Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por la ULL
La división provincial generó un intenso pleito en la
historia de Canarias cuya estela duraría más de un siglo. Diversos mítines y
manifestaciones se desarrollaron en todos los pueblos de la isla con especial
atención en el año 1911 bajo el periodo de gobierno de José Canalejas.
Numerosos telegramas se dirigieron por parte de la población hacia el Gobierno
Civil con la finalidad de atender a tal asunto. Un aspecto sobre el que se han
desarrollado diversos estudios y análisis, destacando las aportaciones de
Marcos Guimerá Peraza, María Teresa Noreña Salto, José A. Alemán, entre otros.
Sobre ese aspecto hemos podido consultar el periódico El
Progreso, disponible en el portal JABLE de la ULPGC. En ese contexto, la Junta
de Defensa, consciente de la situación que se presentaba, desarrolló durante el
8 de mayo de 1911, una reunión en la que muchas mujeres de la capital tinerfeña
“acordaron unir su enérgica protesta a la del pueblo tinerfeño por esos
proyectos que vienen a romper la paz canaria”. Expone el artículo que “la mujer
tinerfeña, que ve en los hogares canarios el desaliento de los hombres, la
tristeza de la derrota, quiere unir su grito, enérgico y decidido, al de sus
padres y sus hijos y sus maridos que hoy ofrendan a la patria el último aliento
de sus patriotismos”. Bajo ese principio, acordaron dirigir un manifiesto a la
mujer canaria con la finalidad de que varias comisiones procedieran a invitar a
las mujeres a participar en tal acto.
Toda una página dedica el mencionado periódico a describir
la actitud del pueblo canario como protesta ante la noticia, anunciando lo
siguiente: “Como era de esperar, como había de suceder necesariamente en un
pueblo que tiene ejecutaría de hidalguías, la protesta de Tenerife ha sido
unánime, decisiva, enérgica, abrumadora”. Unas palabras que describían el
estado desarrollado el día anterior a través de “una imponentísima
manifestación para protestar por la división de la provincia”.
La prensa de la época muestra, asimismo, que en mayo de 1911
participaron en una manifestación en Santa Cruz de Tenerife más de 10.000
mujeres en contra de la anunciada división provincial, tal y como reflejó El
Día en aquel momento, derivando ese acto en una imagen impresionante de la
preocupación de esa cuestión en la sociedad de la época.
Lo cierto es que un amplio debate centraría la atención en
torno a las personalidades de Fernando León y Castillo en Gran Canaria y Benito
Pérez Armas en Tenerife, a través de “una dura pugna por hacerse con la
hegemonía regional a favor de sus respectivas islas”. En ese sentido, “el
Gobierno Central trató de poner fin al enfrentamiento entre las islas centrales
mediante la elaboración de un Proyecto de Ley sobre la administración canaria
que culminó con la Ley de Cabildos del 11 de julio de 1912”. Un aspecto que
sintetizan perfectamente los historiadores Manuel Hernández González, Félix
Rodríguez y Oliver Quintero Sánchez en la obra La Gran Aventura de Canarias.
Un proceso en el que el decreto de división provincial de
1927 terminaría con un pleito cuyo desarrollo superó el siglo atendiendo a las
aspiraciones establecidas por los divisionistas durante años.
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