Agustín Armas Hernández
“Como yo soy criatura de islas, acontéceme que pienso mucho
en ellas”
(Dulce María Loynaz)
PASADA la fecha en la que se cumplían los cien años del
nacimiento de la más universal de las escritoras cubanas del siglo XX, Dulce
María Loynaz, quiero expresar mi agrado por los estupendos actos que a lo largo
del año 2002 se celebraron, en su honor, en la Isla de Tenerife. A muchos de
ellos tuve acceso, sobre todo a los que se programaron en la Cuidad Turística
de Puerto de la Cruz. En el Casino Taoro y sus jardines, en la Casa de la
Aduana, en el instituto de Estudios Hispánicos, en los Jardines del Sitio
Libre, en el Castillo de San Felipe, en la Sala de Caja Canarias, etc. Estos
fueron los principales lugares donde se llevaron a efecto la mayoría de los
actos conmemorativos de tan importante efeméride.
Nos aconseja San Agustín: “Si no tuenes amigos, búscalos”.
¡Qué difícil es hoy en día, con las prisas y ambiciones, conseguir y tener
buenos y santos amigos! Amigos con los que poder hablar y en los cuales
confiar. El hombre es un ser racional que necesita comunicarse y relacionarse
con sus semejantes. De no ser así se embrutece y se deprime, llegando a padecer
algunas dolencias psíquicas, o séase, afecciones del alma, como son la
nostalgia, la soledad y la tristeza, causantes de tantas angustias.
Yo me pregunto: ¿tenía e hizo amigos la poetisa Dulce María
Loynaz en las cuatro ocasiones en las que visitó Las Islas Canarias, sobretodo
en Tenerife y, más concretamente, en el Puerto de la Cruz, donde solía
hospedarse? Es obvio que sí, los tenía y los tiene, muchos y muy buenos. Baste
leer su libro “Un verano en Tenerife” para saber de sus amigos de aquel
entonces. También los de ahora han seguido el proceso de homenaje que en su
honor se han venido celebrando a lo largo de estos últimos años, todavía en
vida. Y principalmente, los acontecidos en la fecha del centenario de su
natalicio.
En el mencionado libro quedaron impresos los nombres de
algunos de aquellos amigos y familias con las que estuvo relacionada y pasó
amenas y gratas veladas la poetisa. Germán Reírme y Emilia Suárez, Celestino
González y María Candelaria Reírme, Francisco Bonnín y Luisa Miranda, Isidoro
Luz y Magdalena Cullen, Juan Machado, María Rosa Alonso, etc., fueron algunas
de las muchas familias y amigos que acogieron y agasajaron a la culta poetisa
cubana cuando venía de visita a Tenerife.
Dulce María era una mujer buena, de sensible corazón y muy
caritativa, suficientes razones para qua los portuenses, la tuviéramos y la
sigamos teniendo como amiga a pesar del tiempo transcurrido desde su última
visita. No obstante, dos hechos principales se daban para que la quisiéramos y
la respetáramos. Por un lado, el afecto que le tenía el pueblo y, por el otro y,
sobre todo, la devoción, que, junto a los lugareños, le profesaba a la Virgen
de la Peña de Francia, excelsa patrona a la que había regalado un manto
confeccionado en Cuba por monjas conventuales de su país. El dicho manto tiene
bordados, con finos hilos y entre claveles españoles y flores cubanas, los
escudos de Cuba y Puerto de la Cruz.
En cuatro ocasiones estuvo en Tenerife Dulce María Loynaz.
Por primera Vez en 1947, unos días después de haber contraído matrimonio en
segundas nupcias con el periodista de origen canario Pablo Álvarez de Cañas.
