(Eso
no ocurre en el Puerto de la Cruz.)
Volvamos
a Casado/FAES.
El PP
fracasó en las generales.
66
diputaditos.
57
tiene Albert Rivera, que sigue trabajando, incansable, para convertirse cuanto
antes en el líder (Dios no lo quiera) de la derecha democrática española.
Pero
el fracaso se vuelve menos traumático, aunque sigue siendo fracaso, cuando los
niños y niñas del líder del PP llegan al poder gracias a acuerdos con otras
fuerzas políticas.
Tal
cual ha ocurrido en Madrid.
La
Ayuso (Madrid), que ni es la nueva dama de hierro ni nada por el estilo, ha
conseguido tocar poder gracias a ciudadanos y Vox.
Precisamente
el partido de Santiago Abascal ha prometido a la niña bonita de Casado
(periodista, qué horror) que sus 12 votos no le saldrán gratis.
Y hace
bien Monasterio en recordar que así será.
El
fracaso vive y se reproduce en el atolondramiento político.
66 diputaditos
en el Congreso de los Diputados dan para muy poco.
Casado
habla y habla. Ahora menos. Es el líder del PP, sin duda, pero los españoles no
lo aceptan como el líder indiscutible de la oposición.
Cuando
en política se pierde el poder, el fracaso es el mundo real por donde merodea
el partido perdedor.
Vamos
con el Puerto de la Cruz.
En la
ciudad hay un partido que fracasó en las pasadas elecciones municipales.
El PP
de Lope Afonso.
Porque
salir de la alcaldía es un fracaso.
Porque
abandonar el poder es un fracaso.
Porque
pasar a realizar labores de oposición es un fracaso.
Sin
embargo, el fracaso no tiene por qué convertirse en una fosa para cadáver en
descomposición.
Desde
la oposición, asumiendo la derrota, se está en la obligación de ejercitar la
fiscalización al nuevo gobierno.
El PP
del Puerto de la Cruz, a través de su portavoz, Pedro González, trabaja en la
dirección adecuada. Mejor dicho; trabaja (más Pedro González que el PP, todo
sea dicho) en criticar lo que se entiende como una política negativa para los
intereses generales de la ciudad.
Siempre
resulta conveniente que la oposición mantenga los pies en el suelo. (El
gobierno Psoe-ACP/Podemos está en la Luna de Valencia).
La
crítica debe ser cuidadosa, alejada de los focos que enseñan la desnudez del
político que nada tiene que decir, pero que obscenamente disfruta enseñando las
miserias del vacío a la concurrencia.
Está
ocurriendo así en el Psoe de Marco González
Cuando
los ciegos se aferran al número de concejales en el consistorio, repitiendo
como niños de san Ildefonso que el 8 es el dígito mágico que les otorga
credibilidad y armamento para destruir el gobierno de Marco González, lo que
están haciendo es entorpecer la labor del portavoz, que tiene como obligación
vital convencer a los fanáticos que los 8 concejales perdieron el poder,
abandonaron los despachos y dejaron atrás el verbo expeditivo de algunos de sus
miembros y “miembras”; que hoy el Psoe es el partido que gobierna, teniendo la
simpatía y, sobre todo la confianza de la mayoría de los ciudadanos del Puerto
de la Cruz.
5.700
votos, aproximadamente, mandan callar a los peperos con encefalograma plano. No
a Pedro González.
Dicho
lo cual, si Pedro González hace el trabajo (lo está haciendo), y pone nervioso
(lo está consiguiendo) a muchos de los componentes del gobierno socialista y
radical de izquierda, lo menos que necesita es la ayuda de los que no aceptan
que las urnas y el número 8 pusieron al PP donde hoy está. En la oposición.
Pregunto:
¿Donde tenía que estar?
Para
los ciudadanos con derecho a voto en el Puerto de la cruz la respuesta está
bien clara: sí.
El
fracaso en política se convierte en radiactivo cuando estúpidamente se grita
desde el púlpito mediático: “Tenemos los mismos concejales que el PSOE.”
El
gobierno de Marco González merece contar con una oposición fuerte, unida,
dialogante, dispuesta a fraguar pactos de Estado, sin temor de ningún tipo ante
la fuerza arrolladora de la maquinaria propagandística de la izquierda.
Pero
la oposición se practica desde el fracaso electoral.
¡Frac-ca-so-e-lec-to-ral!
Asumiéndolo.
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