Evaristo Fuentes Melián
AMIGOS INVISIBLES Y SUS DESGRACIAS
Tengo una especie singular de ‘amigo íntimo’, que según
Freud (pronúnciese Froid) es como ‘mi otro yo’, también denominado ‘doble
personalidad’, que ya va llegando a longevo de larga duración. Este individuo,
con su doble espiritual, ya se va dando cuenta, impepinablemente, de que va
perdiendo gota a gota a todas sus amistades y conocidos de ahora y de siempre,
desde la niñez, hasta la actualidad, pasando por el tiempo de las milicias
cuando el cuartel era obligatorio.
Solamente narraré
sus respectivas desgracias vitales. Les pondré una letra correlativa según el
abecedario.
Veamos:
A, del que fui muy
buen amigo, tuvo la desgracia de resbalarse en el borde de una piscina y darse
con la cabeza en el suelo. Como consecuencia de ello perdió la razón, y desde
entonces deambula por la calle diciendo disparates; así fue la última vez que
lo vi, hace unos tres años, delante de El Corte Inglés, dando voces y sin
conocer a nadie. Una auténtica desgracia. Enorme desgracia. Desde ese tiempo no
sé nada de él.
B, se encuentra
muy bien. Ahora preside el Museo y la Fundación XX y ahí tiene su ocupación.
Buen amigo.
C, desde que un
hijo suyo falleció en un accidente de tráfico, se aisló y apenas sale de su
casa.
De D sé poco. Disfruta de su jubilación como
cualquier mortal.
La vida tiene, a
veces, sin dejar de ser maravillosa, esas cosas raras que caen como losas y la
convierten en un destino desgraciado para algunos. Una pena…y mi bendición para
ellos.
Lo que me cuentan
de A, he de decir que le pasó algo
similar a F, un profesional de carrera un poco anterior a nuestra promoción,
chicharrero, que se tiró al agua desde la terraza de un hotel del Sur, pero
tenía poco fondo y se pegó la cabeza contra el suelo. Quedó paralítico en silla
de ruedas el resto de su vida. Pero conservó todo el sentido, e iba al trabajo
cada día en su silla de ruedas.
De G sé que no
está muy bien de salud, pero ahí sigue. Gran persona. Lo saludé unos minutos
una vez que estaba en el Ayuntamiento y pasó por allí, pero está algo
pachucho…Cualquier día la diña. Y no me llamen agorero…Por su aspecto corporal,
no se puede vaticinar ningún ‘final feliz’ de novela rosa.
Y ¿qué decir de H?
Fui a su lugar de trabajo, en una empresa gigante, llegué hasta su departamento
y lo saludé. Tenía en un despacho individual, un cargo importante. Pero me
tendió la mano casi inválida; poco más tarde falleció de una parálisis
progresiva...En fin. No somos nadie.
A I (latina) lo
he ido a saludar con J, cuando J viene anualmente a TF. Hace veinte años fui de excursión con J y su
esposa, hasta Santiago del Teide, comimos y nos despedimos.
Volví a ver a J en
la Catedral de La Laguna, en el entierro de su cuñado K, que murió en accidente
de coche en la avenida de Anaga, dirección hacia Las Teresitas; estaba tomando
sedantes (¿se quedaría dormido conduciendo?), porque había tenido problemas técnicos
y de enfrentamiento, nada menos que con ‘un tal’ Calatrava, ese arquitecto
enrevesado, pero de fama mundial, que tuvo el atrevimiento de proyectar y
realizar el Auditorio Picudo de SCTF.
En conclusión,
estos son algunos de los individuos que se han cruzado por mi vida a lo largo
de los últimos treinta o cuarenta años. O más…
Post Data.- L (con
su estatura de no más de 1,60) se ponía a mi lado (1,90) en la hora de gimnasia
en el campamento de milicias de Los Rodeos, nublado, frio y con sirimiri. Y me
decía:
“Evaristo, ¿Qué
tiempo hace por ahí arriba?”
Yo me
descoxxxonaba de la risa por esa su genial ocurrencia. No cabe duda de que L
era un cachondo mental.
Otro sí.- Perdonen
tan pesimistas pensamientos biográficos, como este compendio ramillete de
desgracias; pero es que el jodido Virus te pone de ‘mala milk’ y saca de sus
casillas a cualquiera…
ESPECTADOR
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