Salvador García Llanos
Paisajes, bodegones, naturaleza y marinas son los motivos de
las treinta y seis obras sobre tabla que dan vida a la primera exposición en
España del pintor Rinat Animaev
(Tayikistán, marzo, 1955) que se puede contemplar en La Ranilla Espacio
Cultural, la coqueta sala portuense, cuyos propietarios-gestores, por cierto,
ya han completado la planificación de las actividades que desarrollarán a lo
largo del próximo año. A eso se llama trabajar con antelación y esmerarse en la
superación. También son noticia porque mañana domingo recibirán el premio ‘Paco
Afonso’ en la modalidad Emprendimiento y Responsabilidad Social, compartido con
la Sala Timanfaya, lugar donde se celebrará el acto de entrega.
Sigamos con la pintura de Animaev, forjada en el Instituto
Estatal de Arte de Moscú. Rinat nació en el seno de una familia de emigrantes
tártaros de vocación artística. Vino al mundo -confiesa en la biografía que
aparece en un espléndido catálogo- en una casa-museo donde él mismo preparaba
los colores. Terminó convirtiéndose en un experto en pinturas. Su padre fue
quien primero le aconsejó la manera de coger un lápiz. Tenía diez años cuando
se produjo la muerte inesperada de su padre pero la vocación artística no
declinó. Finalizó su estudios (1984) en la capital rusa. Se especializa en óleo
sobre caballete. El hotel President, de Moscú, exhibe una sugerente colección
de dibujos suyos con carácter permanente. En 1989 se asienta en Francia donde
dibuja y madura para exponer en Rusia. Será el primer pintor de esta
nacionalidad que obtiene autorización de la dirección del Museo del Louvre para
copiar las obras del célebre Daubigny.
Valentín Berradre, un empresario guipuzcoano dedicado a la
impresión, fotógrafo profesional, explicó durante el acto de presentación de la
exposición algunos rasgos biográficos y estilísticos del autor. “El arte es un
eterno aprendizaje”, confiesa Animaev. Por eso, “pinto todos los días.
Actualmente, prefiero expresarme con pinturas al óleo”, siguió diciendo.
Su credo es desnudar e interpretar los sentimientos con una
expresión colorista que responda a las diferentes emociones de cada persona. En
consecuencia, admite cualquier forma expresiva siempre que no dañe o aniquile
la belleza y la vida misma. El empleo de la trementina en los disolventes
proporciona a los óleos del pintor una vitalidad enriquecedora. La colección se
podrá contemplar hasta el próximo viernes 25.
Claro que nos quedamos sin conocer -por razones de
complicaciones y elevados costes de traslado- los retratos, el género en el que
Animaev, según todos los testimonios, demuestra ser un pintor de primerísimo
nivel sin necesidad de tener que recurrir a fotografías. En efecto, la
visualización de catálogos confirma esa apreciación. Un escritor, un músico,
una mujer (Marion) o ciudadanos como Marc Dinapoli o Abdou, con rasgos muy
naturales, reflejan la solvencia del pintor ruso.
Quizás dentro de un tiempo haya oportunidad de admirar esos
retratos.
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