Salvador García Llanos
El concepto se va imponiendo. Las actividades en
destino son un soporte con peso creciente en el negocio turístico. Viajar
equivale a buscar experiencias, sensanciones y momentos que, en el fondo,
pueden y deben multiplicar el valor de cada destino. El Consorcio para la
Rehabilitación del Puerto de la Cruz
entendió bien la fórmula y puso en práctica hace algún tiempo
iniciativas promocionales con ese mensaje: las vivencias, las experiencias,
individuales o de grupo, resultan determinantes para captar segmentos de
mercado y para apreciar los valores que distinguen a un destino turístico.
El
acierto de la modalidad por parte del Consorcio portuense parece refrendado por
estudios técnicos recientes, como el de la firma Phocuswright que
concluye que las experiencias en destino significaron el diez por ciento de la
facturación mundial en el sector turístico.
Además, es el tercer segmento en volumen de reservas en los Estados
Unidos. Siete de cada diez viajeros consideran esta modalidad como factor
importante a la hora de elegir destino vacacional o de descanso, consecuencia
de que más de un tercio de aquéllos empieza buscando actividades antes de
materializar su reserva.
Estos
datos coinciden con otro informe, de Amadeus, que señala como primera
realidad el hecho de que “la personalización seguirá siendo una prioridad
fundamental en todos los ámbitos de la industria del turismo” durante los
próximos años, según se constata al comprobar que un tercio de viajeros pide
una mayor personalización en los canales de reserva.
Otra
compañía, Arival, destaca que los operadores en destino dedican buena
parte de sus esfuerzos a ofrecer y resaltar las que ya se conocen como
experiencias sensoriales inmersivas, es decir, aquellas que integren a los
viajeros en el destino, les conecten directamente con sus hechos distintivos y
características diferenciadoras. Esto produce que, teniendo en cuenta las
actividades de temporada y eventos propios (de ello saben mucho en el Puerto de
la Cruz y su Consorcio), el interés de viajeros se acreciente, de modo que más
de un cincuenta por ciento de viajeros reserva sus desplazamientos antes
incluso de que los vuelos o el elojamiento estén disponibles.
Las
actividades en destino, las experiencias, ya con consideradas por algunos
expertos y varios medios como el nuevo filón del turismo. Pero no hay que
precipitarse o albergar una idea exclusivamente de aprovechamiento. La
modalidad obliga a programar con la debida antelación y a cultivar los valores.
Y ello significa disponer de buenos, ágiles, sencillos y eficaces recursos
tecnológicos, sobre todo para facilitar la acción a quienes se mueven con mucha
antelación y para superar contigencias de última hora. Habrá que estar atentos
también, en ese sentido, a las fórmulas de comercialización que, teóricamente,
deben potenciar las economías locales.
Lo
cierto es que las actividades en destino se han convertido en uno de los
factores de mayor crecimiento en la industria turística. De algo tenía que servir
una trayectoria, sus atractivos y sus potencialidades que, no siendo eternas o
inmutables, sí que sustentan valores para diferenciarse y fraguar una oferta
llamativa y sostenible, sobre todo si se quiere porfiar por un turismo de
calidad.
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