Con anterioridad había estado casada con su primo Enrique de Quesada y Loynaz,
matrimonio celebrado el 16 de diciembre de 1937. Ese primer viaje de Dulce
María Loynaz y Pablo de Cañas a las Islas Canarias, además de para pasar la
luna de miel era para que Loynaz conociera la tierra, los familiares y los
amigos del esposo. En 1951 viajó de nuevo desde Madrid a Tenerife, después de
que en la capital de España presentara su novela “Jardín”. Aprovechando esa
ocasión, en el Puerto de la Cruz, donde ya se apreciaba, se le concede el
título de Hija Adoptiva. Dicho galardón le fue entregado en una fiesta homenaje
efectuada en el gran Hotel Taoro. En 1953, después de tener acogida en su casa
de Cuba “El Vedado” a la poetisa chilena Gabriela Mistral, decidió, por tercera
vez, volver a Tenerife a descansar e impartir conferencias. En 1958, cuando
terminó de presentar en la Península Ibérica su libro “Un verano en Tenerife”,
obra literaria que tanto bien ha hecho cultural y turísticamente a Tenerife,
dio su último adiós a estas Islas, sin ella desearlo ni saberlo.
Pero… ¿supo de nostalgias, soledades y tristezas la
intelectual y delicada escritora Dulce María Loynaz cuando regresó del que sería
(por circunstancias ajenas a su voluntad pero que se pueden entender) su última
visita a Canarias, ya en casa de Cuba? Es obvio que sí. Amaba a estas Islas,
sobre todo a Tenerife y, en concreto, al Puerto de la Cruz. Pueblecito que en
aquel entonces (década de los 40) era pintoresco y recoleto, de casitas blancas
y tejados rojos, que olía a yodo y a algas marinas. ¿Quién no siente nostalgia
por aquel nuestro pueblito y aquellos años idos?
Veamos a continuación parte de una estrofa de un bonito
poema que la genial poetisa dedicó a un querido amigo y distinguido pintor
acuarelista, Francisco Bonnín. En la queda clara la nostalgia que sentía Dulce
María por estas Islas y por sus bonitas rosas. “Hoy, cuando estoy lejos, cuando
pienso en las Islas, veo primero que nada sus rosas, se quedaron para siempre
en mi memoria… Ellas, como la tierra que las sustentaban, conservaron siempre
su prestigio de presencia milagrosa…”.
Nostalgias mucha otra habrá tenido. Ahora entendemos sus soledades que,
entre las vicisitudes de la vida, entristecieron a la lúcida escritora
originaria de las Perla de las Antillas. En 1961, su esposo Pablo viaja al
extranjero, permaneciendo fuera de Cuba varios años, regresando en 1972. En
1963 fallece en La Habana su padre, el general del ejército libertador Enrique
Loynaz del Castillo. Tres años más tarde, o séase en 1966, deja de existir su
hermano el notable poeta Enrique Loynaz Muñoz. Dos años después del
reencuentro, en 1974, fallece su cónyuge después de transcurridos 28 años de enlace
matrimonial. Once años después, el 18 de agosto de 1977, deja este mundo su
otro hermano varón, Carlos Manuel, poeta y compositor de obra inédita. Y, por
último, y ya está bien de soledades y sufrimientos, el 22 de junio de 1986
expira la más joven de la saga hermanos Loynaz, su hermana. Flor, al igual,
poetisa inédita.
Se podría escribir mucho sobre la persona y obra literaria
de Dulce María Loynaz, como así lo han hecho distinguidos y doctos escritores,
mas no es el objeto de este mi escrito. No obstante, me intriga la respuesta a
la pregunta que le hicieron a la distinguida escritora, cuando se disponía a
volar a Madrid para recoger el Premio Cervantes de Literatura en 1992. Se le
preguntó: - ¿Va usted Dulce María a pasar por Tenerife, la isla donde paso su
luna de miel al contraer matrimonio con el que fuera su difunto esposo Pablo
Álvarez, Isla que usted quiso tanto y la cual le inspiró “Un verano en
Tenerife”? Contesta la gentil dama: - No iré por dos principales razones. - ¿Cuáles?
