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sábado, 12 de noviembre de 2016

190 AÑOS DE UNA CATÁSTROFE EN CANARIAS

Javier Lima Estévez

Las Islas Canarias han sufrido a lo largo de su historia toda una serie de desastres naturales. Diversos testimonios han llegado hasta la actualidad relatando los efectos de numerosos acontecimientos sobre el relieve de nuestra geografía. Un ejemplo de ello sería la triple erupción que vivió Tenerife entre 1704 y 1705 en las cumbres de Arafo, Güímar y Fasnia. Plagas de langostas también han venido a sacudir a la población canaria, siendo una de las más terribles la sufrida por la población en 1659, registrándose, en 1954, la última invasión de tales especies. Además, grandes lluvias se vendrían a producir durante el siglo XVIII, destacando los años 1713, 1722, 1763, 1766, 1768, 1775 y 1779, años que intercalaron con periodos de notable sequía. Casi por esas fechas, ocurrió la mayor catástrofe natural de la que se tenga constancia en la historia de Canarias. Diversos artículos y crónicas se han publicado sobre tal tema desde el siglo XIX, permaneciendo en la memoria un acontecimiento que afectó mayoritariamente a la isla de Tenerife a través de lluvias torrenciales y vientos huracanados durante la noche del 7 al 8 de noviembre de 1826. Un fenómeno sobre el que dejaron testimonio Sabino Berthelot, José Agustín Álvarez Rixo o el propio beneficiado de la iglesia de Santiago Apóstol de Los Realejos, Antonio Santiago Barrios, testigo directo de aquel acontecimiento. Además, se ha realizado un importante documental bajo el título El aluvión de 1826, a cargo del profesor y miembro de la Asociación Canaria de Meteorología, José Luis Hernández, recordando y difundiendo la situación tan dramática de tal circunstancia.

Núcleos como el Puerto de la Cruz registraron 32 muertos y la destrucción de 31 casas, mientras que La Orotava sufrió la pérdida de 104 personas, así como en torno a 200 casas dañadas o destruidas. Por su parte, Los Realejos perdería a 39 personas y 50 casas, una cifra que se incrementó en el núcleo de La Guancha, lugar afectado con gran fuerza por el aluvión, registrando la pérdida de 52 personas y cerca de un centenar de casas destruidas o arruinadas. Icod registraría 5 personas muertas y varias casas destruidas, mientras que el pueblo de San Juan de La Rambla se contaría un total de 10 personas muertas y 14 casas destruidas. Un aspecto sobre el que Miguel Ángel Pérez Padilla y Jerónimo David Álvarez García han investigado minuciosamente con una serie de contribuciones analizando tal acontecimiento a partir de diversas fuentes.

Igualmente, en Santa Cruz se verían afectadas centenares de viviendas, así como innumerables pérdidas en diversos puntos de la ciudad.          
   
Se ha escrito que las lluvias afectaron a la población con notable violencia como resultado del aprovechamiento sin control de los montes, los cuales eran talados para la obtención de la madera, leña y carbón. Un hecho que, con anterioridad a 1826, había provocado algunas inundaciones sin llegar a tal situación.

Uno de los acontecimientos que más se recuerda respecto al aluvión de 1826 sería la desaparición de la imagen de la Virgen de Candelaria, acto que derivaría en la adquisición por parte de los frailes dominicos de una nueva efigie para presidir las funciones celebradas en su iglesia conventual de Candelaria.

En definitiva, 190 años después del gran aluvión, seguimos recordando aquel fenómeno cuya estela afectó a centenares de personas, provocando innumerables daños materiales y generando una huella en el inconsciente popular que llega hasta nuestros días

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