Rosario Valcárcel Quintana
Veníamos de todos nuestros puentes, / en la música de la
multitud. /Desde las barandas / lanzábamos largos aretes /amarillos, / a la
barahúnda de la calle, / chasqueaban en la cuneta. / Girábamos en el aire, /
muy cerca del devenir. / Muy cerca, /solos en la noche. / Cómo sería amarte. /
Cómo sería, / Amor.
Después de haber leído y prologado el poemario de Juan
Francisco González-Díaz, “Una mujer es” NACE, 2012, en el que el tema del amor
y el erotismo estaban presentes a lo largo de toda su obra. Estos días me
acerco a su última publicación “Silencios, de un especial periodo” y, descubro
con emoción que, esa voz sigue transitando, esta vez muy cerca del devenir, del
acontecer: Cómo sería amarte, cómo sería…, repite con una estremecedora
elocuencia, y quizás su palabra surge así como sentido a una existencia de
silencios.
A una existencia en un tiempo concreto de su país, en una
etapa de desolación, de pobreza, de pérdidas y de belleza en la Cuba de finales
de mil novecientos noventa.
En “Silencios, de un especial
periodo” González-Díaz saca a la luz un tiempo concreto y nos traslada a una
realidad de vivencias que se insertan en un espacio poético, en una etapa de
melancolía, de penurias y de pérdidas. Nos traslada al eco de su memoria. Y en
sus versos adjetiva vicisitudes, sonoriza ideas y verbaliza sueños.
Sin embargo, a pesar de que su lírica está marcada por la
separación de los lugares y seres queridos, de los silencios que él vivió y de
los conmovedores efectos, destila su poesía una cierta serenidad y una entereza
pensada y reposada. Una poesía repleta de simbolismos y añoranzas líricas,
situaciones humanas y casi me atrevo a decir trágicas.
El caballo de San Jorge
Por las calles andan los inmortales,
el caballo de San Jorge pasta frente a la casa
mientras comemos las alcachofas del jardín
condimentadas con el verdor de la impaciencia.
Todo es demasiado perfecto.
faltan los encendedores de la luz
y en el río no revienta
ni un milímetro de agua.
Vuelve el poeta una y otra vez a lo largo del poemario a su
memoria, a una memoria objetiva, a la verdadera esencia del recuerdo. Al
silencio que habita la poesía y para ello atraviesa los oscuros niveles y
desciende a la Cuba empobrecida en busca del verdadero ambiente y nos muestra
el reverso. Nos muestra el saqueo y el abandono, el dolor y la miseria.
Olor a polvo viejo exhalan. / De soslayo / rehúyen las
miradas y aceptan / que el mundo sea los frijoles / Los frijoles y el polvo… /
Nos entrega
Juan Francisco González- Díaz, una poética valiente entre el lirismo adverso y
la magia de una épica. Plasma la creación poética como proceso de conocimiento
sobre la realidad social; el desolador paisaje de entonces y las formas de
supervivencia.
“Silencios, de un especial periodo” está compuesto por una
treintena de poemas cortos en versos libres. Un libro editado por el Centro
Canario Estudios Caribeños –El Atlántico-, dentro de la colección que lleva por
nombre ‘Cuadernos La Gueldera’, 2015. Incluye un prólogo del narrador y
promotor cubano Arístides Vega Chapú. con una bella portada realizada por la
pintora grancanaria Elva Ramírez Brandón, en la que podemos ver un precioso
acrílico titulado “Rincón habanero”, recreación a partir de “Portales de La
Habana” y fotografía de Guillermo Bello.
Juan Francisco González Díaz es un hombre de plurales
actividades, poeta y narrador, psicoanalista y antropólogo cubano residente en
Las Palmas de Gran Canaria. Pertenece a la Escuela de Poesía “De Canarias al
Mundo” y el Centro Canario de Estudios Caribeños –El Atlántico-. También
coordina el Taller Literario “Espejo de Paciencia” y el Taller de Poesía “Dulce
María Loynaz” de Las Palmas de Gran Canaria. Tiene una decena de obras
publicadas.
“Silencios, de un especial periodo” es un poemario sobre una
época “traumática” de Cuba, escrito de una forma concisa y precisa como dice el
prologuista Arístides Vega Chapú. Aunque yo añadiría que es una poesía
concentrada y con una gran capacidad para fundir la desnudez de la palabra con
la complejidad del sentimiento.
Juan Francisco González-Díaz ha sido capaz de transformar
con su lírica el silencio en belleza y la belleza en una poesía que
perdurará.
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