciudad con ánimo y deseo de tomar el háuito de conbersa que se dize de velo blanco y profesar en él y, abiendo manifestado su voluntad a la reuerenda madre abadesa y demás relixiosas del dicho monasterio, an combenido en darle dicho hávito con lisencia de su prelado, con tal que asigure los alimentos del año del noviciado y la dote que deve aver la susodicha, que biene a ser la tercera parte de la dote que acostumbran dar las relixiosas que profesan de velo negro... En escritura otorgada el 31-III-1704, el alférez Juan Rodríguez Bello, por quanto la dicha Catalina de la Esperanza-, que lo fueron en el de Santa Clara de La Laguna. Nacidas entre 1643 y 1676, hicieron su profesión entre los años de 1669 y 1705. Expresión de la mentalidad barroca son los retratos mortuorios de estas venerables siervas de Dios, muertas en olor de santidad.  En el monasterio de Santa Clara de La Laguna se conservan los verdaderos retratos —pintados al óleo sobre lienzo— de sor Ana de los Remedios, sor Catalina de la Esperanza y sor Catalina de San Mateo; y en el de Santa Catalina de la misma ciudad, colecciones particulares e iglesia de la Victoria, los de sor María de Jesús —sin duda la más retratada— y sor María de San Antonino. De esta última, también existen otras pinturas en la sacristía de la Concepción de La Laguna y en la parroquia de la Asunción en San Sebastián de La Gomera. El retrato de la sierva de Dios sor Catalina de San Mateo fue grabado en Bruselas entre 1695 y 1699; el de sor María de Jesús se estampó en una lámina a expensas del capitán Amaro Rodríguez Felipe, su devoto amigo, en 1737, reeditada en 1739; mientras que el de sor María de San Antonino lo fue en 1748 sobre dibujo del pintor portuense José Tomás Pablo -C. GAVIÑO DE FRANCHY, «El retrato y las artes gráficas en Canarias», Arte en Canarias. Siglos XV-XIX. Una mirada retrospectiva, Gobierno de Canarias, t. I, 2001, 342-343-“ (Pérez Morera, Jesús, 2005. “La república del claustro: jerarquía y estratos sociales en los conventos femeninos. Anuario de Estudios Atlánticos, nº 51. Páginas 359, 366, 367, 368).

“Tiempo después de la muerte de sor María de Antonino, acontecida en la tarde del 10 de mayo de 1741, el cuerpo de la religiosa se mantenía incorrupto y al corte sangraba, lo que no hizo sino reforzar su fama de santidad. A ella acudían en busca de consejo y consuelo, pero también del milagro de la salud, numerosas personas del todo el Norte de Tenerife. Estaba dotada también del don de la lectura de almas, tal y como visibiliza la anécdota vivida por Felipa, una sirvienta del convento quien orando rogaba a Dios recalar en el Purgatorio en la hora de su muerte. En ese momento, como si leyera su pensamiento, Sor María de San Antonino salió de su estado de oración y sacudiéndola por el brazo le espetó a la sorprendida criada «Boba, necia, pide el cielo y no pidas purgatorio». Otra celebrada anécdota se contaba tiempo después de su muerte, cuando un obrero se encontraba trabajando en la techumbre del espectacular mirador con el que contaba el convento. En un despiste el albañil cayó al vacío, aunque tuvo tiempo de encomendarse a la religiosa. Cuenta que alcanzó el suelo con suavidad, balanceándose como una pluma” (González Gutiérrez, José Gregorio, 12-3-2017. “Sor María de San Antonino, de Garachico al cielo en Galerías de Místicos Tinerfeños. Diario de Avisos, Santa Cruz de Tenerife. Páginas 48-49).


“Tal ejemplaridad hubo en su vida que de Sor María de Antonino escribió un documentado libro el clérigo de Garachico Francisco Martínez Puentes con el título de «Vida de la Sierva de Dios Sor María de San Antonino Lorenzo y Fuentes». Y aún permanece inédita obra tan curiosa, guardada por el prestigioso historiador canario mi venerado amigo don José Rodríguez Moure, en su archivo valioso. En el coro bajo de la iglesia del convento, en un altar yacen los restos de la santa garachiquera. El acto de exhumación—nos relatan viejos cronicones—revistió solemnidad inusitada, asistiendo a él distinguidas personalidades y sabios religiosos del cercano convento ribereño de San Pedro González Telmo. En el aniversario del año 1828 ocupó la cátedra sagrada el R. P. Cristóbal López, religioso del monasterio de Santo Domingo, pronunciando una elocuentísima oración fúnebre, en la que cantó las virtudes de la monja. Antaño, sobre la tumba de la religiosa una lámpara votiva ardía, cuyo aceite era pagado por los feligreses. Los actos de exhumación y traslación de restos—verificados cuando regía la Diócesis de Tenerife don Luis Folgueras y Sion —fueron anunciados con solemnes repiques de campana. Yo he contemplado casi con veneración los restos de esta preclara hija de Santo Domingo. En la caja en que yacen dichas reliquias, había varios papeles curiosos que manos profanas y ratoniles han desaparecido, perdiéndose con ello hermosas antiguallas” (Padrón Acosta, Sebastián, 17-2-1922. Un Viejo Convento. Gaceta de Tenerife). “A 16 de mayo de 1828, celebraron estas monjas la traslación a sitio más visible de los restos mortales de la religiosa San Antonino, tenida por Sierva de Dios. Hubo sermón a puerta cerrada y las monjas regalaron después porción de pedacitos de los desechos de dicha Sierva de Dios” (Álvarez Rixo, José Agustín, 1994. “Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava, 1701-1872”. Página 302).

“El 29 del propio marzo de 1838, se quitó la clausura a las monjas catalinas de este Puerto. De las religiosas moradoras del monasterio, la Priora y otras pasaron a reunirse al claustro de la ciudad de La Laguna, otras al de las Claras de La Orotava y las demás a casa de sus parientes o conocidos. Pero entre éstas, fue notable la que ya, por su edad de casi noventas años, no tenía parentela ni bienes, a la cual varias personas particulares, con especialidad doña María Cullen, dolidas de sus circunstancias, se obligaron y subscribieron para su manutención. Llámase San José Acosta, natural de Icod de los Vinos, su rostro risueño y apacible apenas representaba 70 años. Pareció conforme con su destino, y diciéndole nosotros de la extrañeza de esos sucesos que le alteraban su plan de vida, en edad tan avanzada, contestó alegre, que si no hubiera de estas mudanzas, no fuera mundo. Desde edad de tres lustros estaba en clausura. Y ha fallecido el 27 de abril, víctima tal vez del nuevo género de vida y continuo devaneo, que le ocasionaba tanta gente que entraba y salía continuamente en el convento por curiosidad, cosa a que no estaba acostumbrada” (Álvarez Rixo, José Agustín, 1994. “Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava, 1701-1872”. Página 340). 

La vida de sor María de San Antoninocuya biografía manuscrita se conserva en el archivo del monasterio de Santa Catalina de Sena de La Laguna— fue recogida en 1832 por el canónigo de la Santa Ygleisa Catedral de Tenerife, doctor don Francisco Martínez: Vida de la sierva de Dios María de San Antonino Lorenzo y Fuentes” (Pérez Morera, Jesús, 2005. “La república del claustro: jerarquía y estratos sociales en los conventos femeninos. Anuario de Estudios Atlánticos, nº 51. Páginas 368, 369).

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