-Primero, porque mi médico me lo desaconseja, mi salud no es
buena. Viajar mucho tiempo en avión para mi cansado corazón no es aconsejable.
Y, en segundo lugar, porque los canarios en general y los tinerfeños en
particular, no acogieron como se merecía en su día mi libro “Un verano en
Tenerife”, hecho por una mujer enamorada. ¡Sin duda enamorada de Pablo y de la
Isla!
Cabe una reflexión por nuestra parte: ¿tuvo en cuenta la
intelectual y, en aquel entonces, joven señora, las circunstancias adversas por
las que estábamos pasando los canarios y los españoles, a pocos años de haber
salido de nuestra guerra civil? Los medios de difusión no eran suficientes;
sólo el periódico y, no todos, podían comprarlo. Empezaba la radio, estaba en
ciernes y la televisión no existía. La cultura era, más bien pobre y rústica;
acrecentándose entre las personas más desfavorecidas. Por lo tanto, propagar y
hablar de libros y actos culturales casi era imposible, cuando sobrevivir era
un milagro. ¿Entonces por qué se decepcionó tanto Dulce María? Razones habrá
tenido para ello. Por mi parte, creo que su desilusión fue alarma infundada,
creada quizás por aquellos primeros amigos íntimos que no supieron comunicarle
con suficiente afecto la grandeza y belleza literaria de aquella obra
considerada por ella como el mejor de los trabajos salido de su intelecto
literario.
Si la más famosa escritora cubana del siglo XX pasó por
tragos amargos, como la desaparición de sus seres queridos, a lo largo de su
dilatada existencia, 95 años (1902-1997), al igual, supo de grandes alegrías y
estupendos éxitos literarios. Señalemos algunos de esos éxitos que la
catapultaron a la fama, obteniendo premios y homenajes fuera y dentro de
España. Helos a continuación cronológicamente. En 1919 aparecen en el periódico
habanero “La Nación” sus primeros poemas publicados: “Vesperal” e “Invierno”.
En 1938 se publica en la Habana la primera edición de su libro “Versos”. En
1944 el Colegio de Abogados de Cuba le otorga la Orden González Lamaza, que se
concede a juristas distinguidos. En 1947, después de publicar en Madrid si
libro “juegos de agua”, es condecorada en España con la cruz de Alfonso X el
Sabio. El acto contó con la presencia de las más destacadas personalidades de
la intelectualidad española. En 1948 la Asociación Internacional de Poesía con
sede en Roma la nombre miembro de honor. En 1951 se publica en Madrid su novela
“Jardín” y es nombrada Hija Adoptiva del Puerto de la Cruz. En ese mismo año,
en Madrid, es nombrada miembro del jurado calificación de la Exposición Bienal
Hispanoamericana de Arte. En 1953 publica en España “Poemas sin nombre” y
“Carta de amor al rey Tuk-Ank- Amen”. Además, las escritoras españolas
residentes en Madrid le rinden un homenaje con motivo del éxito alcanzado por
“Poemas sin nombre” y la Real Academia Gallega celebra una sección en su honor.
