Pedro
Ángel González Delgado
Los
socialistas venían a traer la luz al municipio de Puerto de la Cruz, sumido en
la más absoluta oscuridad según ellos, y, por tanto, a lo largo de todo el
mandado pasado y, por supuesto, en campaña electoral, repitieron una y otra
vez, como si de un mantra se tratase, que su forma de gobernar estaría marcada
por “la transparencia y las cuentas claras”, manifestando que darían “un paso
adelante para que se conozca de una manera fácil y sencilla donde va cada euro
del presupuesto y que éste se ejecute en su totalidad”. Sus socios de Podemos
(pocos dudarán ya que Asamblea Ciudadana Portuense es una marca blanca de los
nuevos comunistas) tampoco se quedaron atrás y, como era de esperar, también se
sumaron a la consigna de la opacidad y que, con ellos, solamente con ellos,
llegaría el resplandor de la democracia al Ayuntamiento.
Una
falacia más que demuestra la cobardía de este novel gobierno que, achantado por
la responsabilidad que pesa sobre sus hombros, hace un uso constante de medias
verdades, conjugando la verdad con la falsedad que, ya se les adelanta, tarde o
temprano se evidenciará la mentira completa. Así, muchos son los ejemplos que se
pueden señalar. Tantos que parece que se contemplará como normal sustraer la
información a la oposición, ya que, en ese ejercicio de solamente dejar pasar
la luz que interesa, únicamente se aclara aquello que no les fastidia el plan y
se distrae lo que no quiere desvelarse. Esa es la única respuesta lógica a la
solicitud efectuada para que se indique quienes son las personas que ocupan
puestos de confianza (funcionarios eventuales) en la Corporación Municipal y
cuáles son sus funciones. Es necesario conocer qué personas ocupan puestos que
los asamblearios decían que no eran necesarios - esto sí es un embuste completo
- y que ahora son contratados por el Ayuntamiento, desconociéndose qué
funciones tienen encomendadas. No parece de recibo que después de dos meses de
contrato todavía no podamos saber si Asamblea Ciudadana Portuense ha colocado o
no a sueldo en la referida institución pública al anterior coordinador insular
de Podemos.
Lo
mismo sucede con cuestiones que tampoco requieren de un mayor esfuerzo para el
normal desarrollo democrático de una Administración Pública que, por cierto,
ahora tiene una concejalía con ese nombre y que, además, es la responsable de
la transparencia de la Corporación Local. Así, no se presenta demasiado
complejo entregar copia de un atestado policial a la oposición, tachando algún
dato personal si fuera necesario, y, de esa forma, que ésta pueda disipar
cualquier duda sobre la caída de un vehículo al agua dentro del muelle
pesquero. De esa forma, a buen seguro, ninguna incertidumbre recaería sobre un
incidente protagonizado por un amigo de la familia del que se ha dado la
información sesgada, pues no se ha procedido a la obligación legal que se tiene
de hacer entrega de la copia del informe solicitado, tanto por escrito como en Comisión
Informativa. Quizá sea porque, como ha manifestado la responsable del Área, el
objetivo político de la misma es que “todas las áreas vayan bien”. No parece un
propósito muy ambicioso para tan pomposo nombre de dicha Área de Desarrollo
Democrático. Será como lo de Área de Ciudad Sostenible que queda más florido
que Urbanismo y Medio Ambiente.
Si
nada hay que esconder, cuáles son los motivos para no ofrecer la información
solicitada. No todo puede ser ocultado dejando pasar únicamente la porción de
la luz que les interesa, para convertir la obligación de trasparencia de las
Administraciones Públicas en un cuerpo traslúcido. La mitad de la información
es como la mitad de la verdad, puede iluminar, pero no esclarecer la verdad
que, al igual que con el enredo creado, ofreciendo parcialmente lo real, se
omite lo sustantivo, lo importante, lo que, no sabemos todavía el motivo, se
oculta. La transparencia no es la foto del día, el espectáculo de ofrecer una
saturación de imágenes de los ediles de la izquierda desde todos los ángulos y
con los filtros necesarios. Esa es la distracción para no quitarse la máscara,
para que no se sepa qué hay detrás de la sonrisa filosófica, no vaya a ser que, como en el la célebre novela de Umberto Eco, nos encontremos con un final oscuro
para un brillante iluminador.
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