Manuel Marrero Morales
La Ley del suelo del gobierno de Fernando y Patricia, -tanto
monta, monta tanto- concita hoy mayorías en las calles de nuestras ciudades
manifestando el rechazo de la población a las nuevas/viejas formas de
especulación y corrupción.
Treinta y cinco de los 88 ayuntamientos canarios están bajo
la lupa de los Juzgados. Se juzga toda una época de pelotazos urbanísticos,
tropelías al medio natural canario, estrechas connivencias entre el voraz
empresariado especulador y la casta política instalada en las instituciones con
el apoyo popular, a quien rápidamente olvidaron para ponerse al servicio de las
minorías poderosas, obsesionadas con la acaparacion de riqueza rápida a la vez
que entullaban nuestro paisaje con piche y cemento.
La protesta contra esta ley del suelo impulsada por el PSOE
y CC y apoyada incondicionalmente por el PP y los gomeros de Casimiro Curbelo,
cuenta con la única oposición parlamentaria de NC y PODEMOS, que han presentado
enmiendas a la totalidad.
Además de ser una Ley presentada con la excusa de
"resolver la maraña legislativa" que ellos mismos han creado, las
intenciones ocultas son otras. Pensaban engañarnos, como lo han venido haciendo
durante décadas, sin embargo, se han encontrado con una ciudadanía crítica,
cada vez más formada e informada, que ha descubierto las ocultas intenciones
del tramposo tándem político-empresarial que gobierna nuestras islas.
Especular con el suelo, desproteger a la ciudadanía ante la
ley para que los 88 municipios, cual reinos de taifas, puedan actuar a su
antojo, sin control medioambiental ni respeto a una planificación urbanística
coherente con un proyecto de país cohesionado; con unos instrumentos legales
tramposos que pueden ir desde la expropiación por motivos espúreos hasta las
medidas extraordinarias para favorecer los intereses de las minorías que se
apropiarán del escaso territorio agrícola para urbanizar, para especular con
nuestro bien más preciado: la tierra que heredamos de nuestros antepasados y
que tenemos que legar a nuestros descendientes para que sigan teniendo una vida
digna.
Atrás quedan las posibilidades de poder fijar objetivos de
pueblo, como alcanzar mayores cotas de soberanía alimentaria, garantizarnos la
soberanía energética mediante las renovables, no favorecer la masificación de
nuestras costas, acotar el número de camas turísticas que se ofrecen, apostar
por crear empleo decente, cuidar de nuestro medio natural; en definitiva,
parece que están empeñados en seguir con la retroexcavadora y la pala mecánica,
con la concretera y el bloque de hormigón, con el piche y el cemento, con la
destrucción y la especulación, como principales y únicos elementos de nuestra economía.
Pero, además, está ley está pensada para que los corruptos,
malversadores, que se han saltado la legalidad en esos treinta y cinco
ayuntamientos y el empresariado al que han favorecido se salgan de rositas de
los procesos judiciales en marcha y se les puedan aplicar, con efectos
retroactivos, las mejoras contenidas para sus delitos en esta nueva ley.
Estamos asistiendo, pues, al final de una etapa, en que los corruptos
"investigados", van a ser amnistiados. Se abre una nueva etapa de
corrupción blindada y protegida por una legislación pensada para favorecer a
los corruptos, castigar a la ciudadanía, favorecer la desregulación y la
vigilancia medioambiental y, en definitiva, eliminar las posibilidades de
avanzar en un proyecto cohesionado de sociedad que garantice un legado digno
para las próximas generaciones.
En palabras de su ex alcalde inculpado a la salida de los
juzgados: "con esta ley, yo no estaría ante los tribunales".
Así que, si estás leyendo estas reflexiones, te invito a que
salgas a las calles, que las tenemos que llenar de clamor popular contra estas
tropelías, mires a la cara a los miles de personas que te acompañan y sientas
que somos muchos los que pensamos de parecida manera, que no estamos solos, y
que estamos empoderándonos para decirles que no nos van a seguir engañando y
que no les vamos a permitir que nos sigan quitando derechos y mermando
condiciones de vida. En las calles, codo a codo, somos mucho más que... ellos.
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