En 1958 viaja a España y publica en Madrid su libro “Un verano en Tenerife” y
el largo poema “Últimos días de una casa”. En 1981 es condecorada con la
distinción “Por la cultura Nacional”, que otorga el Ministerio de Cultura de
Cuba. En 1984 la Real Academia de Lengua Española la nómina como candidata al Premio
Miguel de Cervantes. En 1986 preside en la Sala Rubén Martínez Villena de
UNEAC, un acto de homenaje al desaparecido poeta español Federico García Lorca,
quien fuera su amigo y que tantas veces se hospedara en su casa de Cuba. En
1987 es nominada candidata al Premio Miguel de Cervantes a propuesta de la
Academia Cubana de la Lengua. En ese mismo año el Ballet Nacional de Cuba
estrena el ballet Jardín, inspirado en su novela homónima. El 24 de abril de
1989 es proclamada Miembro emérito de la Unión de escritores y Artistas de Cuba
(UNEAC). En 1990 le es otorgada la Orden de Jovellanos de Asociaciones
Asturianas de Cuba. El 25 de enero de 1991 integra la presidencia del acto
inaugural del ciclo de conferencias “Las vanguardias artísticas españolas de
América”, auspiciadas por la Embajada de España en Cuba, la Universidad de la
Habana y la Unión de Escritores y Artistas en Cuba. Además, se le adjudica en
España el Premio de Periodismo “Doña Isabel la católica” por su ensayo “El
ultimo rosario de la reina”, el cual publicó en el periódico ABC. Asimismo, la
Universidad de la Habana le concede el título de Doctora Honoris Causa en
Letras, Y, por sus éxitos literarios, el 5 de noviembre de 1992 es galardonada
con la más alta condecoración de la lengua, el Premio Miguel de Cervantes,
conferido por el reino español. Ese mismo año el Gobierno de Canarias reedita
si libro de viajes “Un verano en Tenerife”. En 1993 Dulce María Loynaz recoge
en la Universidad de Alcalá de Henares en Madrid el Premio Cervantes 1992,
entregado por el Rey de España Juan Carlos I. en 1994, muchísimos premios y
homenajes para Dulce María Loynaz y comienzo de reconciliación con los
canarios. La galardonada y sensible poetisa recibe en su casa “El Vedado” la
visita del presidente del Gobierno de Canarias Manuel Hermoso, quien le
agradece su obra literaria sobre Canarias. Dos años más tarde, es decir, en
1996, el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz nomina el mirador de Atalaya del
Parque Taoro con el nombre de Dulce María Loynaz, idea expresada por el
profesor José Javier Hernández. El 27 de abril de 1997 deja este mundo la
universal escritora cubana del siglo XX Dulce María Loynaz.
Si la gran dama de letras cubanas no volvió más, en vida, a
Tenerife desde 1958, hoy se puede decir que ha vuelto en otro plano o
dimensión: ha regresado la hija pródiga y, como tal, su segunda patria Tenerife
le colma de regalos en forma de actos culturales ofrecidos en su honor. Veamos
por fin algunos acontecimientos que después de fallecida se desarrollaron en el
centenario de su natalicio. No sin antes decirles que entre los años 1998 y
2001 ocurrieron estas otras celebraciones, también en honor a la culta
escritora habanera. En 1989 el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz edita los
libros “Juegos de agua” y “El Puerto de la Cruz y Dulce María Loynaz”, el Grupo
Liberal del Parlamento Europeo en el año 2000 editó el libro de Virgilio López
Lemus sobre la vida y obra de Dulce María Loynaz: “Una cubana universal”.
Hasta aquí y a groso modo lo acontecido antes de la
celebración de centenario de su natalicio. Entremos ahora de lleno en los
acontecimientos de estas fechas. Caja Canarias en el 2001 editó una antología
cultural sobre la obra de Dulce María Loynaz con ocasión de su natalicio. Este
mismo año el Grupo Liberal de Parlamento Europeo edita el libro “La bella
durmiente de Cuba”, de la escritora Hortensia Viñez. El Ayuntamiento de la
Orotava acuerda dominar una calla a favor de Dulce María. En marzo se iniciaron
las Jornadas Cultural Primavera Eterna en el Jardín por el centenario de la
escritora. Pero fue para mí y creo que también para todos los canarios el año
2002 cuando se cumplía la fecha del natalicio, un año lleno de estupendos y
maravillosos eventos culturales que nos llenaron de satisfacción y de agrado
por el buen y bien hacer de los organizadores y de cuantos organismos apoyaron
esta serie de actos conmemorativos.
