Javier Lima Estévez. Presidente de la ACH de Canarias
El 6 de mayo de 1859 el corazón de Alexander von Humboldt
dejaba de latir. Atrás quedaba una intensa y extensa vida definida por diversas
realidades. Desde su nacimiento e infancia en Berlín, pasando por el
acontecimiento que marcó un punto de inflexión en su vida, la muerte de su madre,
entre otros detalles, forman parte de incontables páginas de una trayectoria
vital cuyo interés llega hasta hoy. La expedición que organizó tras esa
circunstancia no fue una labor sencilla. Tras múltiples intentos y la fortuna
de localizar a un ser como Aimé Bonpland lograría materializar su anhelada
aspiración. El año 1799 aparece en su biografía como el inicio del camino al
Nuevo Mundo. En esa aventura nuestro archipiélago ocupa un papel clave como
tránsito entre Europa y la esperada América. La expedición se prolongó hasta
1804 y fue toda una odisea. Miles de kilómetros con hechos dignos del mejor
guion de película. Allí vio de todo y escribió sobre todo. Montañas, pueblos,
ríos, fauna, clima, vegetación; en definitiva, la naturaleza que se abría de
forma prácticamente virgen ante los ojos de un ser que aún soñaba con más. Tras
ello, se cumplió el regreso a París y, con el tiempo, una expedición a Rusia.
Desde el año 2008, la Asociación Cultural Humboldt de
Canarias (ACH) cumple con el compromiso y el deber histórico de recordar su
presencia, su contribución y, de una u otra forma, servir como nexo de unión y
difusión desde el espacio que captó tanto el interés y la atención sobre una
persona que, con su presencia durante unos pocos días a finales de junio de
1799, elevó el nombre de la isla de Tenerife y de Canarias hasta una posición
nunca antes conocida. Por todo ello, 161 años después de su fallecimiento, le
seguimos recordando y admirando. Un ser único y universal. Gracias por tanto,
Alexander von Humboldt.
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