Seguidamente analizaremos, como recta final, aquellos
estupendos e interesantes actos que se desarrollaron en el 2002, año en el que
se cumplía el natalicio de la brillante escritora, amante de estos peñascos. La
Coordinadora Canario-Cubana por su obra “Jardín” organizó diversos actos de
homenaje en Bruselas, Berlín, Madrid, Estados Unidos, México y otros países
Latinoamericanos, así como en Tenerife, la Palma y en diversas provincias de
Cuba. El Gobierno de Canarias presentó en la Feria Internacional del Libro de
la Habana, la segunda edición canaria del libro de viaje “Un verano en
Tenerife”. El Grupo Liberal del Parlamento Europeo editó el libro de poemas
“Cuando se quiebra el silencio” escrito por la portuense Elsie Ribal en
homenaje al Dulce María Loynaz. El Ayuntamiento de La Orotava decide reeditar
en Canarias “La voz del silencio” de Ana Cabrera. El Grupo Liberal del
Parlamento Europeo publica el libro poemas “Sobre la palabra y sus silencios”,
escrito por el profesor José Javier Hernández. Y, para culminar todos estos
actos, nos visitó una delegación de personalidades y artistas cubanos que nos
maravillaron. Citemos algunos de los intervinientes en los actos de homenajes a
Dulce María Loynaz en el Puerto de la Cruz. El 27 de noviembre expuso en el
Castillo de San Felipe su colección pictórica la artista Carmen Mir Adorna. Sus
cuadros están inspirados en el libro de Dulce María “Jardín”. En este mismo
recinto de San Felipe actuaron los pianistas, también cubanos, Othoniel
Rodríguez y el maestro Huberal Herrera, quienes desplegaron un gran talento
interpretativo en las obras de F. Chapín, Frank Lizth y especialmente el
repertorio pianístico de Ernesto Lecuona, el más universal músico cubano de
todos los tiempos, al cual se le dedicó un magistral concierto de homenaje para
recordar su fallecimiento en Tenerife, hace 39 años. 52 en 2016,
Reproduzcamos aquí un fragmento de un largo escrito
publicado en Cuba sobre los actos programados en Canarias en el centenario del
natalicio de la inolvidable escritora. Lo envía a un amigo el escritor Marcelo
Fajardo de Cárdenas. Veámoslo: “El punto culminante de estos festejos en
Tenerife tuvo lugar en horas del mediodía del sábado 30 de noviembre en el
Casino Taoro cuando se desveló el primer busto en bronce de quien legó paginas
imborrables en los poemarios “Juegos de agua” y “Versos” y en la novela
“Jardín”. El alcalde y personalidades del Ayuntamiento y de cultura canaria,
familiares de Pablo Álvarez de Cañas, el esposo de Dulce María, y un nutrido
público portuense, asistieron a esta ceremonia para contemplar este primer
busto de la poetisa fundido en bronce en Canarias, obra del joven escultor
cubano Carlos Enrique Prado, y que perpetuará a Dulce María en la tierra
canaria sostenida por un basamento de piedra volcánica y con la mirada hacia
las Américas. El busto fue cubierto con la bandera de cuba y lo desvelaron el
alcalde del Puerto de la Cruz y el cónsul de Cuba en Canarias, Mario García. La
emotiva ceremonia fue coronada con el vuelo de cien palomas que revolotearon en
el hermoso Parque Taoro mientras la cantante cubana Milada Milhet estrenaba la
canción “Mi canto al viento”, con textos del poema “Divagación” de la Loynaz y
música de M. Fajardo.
En ese emotivo acto se encontraba también presente el alma
máter de estos inolvidables acontecimientos culturales que perpetuarán, para
siempre, la presencia de Loynaz en el Puerto de la Cruz: el eurodiputado
Isidoro Sánchez, presidente de la Coordinadora Canario-Cubana organizadora de
estos importantísimos eventos. A él y a cuantas personas y organismos
culturales lo hicieron posible, por todo ello muchas gracias”.
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